Santos 0 - Barcelona 1… Se ve bonito el resultado. Y es intocable, queda archivado en la historia. Como quedan las tres victorias amarillas sobre Estudiantes, Botafogo y Santos, una en Argentina y dos en Brasil. Primera vez que un club ecuatoriano gana tres veces de visita en Copa. Y debe agregarse la conquista sobre Palmeiras en Guayaquil. Tres brasileños y un argentino, una cadena triunfal notable, tanto que en 58 ediciones de Libertadores apenas fue conseguida por otro equipo, el gran Peñarol campeón de 1982, que venció a Gremio, San Pablo, Flamengo y River, a los tres últimos a domicilio. Luego, como pastel, le agregó el éxito sobre Cobreloa en Santiago. Era el Peñarol de Morena, Venancio Ramos, Pinocho Vargas, Diogo, el Indio Olivera, Nelson Gutiérrez, Saralegui… Gente metedora. Y con Bagnulo de técnico y Cataldi de presidente. Mucha cosa. A ese Peñarol igualó este Barcelona, al menos en la estadística, que no dice todo, pero manda mensajes.

Son épocas más flacas, admitámoslo. Antiguamente, brasileños, argentinos y uruguayos eran máquinas de fútbol, hoy a causa del éxodo indetenible de figuras, son más tradición que poderío, su mejor virtud es jugar con once. Pero es preciso separar un tópico del otro: el mérito es enorme, está ahí, como está Barcelona en semifinales. Y podría ampliar aquella marca frente a Gremio. Que, no tenemos dudas, es perfectamente posible.

“Nadie nos quita el sueño de la Libertadores”, señaló Alejandro Alfaro Moreno en una extensa entrevista en El Gráfico, en abril de este año. Recién habían disputado un partido de esta Copa, ante Nacional de Medellín (2-1). Lo dijo pensando en un futuro no lejano. Puede que el sueño se le anticipe. En esta edición será campeón el que se atreva. Y Barcelona ya demostró que cree, está inserto en su propia mística copera. La mística es abstracta, pero existe. Cuando un club se torna copero esa vibración interior se transmite, une a las partes, agiganta las ilusiones, da coraje. “Barcelona parece dos equipos distintos, el del campeonato local y el de la Copa”, comenta Ricardo Vasconcellos. Porque la Copa le enciende la mística y ya sabemos que la confianza es el mejor jugador. El martes 12, Independiente eliminó de manera casi épica a Atlético Tucumán por Copa Sudamericana, jugando con diez hombres y con el árbitro soplando como viento norte, viento feo. Le afloró su célebre mística internacional. Al martes siguiente fue una lágrima y resultó eliminado por el mismo Atlético de la doméstica Copa Argentina. Hay clubes que tienen esa mística.

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En todo este viaje de retorno a los grandes momentos barcelonistas, más allá del mérito de los futbolistas y la capacidad del entrenador, se percibe además la seriedad institucional que han sabido imprimir José Francisco Cevallos, Alfaro Moreno y demás colaboradores. Está bien de la cabeza el club. Y cuando la cabeza anda bien, anda bien todo el cuerpo.

Tuvo grandeza y actitud, Barcelona. Y empezó a ganarlo desde la formación. Guillermo Almada alineó un sólo punta neto -Alvez- pero respaldado por tres volantes ofensivos -Esterilla, Damián Díaz, Marcos Caicedo-, un lateral con proyección permanente como Velasco y podríamos agregar en esa misma intención a Matías Oyola, que se desdobla en la contención y en el armado, al punto de ser quien más remató al arco rival. Salió a proponer, a buscar el partido con autoridad, Barcelona, sin importar donde se estaba jugando. Vila Belmiro fue la cuna de Coutinho, Pelé y Pepe, pero sus sucesores actuales están a miles de kilómetros de categoría ellos. Almada pareció entenderlo y lo comunicó.

La evidencia de la superioridad barcelonista y de la justicia del resultado es que Santos apenas tuvo un disparo franco al arco en toda la noche, el cabezazo de David Braz que se topó con el travesaño cuando ya Banguera parecía ajusticiado. Fue a los 18 minutos. Ya a los 14 Oyola había probado al aro con un fuerte zurdazo desde 25 metros que sacó con mucho esfuerzo Vanderlei al córner. Todo lo demás fue amarillo, el dominio y el gol. Un gol magnífico, por cierto. Clarividente apertura de Damián Díaz a la izquierda para la subida de Erick Castillo, perfecto centro en comba de este y Jonathan Alvez, con la decisión de un 9 bravo, anticipó y fusiló de cabeza al arquero.

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No abundan goleadores como Alvez en Sudamérica. Los dedos de una mano sobran para enunciarlos: Paolo Guerrero en Flamengo, Benedetto en Boca, Esteban Paredes en Colo Colo (ya con 37 años)… Los demás están todos en Europa, México, China... Tiene una agresividad fantástica en el área, que lo torna muy difícil de contener para los zagueros; une la potencia física a la impetuosidad, sabe primerear y rebotear, remata bien de cabeza o con los pies. ¿Cómo es que Liga lo tenía y lo largó…?

Ahora bien: es imperdonable en un jugador de 29 años, tan acostumbrado al gol además, que se haya quitado la camiseta en el festejo. Si no hubiese recibido tarjeta por eso, tal vez Carrillo no lo echaba en el toque posterior con el brazo a Alison. Que no fue codazo, golpeó levemente con su mano abierta en el cuello de Alison. Exageró el árbitro peruano y esa severidad puede costarle dos partidos al uruguayo, porque le mostró roja directa y la causa es agresión. Tremenda baja porque es un jugador que no tiene reemplazo. La expulsión posterior es de lamentar, Marques también es un elemento importante, aporta marca, temperamento y da equilibrio al medio, desahoga a la defensa, pero no deja de ser un volante de corte. Alvez es el gol. Y como dice Juan Ramón Carrasco, “en fútbol lo más importante es hacer gol, todo lo demás se puede arreglar”.

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En el primer tiempo no fue tan estricto Carrillo. Verissimo sujetó a Alvez al ingresar al área y continuó prensándolo una vez dentro. Nos pareció penal; no lo dio. Habrá tiempo de pensar cómo sustituir al goleador. Lo importante es el triunfo. Hubiese sido un crimen perder con este Santos. ¿Cómo se ha venido tan abajo el fútbol brasileño de clubes…? ¿Cómo este equipo marchaba invicto…? Buena pregunta, pero que la conteste otro. Para nosotros es inexplicable.

Vila Belmiro fue otra estación de esta andadura feliz. Hay que seguir el viaje con la misma fe. Ningún rival es superior a Barcelona; se puede. Ya saben de qué hablamos… (O)