Raúl Pérez Torres se pasó “a la orilla contraria”. Con la llegada de Lenín Moreno al poder, se trasladó de la presidencia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana al despacho del Ministerio de Cultura, dos instituciones que han mantenido serias diferencias por temas legales y financieros. Ahora, dice, es el tiempo de tender puentes.

¿Qué se puede rescatar de los últimos diez años de gestión del Ministerio de Cultura?

No me gustaría hablar realmente de lo anterior... en todo caso, el tema de la cultura ha sido la pata coja de la Revolución Ciudadana.

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¿Por qué la pata coja?

El que hayan pasado diez ministros de Cultura en diez años es un mensaje bastante significativo. Demuestra que no se ha planificado de la mejor manera una política cultural que afiance todo el talento que hay en Ecuador.

Pero se destinaron cantidades de dinero muy importantes. Al menos ese fue el discurso durante el correísmo.

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Realmente no se tradujo en una política cultural. Ha habido los fondos concursables, la Feria del Libro, el Festival de Teatro de Loja (...), pero no se ha concretado nada. Tampoco estoy muy de acuerdo con los fondos concursables, habría que pensar de otra manera el apoyo directo a los grandes grupos sociales y culturales.

¿Qué otros proyectos se destacan en su plan?

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El Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura; tenemos una conversación con Richard Espinosa (presidente del IESS) para hablar sobre la (afiliación a la) seguridad social de los artistas y gestores culturales; planteamos la validación de trayectorias con un título aprobado por la universidad...

¿Asistió usted a las últimas ferias del libro?

Fui a la última. Me parece que fue hecha con mucho apresuramiento, aunque me pareció importante lo de las editoriales jóvenes, independientes, que participaron. Como se hizo rápido, no hubo el suficiente espacio (...). Hubo bastante improvisación.

Y mucho “hueso”.

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Eso es lo malo, ahora hemos conversado con la Cámara del Libro y vamos a hacer una evaluación de los libros, porque ha habido huesos, libros que no se venden... Y no puede ser así. La Feria se realizará en el (parque) Bicentenario, que ahora está mucho mejor atendido. ¡Son 5 mil metros cuadrados! También queremos hacer un espacio para los niños. El país invitado era Uruguay, pero se excusó y ahora vamos a hacer un homenaje a los escritores de los años 30, a José de la Cuadra.

La Ley de Cultura fue aprobada el año pasado y no se han sentido aún sus anunciados beneficios.

Tenemos un grupo de abogados diseñando y pensando en qué se puede cambiar la Ley de Cultura, que además no fue socializada con los artistas ni las casas de la Cultura. Se la tuvo siete años en debate.

¿Qué cambios hará?

No tanto en la Ley como en el reglamento. Ya hemos puesto una carta al presidente de la República diciéndole que debe anular o cambiar el reglamento. Recuerde que el reglamento salió al apuro, en la última semana del presidente Rafael Correa. También tenemos inquietudes con el tema de presupuesto de la Casa de la Cultura, de la casa matriz y las sedes.

Cuando se discutía la Ley de Cultura usted hablaba de que la CCE perdía autonomía.

Al menos en mi gestión eso no va a suceder. Yo voy a respetar la autonomía de la CCE y de sus 24 núcleos provinciales. Hemos conversado de esto con el presidente de la CCE, Camilo Restrepo (...), hemos visto lo que hace falta para trabajar en coordinación. ¡En esa biblioteca no se han comprado libros en 15 años!

¿Y cuáles son los puentes con el ciudadano de a pie? Un ejemplo: los libros son demasiado caros en el país.

Y no solo eso, los libros y muchos artículos de las bellas artes son muy caros. Los impuestos son altos y fuertes. El Ministerio debe insistir en ello. Además, hay una cantidad de entidades que han publicado libros y que ahora están en las bodegas, incluso de este mismo ministerio.

¿Década perdida en cultura?

Hay que pensar en qué es lo que pasó. Los proyectos culturales son de largo alcance y no se puede cambiar de ministro cada seis meses o cada año.

¿Qué garantiza que usted no será un ministro más, el número 11 en 11 años?

Nada lo garantiza, a no ser el trabajo. Que se pueda trabajar con mística y talento para la cultura, para sensibilizar a los espacios políticos partidistas. Creo que el ministro de Cultura debería tener la oportunidad de estar los cuatro años o un periodo de tiempos significativo para organizar su trabajo. Se necesita un tiempo para mirar, un tiempo para evaluar, un tiempo para decidir. (I)