El palco 4 del estadio Monumental recibe, en cada partido de Barcelona como local, a Sara Guerrero Hidalgo, hincha del equipo torero hace casi 60 años.

Con la camiseta de su equipo o de blanco, con un look muy pulcro y arreglado para la ocasión, llega incluso a los juegos previos -de las divisiones inferiores- y luego ve el partido principal. Ir al Monumental es para ella como ir a una fiesta.

Sara no es una hincha eufórica, no se hace selfies ni graba videos. Está callada,  observa atenta cada jugada. Son sus ojos los que expresan alegría o molestia cuando la alineación no está funcionando y los goles no entran, como el pasado 23 de noviembre, en el partido contra Independiente del Valle. 

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Ese día, a pesar del dominio de Barcelona, las jugadas no terminaban en gol. La molestia de Sara era evidente, pero cuando el árbitro pitó un penal a favor de los amarillos y Johnatan Álvez hizo el gol, se levantó de su silla para celebrar mesurada por unos segundos. Luego, de vuelta a la normalidad. “Con un 1-0 está bien, con tal de que ganen”, comentó.

Sara ha ido a tantos partidos que se le hace difícil escoger un jugador favorito o el mejor recuerdo de su equipo, pero cree que el más especial fue cuando fue a la primera final de la Copa Libertadores que Barcelona jugó con Olimpia en 1990 en el mismo Monumental y la segunda final en 1998. También los más antiguos, cuando comenzó su amor incondicional por Barcelona.

Fue en 1959, cuando se inauguró el estadio Modelo, ahora llamado Alberto Spencer. “Jovencita”, dice, su cuñado -que era barcelonista- la llevó al estadio junto con su hermana. A partir de allí no dejó de ir nunca, salvo que tuviera algún problema muy grave. Iba con su familia o sola, luego, coincidentemente se cambió a vivir a la ciudadela Kennedy y podía llegar caminando, hasta que construyeron el Monumental, a donde llega en taxi.

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En los años del Modelo no habían tantas hinchas mujeres, pero las pocas que iban a menudo se conocieron, no importó de qué equipo eran seguidoras, y formaron una amistad que continúa hasta hoy. De esos años, extraña el buen comportamiento en el estadio, ya que antes “la gente era más educada”.

Sara no es de viajar demasiado, por ello no asiste a los partidos que Barcelona juega de visitante, eso los ve por televisión. Le gustan otros deportes como el béisbol, y solía ir a los torneos en el Yeyo Úraga o en las canchas de la Kennedy. Pero el fútbol es su preferido, es hincha del Barcelona de España y de la selección de Brasil, y confiesa que aunque nunca ha jugado fútbol, “si hubiera nacido recién, sí jugaría”.

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En el entretiempo del partido contra Independiente, Sara conversaba con dos amigos. Cristian, que está sentado junto a ella, cuenta que ella sabe mucho de fútbol y le gusta opinar acerca del rendimiento del equipo, a quién sacaría de la cancha, por quién lo reemplazaría.

Él suele llevarla a casa luego de los partidos, cuando Sara no va con alguno de sus sobrinos, que también son hinchas del equipo. En las gradas, muchos la conocen y hasta le piden que se tome fotos con ellos.

Sara se sienta en una silla cercana a su palco, que compró cuando el estadio estaba en construcción, en donde tiene mejor visión. A su alrededor hay muchos tipos de hinchas: los que no pueden parar de gritar, los que insultan, los que se comen las uñas. Ella continúa viendo el partido callada. “Yo no lloro”, aclara, pero se le nota el 'orgullo torero' cuando oye las canciones de Barcelona de fondo y canta, cuando dice que irá a celebrar la nueva estrella al estadio, a donde sea, porque vamos a quedar campeones, “somos los mejores”. (D)