Después de dos años de campeones flacos (San Lorenzo y River) y de algunos otros discretos, Nacional de Medellín volvió a subir la vara. Y la puso tan alta que se entreveró con los mejores campeones de Libertadores de todos los tiempos. San Lorenzo no remató al arco en la final que lo consagró en 2014, lo cual lo retrata como equipo, y River 2015 fue uno de los vencedores más famélicos de la historia: sólo 5 triunfos en 14 partidos. La mediocre (cuando no corrupta) organización del fútbol sudamericano, que favorece el éxodo constante de figuras, empobreció la Copa. Y ya nos estábamos habituando a esa chatura espiritual y estética cuando apareció este Nacional de Medellín de Reinaldo Rueda y le devolvió brillo, la dejó reluciente.

Diez victorias y una sola derrota en 14 partidos, 9 juegos con su arco en cero, son registros formidables. No superó ninguna instancia por penales y tuvo una amplia diferencia de gol a favor: 25 a 6. Todo ello le permitió alcanzar el sexto mejor promedio de eficacia de toda la Libertadores: 78,57% de puntos obtenidos. No lejos del récord del fabuloso Cruzeiro de 1976 (87,18%) y bastante próximo al segundo, el compacto Nacional de Montevideo de 1971 (82,05%). Hablamos de monarcas con más de 10 partidos jugados, pues en los comienzos de la Copa, y también cuando el campeón ingresaba en semifinales en el siguiente torneo, se jugaba poco. A veces alcanzaba con 7, 6 y hasta 4 cotejos para subir al trono.

Un aditamento importante: Atlético Nacional lo consigue en este tiempo, cuando el fútbol se caracteriza por la paridad, ahora todos tienen idea. La mejor prueba es que Independiente del Valle llegó a la final tras eliminar a River y a Boca.

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La tabla de rendimiento, por sí sola, dimensiona a un campeón. Los números no explican todo, pero dicen cosas. Y no hay equipos malos con números buenos. Cuando se pierde un solo encuentro en 14 y se recibe 0,42 goles por juego, esto habla de una fortaleza táctica y futbolística.

Lo notable es que, pese a su estilo ofensivo, Nacional es el 2º campeón con menos goles en contra de los últimos 36 años. Corinthians recibió sólo 4 en 14 presentaciones, Nacional 6.

Al margen de la elocuencia estadística, este Nacional fue refrescante desde el juego. Dominó a su rival en casi todos los partidos, generó toneladas de situaciones de gol, convirtió bastante, tuvo lucimientos individuales en Berrío, Marlos Moreno, Guerra, Borja, Macnelly Torres, su estupendo arquero Armani. Unió lo útil a lo bello. Y fue parejo desde el comienzo al fin del torneo. Derrotó al menos una vez a los seis rivales que le fue presentando el camino.

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Campeones hubo 57, inolvidables apenas un puñado. Aquel Cruzeiro de 1976 no está en la cima por su eficiencia, fue una máquina de hacer fútbol. Perteneció a la mejor época del balompié brasileño, lo cual es bastante. Ese año formó una delantera arrasadora con Eduardo, Roberto Batata, Palhinha, Jairzinho y Joazinho. Marcaron 46 goles en 13 partidos, a una media colosal de 3,54 por juego. Ese fue, probablemente, el mejor campeón de la historia. Cosechó 11 triunfos en 13 partidos; perdió uno sólo. También era una combinación de espectáculo y contundencia.

El Nacional uruguayo del ’71 fue una aglutinación de grandes figuras, desde el arquero Manga hasta el goleador Artime, pasando por un crack en cada puesto: Ubiña, Anchetta, Masnik, Mugica y Espárrago conformaban la guardia pretoriana, Cubilla era la picardía, Maneiro dibujaba y estaban las diabluras de Julio César Morales. Era una época en que se precisaba un escuadrón para acceder al título pues las figuras permanecían años en sus clubes, no se iban a Europa y los equipos uruguayos, brasileños y argentinos tenían formaciones potentísimas. Incluso los peruanos eran buenos, presentaban jugadores de gran clase. Ese Nacional montevideano tenía semejanzas con el mejor Peñarol de todas las épocas, el del ’66, de Rocha, Spencer, Joya, Mazurkiewicz, Forlan, Lezcano, Caetano... Todos pesos pesado. Formaciones macizas, de enorme envergadura física y espiritual. Porque los choques coperos eran guerras y se necesitaban reclutas con moral de acero. Ambos dejaron profunda huella.

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En esa misma línea se ubicaba el Racing de Perfumo, Basile, el Panadero Díaz. Gente fuerte, combativa. También estaba el cerebro de Maschio y la calidad del Chango Cárdenas, porque todos tenían dos o tres talentosos, el resto metía pierna y corajeaba. El odiado Estudiantes de La Plata tenía al Bocha Flores y a la Bruja Verón, un puntero sensacional, iluminado, lleno de gol. Con el reglamento actual, más severo con las deslealtades, a aquel Estudiantes le hubiese costado competir. Pero entonces llegó a cuatro finales y ganó tres.

El Corinthians 2012 de Tite (único campeón invicto en 14 partidos) fue ordenado, pragmático, eficaz, muy aplicado defensivamente, impenetrable. Pasar ese mediocampo con Ralf, Paulinho y Danilo era una proeza. Con cierto parecido al Boca 2003 de Bianchi, no daban festivales de fútbol pero eran sólidos, difíciles de vencer.

En otra línea, de fútbol vistoso, están por supuesto el Santos ’62-’63 de Pelé y Coutinho, de Zito, Dorval y Pepe. Aparece como una leyenda lejana, no se le quita mérito desde luego, pero jugaba en copas de 8 y 10 participantes (hoy son 38), la primera fase la pasaban sin despeinarse y tenían sólo dos rivales serios: los campeones de Argentina y Uruguay.

No se puede soslayar al Independiente que conquistó cuatro copas consecutivas entre 1972 y 1975. Tenía una defensa de hierro con Commisso, el Zurdo López, Sá y Pavoni, y adelante resplandecía con el genio y la habilidad de Bochini y Bertoni. La mentalidad ultraofensiva de Bochini hacía que protagonizara siempre grandes partidos, ganando o perdiendo. También el Independiente del ’84 fue un canto al fútbol, un equipo completo, con personalidad y creatividad a través de Marangoni, Bochini y Burruchaga, más el respaldo de Clausen, Trossero y Vllaverde.

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Y es imposible olvidar al Flamengo de Zico (en la cumbre de su arte), Nunes, Junior, Tita, Leandro, Mozer, Adilio… Aunque ganó apenas una Copa, la de 1981, era una constelación, una orquesta con 7 u 8 violines exquisitos. Pero todos, aún los de estilo más lucido, necesitaron de fuertes defensas y gente con liderazgo y mente ganadora, caso contrario la Copa es inalcanzable.

En esta corriente se enrola Nacional, una bella pintura, fresca aún. La tabla de eficacia respalda su buen juego y lo ubica entre los mejores; el tiempo dirá si entra en la galería de los inmortales.