El célebre grito periodístico, pronunciado muy de tanto en tanto en la vida de las redacciones, se dio en el caso de Emilio Lafferranderie el Veco, figura del periodismo deportivo en Uruguay, Argentina y Perú. Aquel “¡Paren las máquinas! generó su alejamiento de El Gráfico. Veco era un destacado especialista de boxeo y, como tal, asistió a infinidad de peleas. Fue enviado a Nueva York a cubrir el sensacional choque entre Joe Frazier y Muhammad Alí (hasta 1964 Cassius Clay). Lo que fue verdaderamente “El combate del siglo”, el primero, del 8 de marzo de 1971.

Es difícil que cualquier otro acontecimiento deportivo alcance la expectativa que despertó aquel fabuloso duelo entre estos dos colosos del ring. Se habló de él y se lo esperó durante meses. Se habla hasta hoy. Es preciso explicar que Alí fue declarado el más grandioso deportista de la historia y Smokin Joe era su temible rival, el que de verdad podía vencerlo. Frazier era campeón del mundo y debió pedir al presidente Richard Nixon un indulto para Alí, que cumplía pena por negarse a ir a la guerra de Vietnam, a fin de que pudiera realizarse el combate.

La pelea era un lunes muy, muy tarde, finalizaba en las primeras horas de la madrugada del martes, día en que aparecía la revista. Por ello El Gráfico decidió atrasar un día su salida y dispuso una gran cobertura. Todo el operativo se cumplió a la perfección y el Veco envió una larguísima nota en la que desconocía el triunfo de Frazier ya desde el título, que fue contundente: “TRES JURADOS DERRIBARON UNA ESTATUA”. En cristiano significaba que le habían robado la pelea.

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El resultado abrió un largo debate en todas partes. Al cabo de los 15 asaltos, como era de rigor antiguamente por campeonato del mundo, la victoria de Joe resultó unánime en las tarjetas. Fue una máquina de lanzar golpes durante tres cuartos de hora, y embocó muchos, aunque también recibió manos muy justas de Alí, cuya precisión y arte lo hacían siempre peligroso.

Como era de ley entre los periodistas, la opinión del enviado especial fue respetada.

Al llegar a la redacción a media mañana del martes, el director editorial Carlos Fontanarrosa, un gentleman que no había estado en el cierre, pidió a su secretaria un ejemplar de la revista, que estaba en plena impresión. Su primer acto fue leer la nota de la pelea, que él había visto por televisión. Apenas leyó el título se le erizaron los cabellos, frunció el ceño y protestó en voz alta:

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-¿Pero qué pelea vio este…? ¿Qué a Clay le robaron...? ¡Si Frazier lo molió a palos…!

En la misma proporción que ganaba adeptos con su arte, Clay generaba detractores con su fanfarronería. Millones estaban esperando verlo caer. Y esta vez había caído. Veco definía en su artículo al enfrentamiento como el del cerebro (Clay) frente al instinto (Frazier), la técnica versus la fuerza. La realidad es que uno era un genio y el otro un luchador, pero este había conectado muchos más golpes, aún cuando también falló centenares. Veco privilegió el talento en su nota. Fontanarrosa pidió urgente con el taller y preguntó cuántos ejemplares se llevaban impresos; 12.000, le respondieron. Ipso facto, casi como una imprecación, pronunció tres palabras célebres del periodismo gráfico:

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-¡Paren las máquinas…!

Se llamó a otro periodista a la casa (estaban todos de franco porque habían terminado el cierre tarde la noche anterior).

-¿Viste la pelea? -preguntó el director.

-Sí.

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-Para vos ¿quién ganó?

-Frazier.

-Perfecto, venite rápido a la redacción que tenés que escribir un comentario.

El Veco estuvo enojado muchos años con ese compañero por aceptar tan incómoda misión. Al cronista (que era de fútbol, no de boxeo), se le ordenó reescribir la nota en las partes en que se veía ganador a Clay, había que borrar lo de los jurados y resaltar la épica de Frazier, su emocionante entrega durante el combate, la cantidad de golpes que asestó, etcétera. Efectivamente, la nota se rehízo y se reemplazó. El encabezado fue cambiado a “SE CAYÓ UNA ESTATUA”. Es el único número en casi cien años de historia de El Gráfico en que se vendieron dos versiones de una misma edición. Los 12.000 ejemplares salieron para Córdoba, adonde la revista llegaba en camión y demoraba más. Hasta un mes después, por lo bajo, los muchachos de la redacción bromeaban sobre el tema (sin el Veco presente):

-En Córdoba todavía están pensando que ganó Clay...

A su retorno a Buenos Aires, ignorante de lo sucedido, el Veco bajó del avión en Ezeiza y en su ansiedad compró El Gráfico en el quiosco del aeropuerto. Quedó perplejo, dolorido. “Pero esto no es lo que yo escribí...”. Consideró el suceso una ofensa grave porque, además, la nota de reemplazo, que adulteraba su visión del combate, también llevaba su firma. Afrentado, enfurecido, tomó un taxi, fue directo a la redacción y tuvo un cruce de palabras muy agrio con Fontanarrosa. La relación quedó dañada y la dirección designó otro especialista en boxeo. Fontanarrosa era el uno, Veco el dos. Poco después, ya sin retorno en el entuerto, el Veco aceptó ser transferido a Canal TV, una de las publicaciones que editaba Atlántida, como Billiken, Somos, Para Ti, Chacra, Gente.

Ernesto Cherquis Bialo, concuñado del Veco y posteriormente director también de la célebre publicación, entendió a las dos partes.

-El Veco estaba muy ofendido y es comprensible, para los periodistas de antes la modificación de un concepto modificaba la relación, por eso el enojo. Fontanarrosa era muy respetuoso y no cambiaba nunca una nota, pero entendió que el juicio definitivamente estaba errado y pensó en el prestigio de El Gráfico, que hablar de pelea robada tal vez era un papelón. Cincuenta años atrás, la gente veía el deporte a través de los ojos de la revista. Esto hoy no pasaría porque el Veco hubiese estado comunicado por WhatsApp directamente desde el ring side con la redacción y se hubiese debatido, habría escrito una nota más consensuada. Antes no existía una comunicación tan directa.

Tal cual, el Veco fue a la cabina de télex, mandó su nota, le dieron el OK de recibida y se fue a cenar cerca del Madison Square Garden. No supo nada más hasta volver a Buenos Aires. Sucede en todas las actividades. El Real Madrid culpó a Di Stéfano de la derrota con el Inter en la final de la Copa de Europa de 1964, Alfredo discutió feo con Bernabéu y se tuvo que ir al Espanyol. Y era –lo es hasta hoy–, el emblema supremo del club merengue. (D)

 

Es el único número en casi cien años de historia de El Gráfico en que se vendieron dos versiones de una misma edición. 12.000 ejemplares salieron para Córdoba con el triunfo de Clay.