Aunque solo una vez en la historia del campeonato nacional se han enfrentado Barcelona y Emelec en una final (la del 2014, decidida a favor de los eléctricos en partidos de ida y vuelta) la realización del Clásico del Astillero, en la última jornada del torneo de 1963, sirvió para definir al monarca de Ecuador de esa temporada.

Hace más de medio siglo a los canarios les bastaba –como hoy– igualar con los millonarios para dar la vuelta olímpica. Pero a diferencia de la coyuntura actual, que tiene a los azules con una sobrecarga de urgencias para intentar forzar realización de finales –ganar en el Monumental, luego vencer en sus dos próximos duelos, y además esperar que Barcelona pierda en las dos siguientes fechas– en ese compromiso un triunfo le habría dado a los emelecistas su tercera estrella.

Aquel certamen se jugó con equipos divididos en dos grupos. Barcelona, Emelec, Deportivo Quito y el capitalino Politécnico, como los dos primeros de cada llave, clasificaron a la otra fase –anticipo de las liguillas– para medirse todos contra todos. A la jornada de cierre llegaron con opción de coronación los toreros, con 8 unidades; y los eléctricos, con 7 (cuando se otorgaban dos puntos por victoria y uno por empate).

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El 26 de enero de 1964, en el Modelo, ante casi 55.000 personas, el técnico brasileño Gradym alineó a Helinho; Alfonso Quijano, Vicente Lecaro, Ruperto Reeves Patterson, Luciano Macías; Mario Zambrano (Dick Torres), Alejo Calderón; Glubis Occhipinti (Félix Lasso), Helio Cruz (Gonzalo Salcedo), Ricardo Reyes Cassis, Tiriza.

El argentino Fernando Paternoster hizo actuar a Manolo Ordeñana; Felipe Landázuri, Cruz Ávila, Felipe Mina; Henry Magri, Zambrano (Carlos Pineda); José Vicente Balseca, Horacio Reymundo, Carlos Raffo, Enrique Raymondi, Juan Moscol (Clemente de la Torre).

En “un juego que fue emocionante” brilló “la figura de Helinho, quien frustró cualquier ataque con sensacionales voladas”, reseñó este Diario.

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Según EL UNIVERSO “los minutos finales fueron de intensa emoción” y “la mejor intervención del formidable arquero brasileño (Helinho) fue ante un cañonazo de De la Torre cuando faltaba apenas un minuto para terminar el partido. Con golpe de puño elevó la pelota sobre el travesaño ahogando el grito de gol”.

Este Diario reseñó: “Una nueva corona añadió a su historial el cuadro más popular del país, Barcelona, al empatar sin goles en vibrante partido con su tradicional adversario, Emelec”. Además, destacaron “las demostraciones de júbilo de los jugadores barceloneses y de su inmensa hinchada, que festejó ruidosamente el título. Indescriptibles momentos de honda emoción vivieron los hombres de la divisa canaria”.

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En tiempos sin peligrosas barras bravas a los monarcas “el público los aclamaba hasta el delirio. Era la fiesta del pueblo, que alborozado celebró el encumbramiento de su ídolo”.

También era una época sin bochornos enfrentamientos en la cancha y de real espíritu deportivo, porque “caballerosamente los jugadores de Emelec fueron los primeros en felicitar a los nuevos campeones”. (D)