El título de esta columna es una despedida de un sueño que terminó siendo una pesadilla. Los mismos que nos hicieron ilusionar hoy se callan, son indiferentes y otros se declaran responsables –que es lo mismo que estar consciente de que deben asumir las consecuencias que produjeron sus decisiones. Y además, responder por ellas y si son erradas repararlas o, en un contexto formal, desagraviar por el daño producido–.

En una columna anterior identifiqué los perjuicios que pudieran impactar al fútbol ecuatoriano por una eventual eliminación a la cita mundialista. En lo futbolístico, el gran muestrario que es acudir a un Mundial ya no lo tendrán nuestra organización y nuestros jugadores, con las consecuencias lógicas que eso trae consigo.

Pero no podemos olvidarnos de otros perjuicios como el económico; es decir, todos aquellos ingresos que ya no entrarán a la FEF por preparación y participación en Rusia, y la dinámica económica que origina la presencia de una Selección –a través del marketing– en auspicios y patrocinio a nivel mundial.

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Y qué decir del mercado interno, de todos los medios de comunicación que adquirieron derechos de transmisión de la Copa del Mundo. La comercialización de su publicidad bajará en forma ostensible si no participa la Selección en Rusia 2018. Y hay algunas más, como el negocio del turismo que también se afectará. La lista sobre el daño producido es interminable, pero aquella que tiene que ver con la ilusión truncada del aficionado ecuatoriano no tiene precio.

Lo que deben saber los responsables es que esa molestia no se indemniza ni se resarce con un gesto fruncido, alegando cosas como: “y si quieren escucharlo, yo soy responsable del fracaso. Y para que se queden tranquilos, no renunciaré porque yo no abandono el cargo”. Pero por supuesto que en ese momento el técnico Gustavo Quinteros no mencionó que sí lo haría si negociaba con la FEF una jugosa indemnización como cláusula penal, la que consta en el contrato. ¿Qué tal?

Pero al margen de todo lo comentado, es necesario establecer el grado de responsabilidad que tienen los participantes directos de la Selección; me refiero, en su orden: a dirigencia, cuerpo técnico y jugadores.

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Los dirigentes. Escoger como DT a Quinteros terminó siendo una decisión equivocada. Posiblemente quienes lo hicieron debieron en su época conocer algo más del elegido, como sus antecedentes en manejo de selecciones, de su personalidad, que abarca relaciones, autoridad y respeto. Ahora nos damos cuenta de que ese análisis no fue lo suficientemente profundo. Los dirigentes no debieron dejarse llevar exclusivamente por el éxito que consiguió en el club que manejó en el campeonato.

Lo que sí debemos criticar es que, además, la dirigencia de ese entonces suscribió un contrato de trabajo con una onerosa cláusula penal por despido, que en ninguna instancia considera la proporcionalidad de la indemnización, tomando en cuenta el tiempo que falte para finiquitar legalmente. Lo que significaría en este caso pagar una gran suma de dinero faltando apenas dos fechas para terminar las eliminatorias y el contrato.

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Pienso que un error garrafal fue que la actual directiva de la FEF, en forma inexplicable, no dimensionó lo suficiente todo lo expresado por Quinteros cuando se conoció el contenido de una grabación. En ese audio él se refería en términos peyorativos e inapropiados a la capacidad dirigencial de quien actualmente maneja la Ecuafútbol. El error fue el no abrir un expediente disciplinario por haber faltado, por lo menos al código de conducta, para luego entrar a negociar en ese entonces su salida, cuando mejores opciones de clasificar existían. Se argumentó que la indemnización era tan alta que era preferible continuar aceptando unas disculpas en privado, en una reunión reservada del directorio de la FEF. A estas alturas, cuando en lo deportivo casi todo está consumado, el costo de haberlo mantenido y de liquidarlo a dos fechas es incuantificable.

El cuerpo técnico. Las convocatorias siempre fueron contrarias a sus ofertas iniciales, en las que aseguraba que los futbolistas debían de estar jugando en sus respectivos equipos. Pero sucedió lo contrario y siguió convocándolos. Mientras tanto el aficionado se preguntaba: ¿un jugador en pleno decrecimiento futbolístico, que no juega en su equipo en el exterior, es mejor que uno que juega en el campeonato nacional, en franco crecimiento? Para el DT, el apellido y los antecedentes de los llamados eran suficientes.

Las alineaciones muchas veces no fueron las apropiadas. Además, en la lectura del juego se hizo habitual en Quinteros tomar decisiones tardías en el momento de hacer modificaciones de jugadores.

Lo que creo que sí impactó internamente –aunque todo se lo manejó en un silencio interesado– fue cuando los seleccionados escucharon la frase dicha por Quinteros en la que aseguraba que él solo tomaba en cuenta las expresiones de Antonio Valencia y Cristhian Noboa. Es de imaginarse lo que debió afectar esta discriminación hecha pública; o si queremos abundar, decir que la altitud de Quito ya no era ventaja para la selección ecuatoriana. Y ni hablar de sus expresiones sobre el periodismo ecuatoriano.

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Los jugadores: Muchas veces pudimos escucharlos vencidos antes de los partidos y a otros con falta de motivación durante el mismo. La Selección no tuvo nunca grandes líderes dentro de la cancha. No observé alta categoría internacional de los jugadores en la Tricolor, salvo escasas oportunidades de Antonio Valencia y Noboa, que merecieron elogios fundamentados.

Nuestros futbolistas que juegan en el exterior fueron perdiendo continuidad al dejar de ser titulares en sus equipos.

Con estos antecedentes es fácil coincidir que hay motivos suficientes y de peso para darnos cuenta por qué le dijimos adiós a Rusia antes de que las eliminatorias terminen. Nos quedaremos con la tarea de que la dirigencia ojalá sea prudente en el momento de buscar un nuevo técnico. Uno que tenga el perfil adecuado para garantizar un proceso serio y que esté claro que para Catar se hace necesaria una renovación obligada. Solo así podremos ir olvidando y curando de todo el daño que nos produjo la actual eliminación del Mundial a Rusia 2018. (O)