Lucho Drouet Santos camina en las mañanas por la avenida 9 de Octubre y se detiene en cada esquina, a ambos lados de la arteria principal de Guayaquil. Lo llaman de todos los bancos y empiezan las carcajadas que provocan las ocurrencias de un guayaquileño legítimo que es ya parte del paisaje ciudadano. Pelo plateado, camisa elegante y original, pantalón casi siempre blanco y zapatos del mismo color. Sorprendentemente joven para su edad respetable, completa su pinta con gafas de marca. Damitas de las seis décadas, al menos, le sonríen coquetamente y suspiran, pero Lucho es hombre fiel.

Lo vi jugar al menos ocho temporadas y me quedó adherida a la memoria la imagen del futbolista elegante, inteligente, hábil, de gran entrega por la divisa que defendió en toda su carrera: la del 9 de Octubre de los tiempos del viejo estadio Capwell. Jugador raro era Lucho, porque era uno de los pocos que manejaba las dos piernas, lo que le permitió jugar de interior derecho e izquierdo cuando las delanteras las formaban cinco futbolistas, no las anémicas de hoy de un solo atacante.

“Esa habilidad la adquirí gracias a don Gregorio Esperón que llegó en 1950. Yo era pequeño y frágil, por lo que no me hacía el trabajo físico. Me colocaba al fondo de la cancha ante un tablero con números y me ordenaba patear con ambas piernas al número que escogía. Así fue que aprendí”, cuenta.

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Hombre educado, se formó en el colegio Mercantil de donde salían los mejores contadores. No jugó índor en su barrio de Machala y 9 de Octubre porque los estudios se lo impedían, pero un día don Alberto Muñoz, que era presidente del club octubrino, lo vio hacer malabares con el balón, se impresionó y lo invitó a jugar en un equipito de la Liga Independiente: el Armenia. En 1944 lo llevó a las filas juveniles del equipo. Su hermano Víctor ya jugaba en los famosos ‘cadetes’ del Panamá con Fausto Montalván, pero Lucho prefirió ir al 9 porque allí se encontró con dos cracks con los que jugaría por muchos años: Marcos y Jorge Izaguirre.

En 1946 le tocó debutar en primera en un encuentro con Emelec, que fue campeón de esa temporada. De allí nace una sabrosa anécdota: “En La Atarazana, con el Armenia, jugando con grandes equipos del Camal, de las Cinco Esquinas y del Cerro Santa Ana, aprendí a ser muy pícaro y a alzar la vista para eludir los hachazos. Recibí el balón, levanté por fracciones de segundos la cabeza y vi encima de mí, a pocos metros, al famoso Enrique Moscovita Álvarez, que había regresado de jugar en Lanús de Argentina. Resolví con viveza: le hice un túnel. Yo tenía 18 años y no me perdonó nunca. Ese día jugué con Leonidas Villao, yo de entreala derecho, el famoso Enrique Gorra de Paco Herrera, José Vivar y José Herrera. Así me bauticé en el fútbol grande”.

Se afirmó como titular en 1947 cuando dejó el balompié uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos, Alfonso Suárez Rizzo, que triunfó en Colombia, Cuba y Chile. “Siempre digo que haber sustituido a don Alfonso es un honor incomparable” me dijo alguna vez mi buen amigo Lucho.

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Cuando se inició el profesionalismo ya Drouet era un jugador consagrado. Fue la época de las primeras contrataciones esmeraldeñas: Carlos Castillo, Ricardo Valencia y Rómulo España. Los trajo a Guayaquil un gran dirigente: Manuel Adolfo Varas Sáenz. El primer duelo de la historia del fútbol profesional lo jugaron Emelec y 9 de Octubre en un torneo amistoso el 2 de diciembre de 1950.

Aquel día los octubrinos formaron con Alfredo Freire; Fernando Guzmán y Ricardo Valencia (Galo Vargas); Jorge Izaguirre, Marcos Izaguirre y Jorge Campodónico; Raymundo Icaza, Rosendo Vargas, Rómulo España, Luis Drouet y Santiago Osorio.

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Aquel 1951 los octubrinos tuvieron su primera delantera famosa: Vicente Vargas, Drouet, España, Rosendo Vargas y Osorio. En 1952 llegó al plantel de ‘los negritos’, como llamaban al 9 de Octubre, Carlos Cabello para ser interior derecho. Drouet pasó a ser interior izquierdo y formar un ala zurda memorable con el cañonero Osorio, junto con Vicente Vargas en la punta derecha y España o Pedro Figueroa en el centro del ataque.

En 1953 Drouet pasó a mostrar sus inclinaciones de maestro. El presidente Varas lo encargó de los juveniles y allí descubrió a quien sería poco más tarde su compañero de equipo, Rómulo Gómez, y a otro gran valor de ese mismo barrio, Aquiles Álvarez. Sobre el recordado Cucho Gómez contó que al inicio era delantero y que con ocasión de una gira se produjo la baja de España por lesión. “Tengo un sustituto en los juveniles” dijo Lucho y así fue como entró Gómez al fútbol grande.

Ese mismo 1953 apareció en el Capwell la que es, sin dudarlo, la mejor delantera octubrina de los años 50: Vicente Vargas, Marcos Machucado Gómez, Pedro Figueroa, Drouet y Osorio.

De 1954 hay algo que nuestro personaje recuerda con gran emoción. El equipo de conscriptos del Batallón Cayambe venía barriendo con todo los que le enfrentaban. El 8 de octubre se programó un partido entre el Cayambe y la llamada Selección Civil. Por los militares alinearon Hugo Mejía; Colón Bajaña y Gerónimo Gando; Orlando Zambrano, Washington Villacreces y César Solórzano; Mario Saeteros, Enrique Cantos, José Balseca, Roberto Leyton y Gereneldo Triviño. El improvisado equipo de los civiles formó con Pablo Ansaldo; Honorato Gonzabay y Leonardo Mondragón; Ricardo Valencia, Rómulo Gómez y Galo Solís; Carlos Cañola, Júpiter Miranda, Marcial Astudillo, Drouet y Clímaco Cañarte. “Dimos la gran sorpresa, pues ganamos 4 a 2 en el único encuentro que perdió el Cayambe. Yo hice tres goles, pero EL UNIVERSO solo me dio dos”, dijo el Viejo Drouet como lo llaman cariñosamente en la esquina de 9 de Octubre y Córdova.

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Fue seleccionado de Guayas en 1953 y 1954 y nacional en 1955 al Sudamericano de Chile. Reforzó a todos los equipos guayaquileños, menos a Everest. Fue un gran maestro en las filas octubrinas y en Emelec, y de sus manos salieron grandes jugadores como Israel Rodríguez, Kléber Fajardo, Isidro Collahuazo, Washington Ascencio, Javier Delgado Pineda, Ivo Ron, Vidal Pachito, Jorge y Wellington Valdez y muchos más. Pero la gran obra de Drouet ha sido su familia y su mejor medalla el afecto que supo ganarse como jugador y caballero sin tacha. (O)

De sus manos salieron jugadores como Israel Rodríguez, Kléber Fajardo, Washington Ascencio Javier Delgado Pineda, Ivo Ron, Vidal Pachito, Jorge y Wellington Valdez y muchos más.