Podría poner en su tarjeta: “Manuel Uquillas Silva. Cinco veces campeón nacional con Barcelona, máximo goleador torero en la historia del Clásico del Astillero. Finalista de la Copa Libertadores 1990”. Pero sería una pérdida de tiempo imprimirlas porque el Matador no necesita presentación. Durante una década fue dueño del centro del ataque canario y los que cambiaban eran sus acompañantes ofensivos. Fue un jugador aguerrido, con gol, técnico y socio ideal de varios volantes de creación. Surgido de las canchas del colegio Vicente Rocafuerte, pasó a Liga Deportiva Estudiantil (LDE) antes de ir a Barcelona, donde Uquillas debutó hace 30 años.

¿Qué se siente anotar goles para un club tan popular?
Convertir un gol es la máxima expresión del fútbol para quienes somos delanteros, e incluso para quienes no lo son. Anotarlos para Barcelona es indescriptible por la emoción de ver a un estadio lleno,
con toda la gente que salta de alegría y vestida de amarillo.

¿Era más especial hacerle goles a Emelec?
Normalmente, jugué el Clásico del Astillero con estadios llenos y siempre la sensación de hacérselos a Emelec será diferente porque es el rival
de barrio. Para quienes son, o fuimos, delanteros toreros, será siempre especial marcarles un gol a los azules.

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Su víctima mayor fue Israel Rodríguez. En un partido le hizo tres goles (22 de julio 1990). ¿Qué le diría de los ocho que le hizo si estuviera aquí en este momento?
Con Israel tenemos una buena amistad, a pesar de haber jugado en equipos diferentes. Cuando nos encontramos en algún lugar hablamos de los goles que le anoté y le digo que él fue mi mejor ‘cliente’
en el Clásico del Astillero,
pero él siempre niega eso.

¿El gol en cuartos de final de Libertadores (1990) es el más importante que hizo en el Clásico del Astillero?
Ese gol siempre va a ser importante, especialmente para la hinchada. La gente aún me lo recuerda. La anotación aún está latente entre los barcelonistas porque Carlos Gerardo Russo, de Emelec, falló un penal. Y un centro de Jimmy Izquierdo, al minuto 32, lo cabeceé y anoté el 1-0.

¿La final copera de 1990 se las ganó Olimpia con ayuda, con cosas raras?
El árbitro argentino Juan Carlos Loustau reconoció que se equivocó. No hay la certeza de que el compromiso se ganaba con el gol que me anularon a los 9 minutos (fue 2-0 en la ida y 1-1 en la vuelta), pero tal vez habríamos tenido más tiempo y tranquilidad para hacer el segundo. Con el pasar de los años mucha gente que estuvo inmersa en ese partido, como árbitros y dirigentes, dan un poco a entender que existió ‘mano negra’ en el juego y también inexperiencia en nuestra dirigencia, lo que impidió que Barcelona sea el primer equipo campeón del país en la Copa Libertadores.

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¿Qué Barcelona fue el mejor que integró?
El de 1995. Se jugaba bien, había buenos futbolistas, un buen camerino y me sentía a gusto. Ese año, de los nueve que estuve en el club, fue en el que más actué; jugué la totalidad de los partidos.

Pero en 1994, siendo figura, lo enviaron a Espoli.
El factor para mi salida de Barcelona fue por un error que cometí en Chile, en 1993, (contra Universidad Católica. por Copa Libertadores. En un tiro libre se aparta y el disparo termina en gol). Los dirigentes me culparon y tuve que ir a la Espoli en 1994. Ese año quedé goleador y mejor futbolista. En la temporada 1995 Barcelona me reincorporó a su plantilla.

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¿Qué es lo más emotivo que ha vivido fuera del terreno, comparable con marcar un gol para Barcelona?
El nacimiento de cada uno de mis hijos ha sido lo más importante y emocionante.

¿Su once ideal de todos los Barcelona que integró?
Es complicado, pero pondría en el arco a Carlos Morales y José Cevallos; compartieron grandes cosas conmigo. En la zaga, Jimmy Izquierdo (+), Jimmy Montanero, Hólger Quiñónez, Fausto Klínger. En la media, Galo Vásquez, Toninho Vieira, Mario Saralegui y José Gávica. Carlos Muñoz (+) y yo.

¿Quién lo entendía mejor en la cancha en Barcelona?
José Gavica. Teníamos buena química en la cancha y por eso armábamos buena dupla. Cuando Gavica traía el balón yo sabía qué debía hacer para perforar el arco del rival.

A veces da la sensación de que usted siente que no se fue bien de Barcelona.
Las dos veces que salí del club no me fui bien. En la primera fui culpado de un error por la dirigencia en un juego por la Copa. En 1995 retorné triunfalmente, pero en 1997 tuve una salida no deseada; aún era joven, de 33 años. Fue por problemas con Rubén Insúa, el técnico de entonces. Esos inconvenientes hicieron que mi retirada no fuera como debió ser: con el aplauso del público, con una buena despedida por estar nueve años en Barcelona.

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¿Le quedó algo pendiente por hacer en el fútbol?
La Selección. Estuve cuatro veces en la Tricolor, pero no tuve la oportunidad de actuar en la cancha, quizás porque en ese tiempo había mejores delanteros, según la visión de los técnicos. En la era de Dusan Draskovic se privilegió al jugador físicamente fuerte, y en ese aspecto yo no entraba.

¿Hay personas a las que les deba algo en el fútbol?
A Dios, por darme facultades para jugar al fútbol, y a mi familia, que me dio su apoyo. También a dos amigos porque yo no me veía como futbolista profesional y lo fui gracias a ellos. Uno es Tomás Murillo, amigo de barrio; el otro es el profesor Javier Varela (del Vicente Rocafuerte). Él me ayudó a ser jugador completo cuando llegué al fútbol.

¿Qué cosas le dejó el fútbol?
El reconocimiento de la gente, que es lo más importante. Cuando se aproxima un Clásico del Astillero sale mi nombre a luz y eso hace que sea parte de la historia de Barcelona. (D)

Mis mejores DT fueron Salvador Capitano, quien me enseñó a jugar mejor, y Jorge Habegger, de quien aprendí más disciplina.Manuel Uquillas, Exgoleador canario