Los años olímpicos suelen marcar el calendario y la consideración que se tiene de los mejores atletas del año, que en el 2016 produjeron en Río de Janeiro las hazañas y las decepciones típicas en los Juegos. Los nombres de los grandes campeones se repiten sin cesar desde agosto.

Usain Bolt, Michael Phelps, Simone Biles, Katie Ledecky, Katinka Hosszu y Mo Farah aparecen en todas las listas que registran a los mejores del año, donde tan importante como los resultados es la publicidad que rodea a las estrellas del deporte, y hasta su ubicación geográfica. No es lo mismo ser estadounidense o europeo que africano en un mundo de poder septentrional. Ningún atleta refleja mejor que el sudafricano Wayde Van Niekerk la divergencia entre su magnitud en la pista y el eco de sus proezas. Rara vez se lo menciona entre los mejores deportistas del mundo.

Escoltado por dos colosos (Usain Bolt ganó en Río los 100 y 200 metros y el keniano David Rudisha repitió en los 800 metros la victoria de Londres 2012), Van Niekerk ganó la mejor carrera que se ha visto en los 400 metros. Por primera vez en la historia, tres atletas bajaron de 44 segundos, pero ese dato estadístico es apenas relevante frente al portentoso récord mundial que logró el sudafricano. Su marca (43 segundos, 03 centésimas) desalojó el récord del atleta estadounidense Michael Johnson, autor de los inolvidables 43s18cs en el Mundial de Sevilla 1999.

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Desde 1968, el récord de 400 metros solo se ha batido en tres ocasiones, una muestra de los formidables muros que se levantan en la denominada prueba asesina. La primera marca por debajo de 44 segundos se estableció en los Juegos de México. El registro (43.86 segundos) del estadounidense Lee Evans fue inabordable hasta agosto de 1988. Lo destrozó Butch Reynolds en la reunión de Zúrich, con una marca de 43.29 segundos. El récord de Michael Johnson llegó 11 años después. La magnitud de las secuencias explica el prestigio de los récords de 400 metros y el tremendo desafío que supone derribarlos.

Quizá ninguna carrera en Río 2016 había despertado más interés para los aficionados que los 400 metros planos. Tres atletas (Van Niekerk, el granadino Kirani James, y LaShawn Merritt, estadounidense) se repartían los pronósticos en proporciones similares. Merritt había ganado el oro en Pekín 2008, James venció en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Van Niekerk llegaba acreditado por su condición de campeón mundial del 2015. Los tres habían demostrado en las semanas previas a los JJ.OO. una perfecta puesta a punto.

Van Niekerk era el menos conocido, pero figuraba como ligerísimo favorito. En marzo había corrido los 100 metros en 9.98 segundos. Un año antes, en Lucerna, bajó de los 20 segundos (19.94s) en los 200 metros. Su mejor marca en 400 (43.48 segundos en el Mundial de Moscú 2015) le situaba como un evidente candidato en Río.

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Sus registros tenían una lectura añadida: Van Niekerk era el único atleta en la historia que había bajado de 10 segundos en los 100 metros, de 20 segundos en los 200 y de 44 segundos en los 400 metros. Solo quedaba por despejar un interrogante: su respuesta en la mayor cita del deporte.

Natural de Ciudad del Cabo, mestizo, entrenado por una bisabuela de 74 años, Wayde Van Niekerk representa el extraordinario potencial de Sudáfrica en el deporte y el progreso que se aprecia en un país que mantuvo la segregación racial hasta 1992. Van Niekerk forma parte de una generación que ha convertido a Sudáfrica en una de las cuatro principales potencias del mundo en las pruebas de 100, 200 y 400 metros. En Río no defraudó. Su exhibición en la final figura como la cumbre de la semana olímpica del atletismo.

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Aunque su veterana entrenadora afirma que todas las calles son iguales porque en todas se corre la misma distancia, no había noticias en los 400 metros de un ganador olímpico por la calle exterior, la que ocupó Van Niekerk en Río de Janeiro.

Entre otros problemas significaba uno especialmente grave: la falta de referencias visuales de sus adversarios. Van Niekerk tenía que correr la mejor contrarreloj de su vida para ganar a James y Merritt. Se daba por descontado que bajarían de 44 segundos. Por lo tanto, Van Niekerk tendría que aproximarse al récord mundial, o batirlo, para ganar la carrera.

Aunque su complexión física impone menos que la de Kirani James o La Shawn ­Merrit, el atleta sudafricano agrupa velocidad, resistencia, capacidad agónica y la inteligencia para combinar todas esas cualidades con una precisión excepcional. Es un manual ambulante de los 400 metros. Lo demostró en una carrera donde se sospechó de su excesiva velocidad en los primeros 200 metros. Se interpretó que era producto de su falta de referencias.

La reacción de James y de Merritt fue todo lo vigorosa que se podía esperar. Parecieron acercarse a Van Niekerk antes de la última recta, pero su esfuerzo no les dio resultado alguno. Desfallecieron en los últimos 100 metros, consumidos por los lactatos, al contrario que Van Niekerk, cuya recta fue sensacional. No descompuso la figura en ningún momento, ni dio sensación de quebrarse. Fue un cohete frente a sus dos rivales. Su victoria fue tan aplastante como su registro: 43.03 segundos, una marca sideral que le empuja al abismo de los 42 segundos. Nadie ha entrado en ese territorio y nadie tiene más posibilidades de explorarlo que Wayde Van Niekerk, el atleta del año. (O)

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Bolt, Phelps, Biles, Ledecky están en todas las listas que registran a los mejores del año, donde tan importante como los resultados es la publicidad que rodea a las estrellas del deporte.