Todos recordamos esos días fantásticos que nos brindó el inicio de la eliminatoria del Mundial de Rusia 2018 y a estas alturas hablar de méritos es inoficioso porque, futbolísticamente y numéricamente, rozaba lo perfecto. En el 2015 terminamos primeros en la clasificación, con cuatro partidos jugados, cuatro ganados, nueve goles a favor, dos goles en contra, para 12 puntos, de los cuales seis fueron ganados de visita (una victoria fue en el mismísimo estadio Monumental Antonio Vespucio Liberti, de Buenos Aires; y el otro en el Cachamay, de Puerto Ordaz).

Conocemos lo que sucedió a partir de la quinta fecha, hasta llegar a estos días del 2017, cuando a falta de cuatro jornadas para terminar las eliminatorias, la clasificación se ha complicado. Solo basta revisar el calendario restante, que nos pone en el camino a tres rivales muy fuertes, como son Brasil y Chile –a los que visitaremos–, recibir a Perú –el más accesible en la fecha 15– y cerrar las eliminatorias contra Argentina –que posiblemente viene a buscar el boleto directo en Quito–, con todo lo que eso supone.

Por donde lo analicemos, para que Ecuador clasifique a Rusia deberían suceder hechos prodigiosos. Es posible que nos anime el dicho de que “matemáticamente todavía tenemos chance”, aunque mantengo el criterio de que los números y las estadísticas toman vigencia cuando los partidos terminan y no antes. Peor es el panorama si el cálculo depende de lo que nuestra Selección pueda rendir en la cancha.

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Ecuador hoy se ubica sexto, con 20 puntos, lo que significa que estamos fuera de la zona de clasificación, tomando en cuenta que son cuatro las selecciones que van directamente al Mundial y la quinta a la zona de repesca, para enfrentarse el ganador del grupo de Oceanía.

Creo que todos conocemos por qué hemos llegado a ubicarnos en esta posición complicada. Todo viene de la mano con el descenso del rendimiento de varios jugadores, con la desconfiguración colectiva desde lo táctico y el desgobierno en el manejo del grupo; al final, todas estas razones impactaron directamente el rendimiento y por ende en los resultados.

Tal fue la crisis que la dirigencia de la FEF, en su momento, analizó la continuidad del cuerpo técnico y no pudo deshacerse de ellos por una razón netamente económica, versión confirmada por Carlos Villacís, cuando declaró que si Gustavo Quinteros dimitía, le aceptaba la renuncia. Y como para darles un soporte incluiría dos exfutbolistas para que traten el tema del camerino, con la finalidad de a que los directivos de Ecuafútbol “ya no los cuenten más”. Como es obvio, vale aplicar el dicho “al buen entendedor pocas palabras bastan”.

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Y como si fuera poco, el escenario se complicó más al conocerse la resolución de marras de la FIFA de otorgarle los puntos a Chile y a Perú, por una inobservancia de Bolivia, al utilizar al futbolista Nelson Cabrera –paraguayo nacionalizado boliviano–, quien no contaba con los años de residencia mínimos exigidos por los reglamentos (5 años), para representar a un seleccionado nacional. Y con esa resolución aplicaron el artículo 55, apartado 1 del código disciplinario de la FIFA, y el artículo 8 del reglamento de la Copa Mundial FIFA Rusia 2018, que le confirió tanto a Perú como a Chile, resultados a favor de 3-0, luego de que en la cancha Bolivia había obtenido cuatro de las seis unidades disputadas, por el triunfo ante Perú de local y empate de visita a Chile.

Y bueno, tras cuernos palos. El tema se enredó más cuando Chile tomó nuevos aires y se puso a punto de clasificación; y Bolivia –que muy poco le importaba Rusia–, auspiciada por terceros perjudicados, como son Ecuador, Paraguay, Uruguay y Argentina, decidió apelar el fallo de FIFA. Desde ese momento comenzamos a jugar otro partido más, pero este no en una cancha, sino en una mesa. Es conocido que en esa esfera juegan otros factores e intereses, tales como el peso de las influencias, el lobby eficiente y las presiones intrínsecas y exógenas, que en eventos decisorios siempre revolotean cerca de las esferas del poder futbolístico y si es el caso, agréguense también la calidad de los alegatos jurídicos que presenten los apelantes.

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La alternativa que Bolivia y sus socios escogieron fue acudir ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS, por sus siglas en inglés), en vista de que en esta instancia iniciaban un proceso nuevo y además era el escenario en donde se podrían presentar otras argumentaciones. Presentado el recurso, como efectivamente se hizo, permitió que comience un nuevo partido donde Ecuador espera que el resultado favorable aporte el hálito para seguir soñando.

El partido ya se está jugando en Lausana, Suiza, y la estrategia jurídica del apelante principal Bolivia, que radicaba en insistir que la acusación presentada por Chile y Perú, era extemporánea, en vista de que las reclamaciones de este tipo debían hacerse dentro de las 24 horas después de terminado el partido, perdió peso por dos razones: Chile alegó que en este caso correspondía la aplicación del código disciplinario en el capítulo sanciones, en donde no consta ese plazo y además, porque la FIFA, el máximo organismo del fútbol, se pronunció a favor de la tesis chilena. Lógico es pensar que contrarrestar aquello no es cosa menor.

La complicación mayor es que se apelaba una decisión que emana desde la FIFA y para conseguir derrotarla era indispensable que las misiones jurídicas de los otros interesados presenten otros argumentos que sustenten otros principios en derecho, que logren convencer a los tres árbitros designados para el caso (Barak, de Israel; Coccia, de Italia; y Pinto, de España).

¿Cuáles pudieron ser los argumentos que esgrimieron los apelantes?

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Entre los de más peso que pueden configurar una propuesta con fundamentos de hecho y de derecho, están los siguientes: 1. La resolución de FIFA viola la certeza jurídica, porque no considera que produce daño colateral injusto e ilegal, a varias asociaciones directamente implicadas en la clasificación, por ser improcedente e inoportuna. 2. Que debería primar el principio de que no se puede otorgar arbitrariamente puntos que favorezcan a selecciones que no ganaron en la cancha.

3. Que se pudiera crear jurisprudencia en casos análogos y premeditados.

4. La aplicación de la sana crítica, exige que la penalización deba ser descontando los puntos al infractor, para no perjudicar a terceros participantes.

Con estos y otros argumentos, el partido sigue jugándose en Suiza; y los tres jueces implacables emitirán su fallo, con carácter definitivo e inapelable, en cualquiera de estos días, antes que termine agosto. Ahí recién nos enteraremos si este partido crucial jugado en el tapete nos permitiría todavía seguir soñando en la clasificación al Mundial de Rusia. (O)