Por Gourman

“Los detalles de la decoración de Benvenuti da Mauro, en la calle Las Monjas y la Primera, con sus paredes de ladrillo visto, los típicos manteles a cuadros, o el techo repleto de botellas de vino, evocan de inmediato el ambiente de una verdadera trattoria italiana.

No iba hace mucho, y se me ocurrió injusto no haber escrito de Mauro, pues tiene historia. Es uno de esos pocos extranjeros que emprendió en el país y lleva muchos años dando de comer bien. Al llegar a Ecuador en 1980 puso una pizzería, de las pocas que había en la ciudad en aquellos tiempos.

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Luego abrió la Trattoria da Plinio en una esquina de Víctor Emilio Estrada, haciéndose de una clientela frecuente y fiel, la cual luego disfrutó de La Carbonara, restaurante en el que se estableció por más de una década. En aquellos tiempos de Guayaquil, buena comida italiana significaba La Carbonara, o la Trattoria del mítico Enrico.

Una particularidad de Mauro fue estar siempre presente atendiendo a sus clientes. La fortaleza de su restaurante hoy es la gran variedad de pastas. Probablemente el que más tipos ofrece en Guayaquil, encontrando fusilli, spaguetti, maccheroni, fetuccini, pasticcio, ravioli, gnocci, conchiglie, penne, brevette, angelotti, capeletti, tortelloni, canelloni y lasagna.

Debemos acotar que además de esta extensa oferta, la pasta es de muy buen calidad, pues es hecha en casa.

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Esta vez probamos los ravioli al prosciutto. Son rellenos de carne, con crema y pequeños cortes de prosciuto ligeramente tostado. Fue el plato que mis acompañantes más ponderaron.

Yo, en cambio, sentí los gnocci al salmón como el ganador de la noche. Preparados en una salsa con toques de vodka, crema de leche y pomodoro, con abundantes láminas finas del salmón ahumado. Me pareció un excelente trato para el salmón.

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Quizá la única crítica que puedo hacer a la cocina de Mauro es que en ciertos platos podría utilizarse menos de crema de leche. Sin embargo, en este, las proporciones eran las adecuadas.

Seguimos con spaguetti al cartoccio. Viene con camarones salteados al ajo e hinojo, terminados en pomodoro. Todo se cocina al horno envuelto en papel aluminio, conservándose así mejor los aromas y sabores. Pese a no ser un plato complejo, tiene un poco más de dificultad para lograr el término perfecto. Se sirvieron al dente, y los disfrutamos.

Otro plato que recomiendo es el scaloppine de cerdo al vermuth roso, pues tiene una muy buena reducción.

Las pizzas de Mauro son de primera. Hechas en horno con leña, de masa fina, tienen la textura y grosor ideal. Mi preferida es la de anchoas con tomate y queso.

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El servicio es bueno. En esta visita encontré al menos dos meseros que llevan décadas con la casa. Que recuerde, es el único restaurante con parqueo interno totalmente privado. Los precios son bastante razonables, con platos fuertes entre $ 13 y $ 17. (O)