Los barcelonistas quizá han olvidado qué se siente perder en su estadio, su equipo tenía 420 días invicto en el Monumental, hasta que lo visitó Emelec el domingo y perdió el partido que no debía perder. Tal vez por eso no se escucharon todo el tiempo desde las gradas los cánticos con fervor de otras ocasiones.

No se acordaban cómo era ir perdiendo y no tener chances claras de empatar, como pasó el domingo cuando todo estaba listo para celebrar. Que la estrella 15 llegaba ese día, decían. Por eso, hasta al cerro fueron a dar los que no avanzaron a entrar.

Era cuestión de mantener el arco en cero, el empate bastaba para coronarse. Era posible, Barcelona se presentaba como el equipo con menos tantos recibidos de local: 10 en 20 partidos, como el único que no había perdido en su estadio este año, hasta que llegó Emelec, justamente el último que lo había derrotado en el Monumental, el 3 de octubre de 2015.

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Minuto 15 y gol de Ángel Mena. Manos a la cabeza, incredulidad, aplausos nerviosos. “Vamos a empatar”, “pero qué le pasó al Kitu (Damián Díaz, que retrocedió el balón y se lo dejó a Mena para el 0-1), “con fe, que hoy es todo”. Varias fueron las reacciones en las gradas, en las redes sociales, luego el silencio se apoderó del Monumental.

Eran las 17:15, el sol aún radiaba un naranja brillante, pero hacía frío. Y los que estaban en el cerro empezaron a bajar.

El alma volvió al cuerpo a los 22m cuando Díaz, “el que hizo la c...”, consiguió el 1-1. Entonces el Monumental volvió a ser el de este año, el imbatible, como un ser que tomaba vida propia y rugía: banderas agitadas, cántico ensordecedor. “¿Y ahora, y ahoooora?”, se mofaban de los eléctricos que entraron “tapiñados” porque Barcelona fue recíproco y tampoco les vendió entradas como hizo su rival.

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Pero Mena tenía más para dar en el complemento, esta vez se tomó menos tiempo para amargar a los amarillos. A los 7 minutos de reanudado el juego, Ángel lo hizo de nuevo. Tapó 43.000 bocas que fueron a una fiesta que creían segura.

Los minutos pasaban en el marcador electrónico gigante y el ánimo caído hacía que se escuchara el golpe que los jugadores le daban al balón. Finalizó el encuentro, no hubo celebración y recién allí los hinchas volvieron a cantar con fuerza, aunque tarde. Los barcelonistas quizá han olvidado qué se siente perder en su estadio. (D)