Lo del domingo pasado (el empate a 1) lo alcanzó en un final agónico, gracias a una genialidad de Lionel Messi. Él se fabricó la falta, él la puso donde duermen las telarañas. Antes de eso había reventado un balón contra el palo y antes aun había provocado un penalti, una mano con la que un Bruno Soriano gateante desvió su disparo. No lo vio Iglesias Villanueva, provocando una nueva irritación entre los barcelonistas que no aplacaría una posterior mano de Javier Mascherano. El Barça tiene razones para sentirse desdichado con la suerte en el partido de ayer, pero hay algo más.

Ese algo más es que detrás de Messi no hay un equipo. Tiene cerca algunos buenos jugadores, incluso excelentes. Andrés Iniesta, claro. Y el brasileño Neymar, que crea peligro, aunque finaliza mal. Está la insistente percusión de Luis Suárez, aunque anda fuera de forma. Está Gerard Piqué, claro, ese puntal. Pero lo demás palidece. Voluntad sin picardía, jugadores cansados como Sergio Busquets, refuerzos que no refuerzan, porque son cómodos o inocentes. Cada vez con más frecuencia vemos partidos así, en los que el Barça solo resuelve lo que resuelve Messi. El domingo anterior (de visita en el estadio El Madrigal), un gol, un tiro al palo, un penal birlado. Todo suyo. El resto del equipo apenas suma.

Esa está siendo la diferencia entre el Real Madrid (primero, con 40 unidades) y el Barcelona (tercero, con 35. Segundo marcha el Sevilla, de Jorge Sampaoli, con 36 puntos), esa diferencia que se va haciendo más visible en la tabla poco a poco.

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Zinedine Zidane (entrenador de los merengues) tiene un equipo, un montón de jugadores que aportan, puede decirse que todos los de la plantilla. Ya no depende de la BBC (Gareth Bale, Karin Benzema, Cristiano Ronaldo). El Barça tiene un primer once bueno pero cansado, hasta rutinario en su juego. Y luego, a Messi. La noche del domingo pudo ganar... por Messi. Empató por Messi. Como en Sevilla, dio la vuelta al partido por Messi. Pero hace falta algo más que un solo jugador, aunque sea grandioso, para mantenerle el pulso a este Real Madrid del francés Zidane, que ha alcanzado un poderío formidable. (O)