El Lava Jato ha adquirido una connotación universal. Lo que empezó hace tres años como una investigación de lavado de dinero fue destapando el mayor episodio de corrupción en la historia de Brasil. Cuando entró en escena el nombre de Petrobras, la empresa petrolera nacional de ese país, se destapó un asombroso entramado que fue arrastrando con fuerza ciclónica a políticos y empresarios, gracias a la verticalidad del juez federal Sergio Moro.

El expresidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, acaba de ser condenado a nueve años y medio de prisión. La expresidenta Dilma Rousseff fue echada del cargo tras un juicio político y su sucesor, Michel Temer, camina sobre la cuerda floja. La mancha siniestra se va extendiendo por todo el continente.

Lava Jato es un ejemplo de rectitud que da Brasil al mundo: investigar con responsabilidad y sin compromisos. Algo que en nuestro país necesitamos de urgencia en todos los órdenes, de modo particular en el fútbol. Pudimos emprender una tarea igual desde el 2015, cuando gracias a la fiscal de Estados Unidos se puso en evidencia el escenario de la corrupción en el balompié mundial. En Ecuador, las altas esferas del poder protegieron a un extitular de la Federación Ecuatoriana de Fútbol en recompensa por el papel que este jugó en el despojo a los clubes de los derechos de televisión que fueron luego comprados por el Gobierno a precio de gallina flaca, pues habiendo pagado una bagatela, los vendió luego a cadenas de cable. El negocio le salió casi gratis.

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Aunque la FEF emite boletines que aseguran que ha sido calificada como “institución ejemplar”, la idea es que todo sigue igual. El manejo del fútbol navega en el más absoluto desorden. Hace pocos días los jugadores del Clan Juvenil decidieron no entrenar por no haber cobrado desde mayo. El club respondió despidiéndolos. Interrogado un dirigente sobre estas anomalías calificó a los deportistas de “desagradecidos; no recuerdan las veces que hemos bebido juntos”. ¿Qué ha hecho la FEF antes esta situación provocada por el ningún control ejercido sobre los roles de pago de los clubes? ¿A quién va a responsabilizar por esta negligencia? ¿Cuál es el papel del ministerio de Relaciones Laborales y del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social para auditar a los clubes y obligarlos a responder ante los trabajadores?

La Asociación de Futbolistas de Ecuador (AFE) salió a exponer públicamente el caso, pero, como siempre, lo ha hecho tarde. El presidente Iván Hurtado, juega un incomprensible doble papel: es el líder sindical, pero también juega del lado de la FEF porque es asesor y consejero del presidente y miembro de la Comisión de Selecciones. Juega con dos camisetas, lo cual es inaceptable y debería serlo también para los miembros de la Asociación, que deben exigirle al exzaguero que se defina. Por esta condición la palabra de Hurtado carece de credibilidad.

Jorge Guzmán Mancilla, el gerente de la AFE, sí va de frente y no obra de contorsionista, como Hurtado. Guzmán ha denunciado lo que él llama el “ocultamiento de la realidad remunerativa”. Algunos clubes hacen firmar a los jugadores contratos por cantidades ínfimas, muy cercanas al salario básico. Los futbolistas lo aceptan porque consideran que se ahorran en el aporte personal al IESS. Igual los clubes. Lo que los jugadores ignoran es que si les toca demandar deberán hacerlo por el sueldo que firmaron.

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Tal como ocurrió cuando el Gobierno recibió el obsequio de los derechos de televización del campeonato nacional de fútbol, en época de la borrasca chiribogista, se anuncia hoy que los tiempos de la crisis financiera de los equipos es un cuento del pasado. El acuerdo se cocinó mucho tiempo antes, pero se lo anunció hace poco: la FEF vendió los derechos de televisión del fútbol ecuatoriano al uruguayo Paco Casal, un nombre que en algunos ambientes del balompié provoca admiración y en otros escalofríos.

Casal, dueño de las empresas Tenfield y GOL TV y representante de jugadores, se ufana haber empezado de pasabolas y hoy ser el hombre más rico de Uruguay, todo gracias a una pelota de fútbol, enorme audacia y aparente escasos escrúpulos. En poco tiempo fue el dueño de los derechos deportivos del 90% de los jugadores charrúas. Si un futbolista quería emigrar a Europa tenía que firmar con Casal. Se dice que los clubes uruguayos le debían hasta hace poco alrededor de $ 30 millones.

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En 1999 su empresa Tenfield compró los derechos de televisión del fútbol uruguayo. Fue una oferta polémica porque pagó $ 32 millones menos de lo que ofrecía la empresa Bersabel, integrada en parte por el grupo Clarín, de Argentina. Por $ 50 millones se quedó con los derecho del fútbol celeste. Luego sumó los de la selección nacional, los de la imagen del seleccionado, del marketing, de la negociación por la indumentaria, hasta llegar a ser el organizador partidos amistosos. Es tan poderoso el empresario que antes del Mundial 1998 impuso al argentino Daniel Pasarella como entrenador de Uruguay. El exdefensa de River Plate convocaba a los jugadores que Casal trataba de negociar en el mercado de Europa.

Dos hechos muestran las ‘maneras’ de Casal, a quien la FEF ha presentado como un gran empresario. Luego del Mundial de Alemania 2006, Casal se reunió con Juan José Ramos –integrante del Consejo Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF)–, con la intención de discutir asuntos de Peñarol. Según relata Ramos, en el diálogo, Casal le advirtió que estaba en posibilidad de ordenar su desaparición por un monto de dinero. “Vos no te metás en nada, mirá que yo le pago a un camionero para que te pase por arriba y arreglo para que aparezca que se trató de un accidente”.

El otro caso habría ocurrido con el expresidente de la AUF, Sebastián Bauzá, con quien Casal mantenía un tenso entredicho por los derechos de televisión de la selección uruguaya para el Mundial 2014. La revista Caras y Caretas, en septiembre del 2011, reprodujo el presunto diálogo entre ambos: “Vas a ir a comprar dulce de leche y no vas a poder comprarlo; si vas a comprar harina para tu confitería, tampoco vas a poder comprarla porque no voy a dejar que te la vendan”, le dijo Casal a Bauzá, según la versión. Estas presuntas amenazas aluden a la empresa que Bauzá gerenciaba, la confitería Lion D’Ors. “Y tené cuidado con tus hijas cuando salgan del Colegio Seminario”, agregó luego Casal, según la revista.

Este será el gran socio de la FEF hasta el 2028. ¿No es cierto que necesitamos un Lava Jato futbolero? (O)

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La FEF vendió los derechos de televisión del fútbol ecuatoriano al uruguayo Paco Casal, un nombre que en algunos ambientes del balompié provoca admiración y en otros escalofríos.