Contrario a lo que usualmente puede ocurrir cuando algunos deportistas se retiran de la actividad, alejados de la atención de los fanáticos, medios de comunicación y compañeros, entran en una etapa de dificultades (por la adaptación), el pelotero Iván Rodríguez ha tenido últimamente días muy movidos y de intensas emociones.

Para confirmar lo que estamos diciendo, el 18 de enero anterior fue favorecido con el 76% de los votos –por encima del mínimo requerido– para ser ingresado al Salón de la Fama. Posteriormente, el 11 de julio pasado, en el estadio Marlins Park en Miami, se desarrolló el Juego de las Estrellas, en el que Rodríguez participó en todos los eventos, como charlas, sesiones de fotografías y firma de autógrafos, para rematar junto con otros brillantes peloteros hispanos en la ceremonia del primer lanzamiento, en el que fue el boricua el más ovacionado.

El 30 de julio anterior, en Cooperstown, Nueva York, fue la exaltación al Salón de la Fama, y entró junto con Tim Raines, Jeff Bagwell. Rodríguez se unió a Roberto Clemente, Orlando Peruchín Cepeda y Roberto Alomar como los únicos puertorriqueños en el recinto de los inmortales del béisbol. Cuando le tocó agradecer fue muy dramático. Secándose las lágrimas, Rodríguez dijo: “A mi padre, José, mi primer profesor de béisbol, mi mejor amigo. Tú fuiste el que me aconsejó para cambiar de lanzador y pasar a ser receptor. Si estoy aquí, mirándote a los ojos, como un miembro del Salón de la Fama, es porque tú eres Salón de la Fama”.

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Dirigiéndose a su madre añadió: “Mami, misión cumplida. Lo logramos. Lo hiciste, tienes un hijo de 45 años aquí en Cooperstown recibiendo una placa como uno de los mejores jugadores del béisbol. Es un honor increíble para mí”, dijo Rodríguez, aclamado por cientos de espectadores, muchos portando camiseta y banderas de Puerto Rico.

Durante un discurso en el que intercaló comentarios en español e inglés, resaltó sus raíces: “Aprovecho este momento en que estoy aquí, viendo todas esas banderas de Puerto Rico muy lindas, para pedir que las levanten muy alto ahora mismo, porque me siento bien orgulloso de ser puertorriqueño”. Rodríguez ostenta los récords de más juegos de las Mayores en su posición (2.427) y más outs por parte de un receptor (12.376). Bateó 311 jonrones y promedió .296.

Además es apenas el segundo catcher elegido al Salón de la Fama en la primera ocasión en que su nombre apareció en las papeletas de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica y se unió el ídolo de su niñez, Johnny Bench, el exastro de los Rojos de Cincinnati. Rodríguez no dejó de instar a que los jóvenes persigan sus ambiciones: “Un chico bajito de Puerto Rico, con un gran sueño. Nunca permitan que les quiten sus sueños”.

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En 21 temporadas, principalmente con los Rangers de Texas, fue elegido catorce veces al Juego de Estrellas. Ganó en trece ocasiones el Guante de Oro –otro récord– y se apoderó siete veces del Bate de Plata. Demostró en su trayectoria ser el jugador más completo de su posición entre su generación. También jugó con los Marlins de la Florida, Tigres de Detroit, Yankees de Nueva York, Astros de Houston y Nacionales de Washington.

Entre los periodistas ecuatorianos que habitualmente asistimos a la Serie Mundial, me cuento entre los que tuvimos el gusto de conocerlo, saludarlo, verlo entrenar y jugar. Así nos percatamos de que se trataba de un estupendo beisbolista y gran ser humano. Nos enteramos de que antes de cada partido a Rodríguez le gustaba tomar turnos extras en las prácticas de bateo, como un ejemplo al respeto que tenía con su deporte.

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Aunque se le reconoció mayormente como un jugador defensivo, por sus dotes detrás del plato, retirando corredores en las bases con su potente brazo, la realidad es que fue productivo en ambas facetas del juego, a tal punto que se ganó siete Bates de Plata. Ese es el segundo mayor total de estos premios entre los receptores, solo superado por Mike Piazza, miembro del Salón de la Fama desde el 2016.

En el plano colectivo también tuvo éxito yendo a dos veces a la Serie Mundial y ganando una de ellas, con los Marlins, en el 2003. De hecho, antes de ese Clásico de Otoño, fue pieza clave para que la franquicia de Florida avanzara a disputar el título contra los Yankees, luego de convertirse en el Jugador Más Valioso en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional, frente a los Cachorros de Chicago.

Rodríguez ya está en el Salón de la Fama. Uno de los mejores receptores y ya es inmortal, distinción que le permitirá recibir más condecoraciones, premios e invitaciones para charlas y otras actividades que lo mantendrán ocupado con lo que se alejará del síndrome del retiro que sufren otros grandes deportistas. (O)

En 21 temporadas, principalmente con los Rangers, fue elegido catorce veces al Juego de Estrellas. Ganó en trece ocasiones el Guante de Oro y siete veces el Bate de Plata.

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