(Publicado originalmente en La Revista del 19 de febrero del 2017)

Por Clara Medina (claramedina5@gmail.com - Twitter: @claramedinar)

Luego de tres años de la publicación de La muerte silba un blues, libro por el cual fue finalista del Premio Hispanoamericano de Cuentos Gabriel García Márquez, la escritora ecuatoriana Gabriela Alemán entrega a los lectores una nueva obra: la novela Humo, editada por el sello Random House. Es un relato de 200 páginas, en el que la Historia, con mayúscula, esa que habla de guerras, límites, países y personajes, se junta con la historia, con minúscula; es decir, con la vida cotidiana de seres humanos que no son héroes, ni próceres, sino ciudadanos de a pie, a quienes esa Historia, con mayúscula, toca, pues la sociedad es un engranaje. Todo está enlazado, aunque, a veces, no tengamos conciencia de aquello.

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Alemán, premio Ciespal de Crónica 2014, crea para este nuevo libro un personaje llamado Gabriela; sí, con el mismo nombre de ella y usa bastón, como ella. Esta Gabriela, el personaje, cuya nariz a veces sangra, vuelve a Paraguay luego de 17 años, porque su amigo Andrei, que ya murió, le ha dejado un sobre. A partir de la llegada a la casa de su amigo, que ya no luce como en sus recuerdos –la casa está descuidada, con maleza–, se desarrolla la trama, en la que se unen presente y pasado. La memoria, el testimonio, la documentación, las cartas, son fundamentales en esta novela, contada a partir de fragmentos y en distintas temporalidades. No es explícita. Se desarrolla en Paraguay y la figura de Alfredo Stroessner, el militar que por 35 años gobernó el país (entre 1954 y 1989), es clave, pues este hombre que repartió violencia y propició la corrupción interviene de forma directa o indirecta en las vidas de los personajes de Humo.

El libro retrata a un Stroessner joven y se ve cómo poco a poco va ganando poder, hasta convertirse en un ser casi omnipresente y todopoderoso. Al escribir de Stroessner, en realidad Alemán está escribiendo de todos los dictadores. De las ansias de poder. De esa maquinaria que lo secuestra todo y todo lo atropella. Y al hablar de la Guerra del Chaco, donde participaron algunos de los personajes de la novela, habla de las pérdidas, del despojamiento. También en esta novela se habla de las políticas genocidas contra los pueblos originarios. Y de la migración y de los sueños de futuro.

Andrei, en una carta a Palamazczuck, le dice: “Las palabras, amigo, nos marcan”. Las palabras, ciertamente, unas veces salvan, y otras, condenan. Andrei, por ejemplo, se lamenta de haberle dicho sí al joven militar Stroessner cuando este le pidió que lo curara de una enfermedad que le estaba empezando en su cuerpo. Andrei desconocía, entonces, que ese sí significaría, luego de un tiempo, su infierno. Pero, asimismo, queda claro que las palabras pueden ser abrazo, regazo, hogar. Y memoria. Humo es una historia de represión, de miedos, de separaciones y rupturas, a la par que de amistad y de solidaridad. Esa amistad que profesan, por ejemplo, Francisco y la propia Gabriela por Andrei. (O)