Cada 4 de julio los fanáticos del béisbol recuerdan como una de las fechas más impactantes de la historia cuando Lou Gehrig, uno de los jugadores más queridos de los Yankees de Nueva York, anunció que tenía una enfermedad terminal y se despedía de sus fanáticos.

Lou Gehrig se paró en el centro del home para anunciar con lágrimas y con palabras cortas tan patética declaración. Es que se había convertido en el jugador símbolo, incansable, que no se enfermaba ni se lesionaba, el que impuso el récord de la mayor cantidad de partidos consecutivos sin tomar pausa.

Gehrig fue designado el mejor primera base de la historia, nombrado dos veces MVP, disparó 493 cuadrangulares, con un altísimo promedio de .340 y 1.995 carreras impulsadas y conquistó en 1934 la Triple Corona.

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Su producción fue muy notable. Entre ellos el récord de jugar de manera consecutiva 2.130 cotejos, que duró 56 años, superado solo por el campo corto de los Orioles de Baltimore Cal Ripken, en 1995.

Esto fue muy difícil de conseguir, ya que no hubo de por medio enfermedades, lesiones, rotaciones. Esta racha se inició el 31 de mayo de 1925, razón por la que empezaron a llamarlo el ‘Caballo de hierro’. Integró junto al astro Babe Ruth el equipo de 1927 considerado como la mejor alineación de los Yankees de toda la historia y la pareja más temible.

En la temporada de 1938, comenzó a mostrar síntomas de cansancio. En principio creyó que se trataba de una fatiga normal. Pero luego experimentó dificultades para realizar tareas sencillas como el amarrarse los pasadores y empezó a sospechar de que se trataba de algo malo. La campaña de 1939 la inició con números muy bajos. En uno de los encuentros tuvo dificultad para ejecutar una jugada de rutina, lo que le provocó mayor preocupación.

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Al juego siguiente, cuando faltaban pocos minutos para el inicio le solicitó a su mánager, Joe McCarthy, que lo dejara fuera de la alineación. McCarthy no se opuso y le dijo: “Está bien, pero recuerda que la primera base te estará esperando”.

Lou no regresó para jugar su primera base y más bien fue a someterse a exámenes en la famosa clínica Mayo.

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Los resultados determinaron una mala noticia. Lou tenía esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad poco conocida en aquella época, que debilita las células del cuerpo y hace al ser humano incapaz de interactuar con el resto de los músculos.

Quién pudo haber pensado que un hombre fuerte, sano y con buena calidad de vida padeciera de una complicación degenerativa. El público que había estado pendiente del estado de su ídolo sintió tremendo choque. Todo el país quedó impactado al conocer que el deportista que había sido ejemplo de fortaleza y dedicación padecía de esta cruel enfermedad.

Lou regresó al estadio de los Yankees el 4 de julio de 1939, no para jugar sino para recibir un homenaje de 61.808 asistentes. Habían organizado una ceremonia en la que se hizo el retiro del uniforme número 4 que usaba Gehrig. Concurrieron los integrantes del equipo del 27, el alcalde de la ciudad, el mayor Fiorello La Guardia, el director general de correos, James Farley, y otras dignidades.

Apareció con las manos en los bolsillos, con la cabeza inclinada como escondiendo su profunda emoción. En el mismo lugar del home donde tantas y tantas jornadas había brillado como aquel día que disparó cuatro jonrones, le entregaron trofeos, placas y recuerdos.

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Cuando todo parecía que el programa iba a terminar, Lou dio un paso al frente y se acercó a los micrófonos. Empezó a hablar muy despacio y serenamente para agradecerles a sus compañeros de equipo. Luego de una pausa y con los ojos cargados dijo en la parte fundamental: “Hoy me considero el hombre más afortunado en la faz de la tierra. He estado en estadios de béisbol durante 17 años y siempre he recibido más que bondad y el ánimo de los aficionados. ¡Miren a estos hombres magníficos! –refiriéndose a sus compañeros–. ¿Quién de ustedes no los consideraría el toque de luz de toda su carrera el asociarse con ellos para un día de uniforme? Estoy seguro. Soy afortunado”.

Fueron momentos repletos de drama en los que muchas lágrimas corrieron por los asistentes al estadio de los Yankees y de millones de personas que seguían el acto por la radio.

Posteriormente se dedicó a realizar labores sociales en beneficio de chicos con problemas, hasta que la enfermedad lo postró. Falleció el 2 de junio de 1941 y sus restos reposan en el cementerio Kensico en Winchester, Nueva York. Lou Gehrig el orgullo de los Yankees, como también se lo inmortalizó en una película famosa, escribió páginas brillantes que lo tienen como uno de los mejores peloteros de todos los tiempos. (O)

Lou regresó al estadio de los Yankees el 4 de julio de 1939, no para jugar sino para recibir un homenaje de 61.808 asistentes, en el estadio, donde se hizo el retiro del uniforme número 4.