Gays, lesbianas y transexuales tuvieron un importante papel en el arte -y en la vida- a lo largo de la historia, desde la antigua Grecia al Renacimiento, pasando por el Japón del siglo XVIII y las tribus nativas americanas.

El Museo del Prado de Madrid quiere demostrarlo con un recorrido especial a través de su colección en ocasión de la WorldPride 2017, la mayor celebración del orgullo de lesbianas, gays, trans y bisexuales (LGTB) que se desarrolla estos días en la capital española.

Los visitantes pueden contemplar un busto de Aristogitón, agasajado junto a su joven amante Harmodio en la antigua Atenas, las pinturas de Sandro Botticelli, perseguido por sodomía, o de la artista francesa del siglo XIX Rosa Bonheur que vivió abiertamente con una mujer.

Publicidad

La ruta muestra que "en todas las culturas, en todos los tiempos, (independientemente de cómo) lo haya interpretado la moralidad y la religión, la homosexualidad es una realidad que existe y está pegada a la propia realidad del hombre", dice el comisario Carlos Navarro.

El primer piropo

En su libro "A Little Gay History" (Una pequeña historia gay), su autor Richard Parkinson asegura que "el deseo hacia personas del mismo sexo parece haber sido parte de la experiencia humana desde los tiempos más antiguos".

"En un poema del antiguo Egipto de alrededor del 1.800 AC, un dios masculino intenta seducir a otro diciendo '¡Qué trasero más bonito tienes!'", escribe el egiptólogo y excomisario del Museo Británico de Londres.

Publicidad

"Puede ser el primer piropo de la historia de la humanidad y es entre dos hombres".

La ruta del Prado muestra 29 obras, algunas ya expuestas y otras nunca mostradas, para reflejar cómo la comunidad LGTB ha sido retratada en tiempos de intolerancia y en tiempos de aceptación.

Publicidad

Un ejemplo es el busto de Aristogitón, cuyas esculturas se exhiben normalmente junto a las de Harmodio, su amante, pues los antiguos griegos aprobaban las relaciones sexuales entre un hombre mayor, el erastés, y uno joven, el erómeno.

Ambos mataron a uno de los dos tiranos de Atenas en el 514 AC, una hazaña que llevó a la democracia.

Tan agradecidos estaban los atenienses que les erigieron estatuas, las primeras del mundo clásico que no representaban a dioses sino a humanos y, para colmo, "a una pareja homosexual celebrada como instauradora de la democracia".

Mucho tiempo después, cuando se perseguía la homosexualidad, la existencia de estas estatuas de los clásicos fueron una oportunidad para recordar las relaciones entre el mismo sexo, dice Navarro.

Publicidad

Juicios de sodomía 

El Prado también evoca la historia de grandes personajes.

"Escenas de la historia de Nastagio degli Onesti" de Botticelli se incluye en el recorrido para explicar el giro del artista renacentista tras su juicio público por sodomía, del que fue absuelto.

En la Florencia del siglo XV, el arte clásico volvía a estar en boga y aumentaba el prestigio de esas sociedades antiguas que aceptaban la homosexualidad, provocando una severa reacción de las autoridades.

Conmovido por su juicio, Botticelli empezó a seguir a Girolamo Savonarola, un fanático predicador que "identificaba la recuperación del mundo clásico con la llegada de la corrupción al mundo cristiano", dice Navarro.

El artista, pionero en retratar la mitología clásica como evidencia su famosa obra "El Nacimiento de Venus", lo repudió y destruyó muchas de sus creaciones, añade.

Lo mismo ocurrió con Leonardo da Vinci, un hombre con una personalidad luminosa antes de su juicio por sodomía, que se volvió "introvertido" poco después.

Pero también hay buenas noticias en el recorrido como la pintura de Rosa Bonheur "El Cid", un retrato de un león, animal al que amaba y del que tenía ejemplares en su casa.

Bonheur fue pionera "en su sexualidad, en su forma de vida, pero también en el reconocimiento hizo de ella la sociedad. Era famosa, rica y mandaba en su vida" en un tiempo en que las mujeres solían quedar en segundo plano, explica Navarro.

Junto a la pintura hay una copia del permiso de "travestismo" emitido por la policía francesa para permitirle vestir pantalones.

En todo el mundo 

Más allá de Europa, otras culturas dejaron rastro del deseo homosexual.

Según Parkinson, en Japón "el amor entre hombres estaba culturalmente valorado" desde el mundo samurái hasta el de los actores.

En su libro muestra una estampa sobre madera del siglo XVIII del artista Suzuki Harunobu con una escena de sexo gay. Otro artista retrata a dos mujeres utilizando un juguete sexual.

También reproduce una prenda de muselina con la imagen de un "winkte", una categoría de hombres cuyas ocupaciones y roles sociales eran los de las mujeres en las tribus Sioux.

Como conclusión, Parkinson escribe que "la historia no pertenece únicamente a los vencedores mayoritarios y las minorías no deberían sentirse marginales".

"A largo plazo, nadie ocupa el centro. Pertenece a todos nosotros". (I)