Cuarenta y siete metros separan de la superficie la jaula donde por accidente quedaron atrapadas dos hermanas en el fondo del océano. A su alrededor, tiburones hambrientos.

El depredador vuelve a ser el villano de la película, un papel que le ha tocado repetidas veces desde que en 1975 se estrenó en la gran pantalla el clásico de Steven Spielberg.

Más de 50 cintas sobre tiburones han circulado por los cines, pero "47 Meters Down", que se estrena el próximo viernes 16 de junio en Estados Unidos y el 21 de julio en España, se desarrolla casi en su totalidad bajo el agua.

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Y como en todas las tramas de terror, uno, al borde del asiento, ruega a las hermanas Lisa y Kate (Mandy Moore y Claire Holt) que no entren al ruinoso barco de Taylor (Matthew Modine), y mucho menos que se metan en una jaula oxidada para sumergirse en el mar de México para ver tiburones, cuya atención atraen lanzando sangre al agua.

Pero si alguna vez respondieran a estos llamados lógicos, no existiría el género.

Es así como estas muchachas, con escasa experiencia en buceo, terminan a 47 metros de profundidad, con menos de una hora de oxígeno en sus tanques y rodeadas por tiburones.

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"Encuentro más aterradora la premisa de ahogarse, de quedarse sin aire, es una carrera contra el tiempo. Ese sería mi mayor temor, mucho más que los tiburones, que son de por sí bastante espeluznantes", dijo Moore en un encuentro con periodistas en el que participó la AFP.

"Desgastante físicamente"

El director Johannes Roberts decidió que una vez que las chicas caían al agua, no había necesidad de tener una cámara en la superficie.

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"No tenía interés en tener tomas con reacciones de Taylor o los otros en el barco. Imagínate que en 'Gravity' uno estuviera volviendo al puesto de control, hubiera matado la película", explicó.

Esta visión obligó a Moore y Holt a pasar ocho horas diarias por ocho semanas dentro de un tanque, a una profundidad de seis metros.

La película, que inicialmente sería distribuida solo en DVD, se filmó principalmente en Gran Bretaña, lejos de la paradisíaca costa mexicana que ilustra el filme. Otra parte en República Dominicana.

"No teníamos idea de cuán desgastante físicamente iba a ser", destacó Moore, que consideró que ella y Holt fueron conejillos de indias: "Nadie sabía el efecto que tendría ocho semanas filmando bajo el agua".

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La producción diseñó una máscara de 9 kg con un visor más grande para poder ver las expresiones de las actrices y un radio que les permitía interactuar.

Pero la comunicación con el resto del equipo de filmación era por señas. Las instrucciones del director llegaban desde la superficie a través de un parlante al tanque.

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Antes de comenzar a filmar, las actrices recibieron un curso básico de buceo.

En una escena, Holt llegó incluso a quitarse el equipo y colocárselo de vuelta en la profundidad. "Tuve bastante miedo, pero había gente cuidándonos", dijo la actriz australiana.

Una en casi 4 millones

Ochenta y un ataques de tiburones "no provocados" se registraron en el mundo en 2016, según el Archivo Internacional de Ataques de Tiburones (AIAT), que gestiona la Universidad de Florida desde 1987.

Ninguno de ellos fue en México.

Para Modine, que bucea desde adolescente, es un "filme sobre errores humanos".

"Es una película de horror sin el aspecto sobrenatural, es algo que puede pasar", dijo a la AFP.

Aunque reparó en que las probabilidades de ser atacado por un tiburón son casi nulas. "Tenemos más chance de ser alcanzados por un rayo o devorados por un hipopótamo", dijo el actor, que lamentó la muerte de 100 millones de escualos al año a manos del hombre.

El Museo Internacional de la Vida Silvestre de Tucson, en el suroeste de Estados Unidos, calculó que las probabilidades son una en casi 4 millones.

Pero este animal lo tiene todo para ser el villano perfecto, y 42 años después de "Tiburón", las películas que incluyen al escualo mantienen a cualquiera en ascuas en la sala.

Es el miedo a lo desconocido, a la oscuridad del océano, a lo impredecible. (I)