En un pequeño cuarto de una prisión en las afueras de la capital panameña, Kathia Thomas toca con cuidado la pequeña pantalla de una máquina digital donde escoge los colores y el tipo de bordado de su próxima prenda de ropa.

Acompañada de otras mujeres, y entre máquinas de coser, hilos, patrones y alguna imagen religiosa, Thomas, con 43 años y cinco hijos, prepara la próxima colección.

Ella forma parte del proyecto gubernamental IntegrArte, una marca de ropa, accesorios y artículos de decoración elaborados por personas privadas de la libertad.

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“Aquí el problema que tú tienes es el encierro, eso provoca muchas cosas, por eso me gusta siempre hacer algo para mantener la mente ocupada. La moda te libera”, dijo Thomas en entrevista.

En este penal, 25 mujeres trabajan para IntegrArte, mientras que otras 50 reciben cursos de costura. Su primera colección fue Paraíso Étnico, una combinación de estilos de los años 70 y 80 con técnicas tradicionales de los trajes típicos del país.

“Hacer moda me encanta porque es una manera de sentirme completamente normal”, señaló Claudia Luna, otra reclusa. (I)