El paralelo se traza solo: Independiente del Valle, ya como semifinalista, es la revelación sudamericana. La sorpresa grata y simpática, como fue Leicester en Inglaterra y, por repercusión mediática, en el mundo. Pero, al igual que el Leicester, en el caso de Independiente la extrañeza proviene de lo ignoto de su nombre, su escasa tradición; futbolísticamente no cabe la palabra asombro: es muy buen equipo, de excelentes individualidades, mantiene un proceso de trabajo de varios años, por algo esta es su tercera Libertadores al hilo. De modo que, por ese lado, no sorprende. Empezaron 38 clubes esta edición, Independiente ya está instalado entre los cuatro que la definirán, un mérito notable.

Al igual que el Leicester, Independiente tiene un presidente-propietario acaudalado, pero el plantel no está armado en base a dinero, sino con ojo clínico, con excelentes futbolistas jóvenes escogidos de distintos orígenes. Ahí está el mérito del cerebro que maneja la institución: saber ver lo que otros no ven. También el de haber apostado y mantenido a un entrenador que le dio resultados y le transmitió un espíritu a los jugadores, como es Pablo Repetto.

El mérito de Repetto en esta ponderable clasificación en México ante Pumas, ha sido inculcar a su equipo que no repitieran la pésima actuación ante River, cuando el cuadro se tiró peligrosamente atrás y permitió que River lo ametrallara y lo desbordara desde todos los ángulos. Repetto sabe que los milagros se dan una vez en la vida y esa vez Azcona y la providencia quisieron que un partido de seis o siete goles terminara apenas 1 a 0. River generó esa noche quince o veinte situaciones netas de gol, algo inhabitual en el fútbol actual, que no se concretaron por Azcona, por Mina, los palos o esas inexplicables razones que el fútbol tiene.

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Ante Pumas hubo una actitud más inteligente. Independiente salió a buscar el resultado, no a sostenerlo, porque no es menos que Pumas. Y a los 13 minutos ya había generado tres jugadas de peligro frente a la valla mexicana. Una de ellas desperdiciada extrañamente por el atacante José Angulo, quien cabeceó mitad con la oreja, mitad con el hombro a un metro del arco y se le fue alta la bola.

No terminaba de perderse el gol el cuadro negriazul cuando llegó la ventaja de Pumas. Y no terminaba de celebrarlo cuando devino el 2-0, ambos tantos a cargo de Ismael Sosa, un oportuno puntero a quien conocemos bien, pues surgió del otro Independiente, el de Avellaneda. El resultado no coincidía con el trámite del juego, era más el equipo de Azcona y Mina. Y estaba quedando eliminado.

Pero ahí apareció la virtud esencial de este Independiente: la personalidad. No se achica nunca, en ninguna circunstancia. Aquello de River, creemos, fue un error estratégico, el de ceder por completo la pelota y atrincherarse en su área, y también por algún mérito riverplatense de haberlo peloteado. Muchos otros equipos no hubiesen levantado la situación ante el 2-0 de Pumas. Independiente continuó peleando, conservando la vertical. En el minuto 56 perdió a Luis Ayala por expulsión (justa, aplicó un planchazo feo desde atrás a Sosa) y ahí se acrecentó la sensación de que podía derrumbarse: pero aconteció lo contrario, creció. Y comenzó a bregar por el descuento.

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Párrafo para Luis Ayala: lo hemos ponderado en alguna columna anterior, magnífico jugador, fuerte de carácter, inteligente con la pelota, sobre todo centrando sobre el área cuando pasa al ataque, pero tuvo una noche que querrá olvidar: por su punta llegaron los dos goles de Pumas; le cruzaron dos balones a Sosa y Ayala ni siquiera apareció en las imágenes. ¿Dónde estaba…? Y en la expulsión no tenía necesidad de pegar; Sosa no se iba a ningún lado. Debe agradecerle a sus compañeros: lo salvaron.

Ahí, estando 2-0 abajo y con diez hombres afloró la grandeza de este equipo al que nadie tenía fuera del Ecuador y que ahora se ganó un reconocimiento en América. Porque el gol de Sornoza no llegó de casualidad, lo fue a buscar. Y conste que fuera de los dos tiros cruzados de Sosa que llegaron a la red, Pumas casi no inquietó nunca más con peligro a Librado Azcona, alguna volada para el aplauso, algunos centros o aproximaciones leves, apenas. El final llegó sin angustias gracias a la personalidad de esta formación que se sustenta en un arquero que aparece en las difíciles, de varios nombres interesantísimos como José Angulo (lo descubrimos en el gol que convirtió a Guaraní de Asunción en la primera fase, acción en la que evidenció su enorme potencial y técnica); en ese gladiador notable que es Arturo Mina, en Luis Caicedo, en Bryan Cabezas, en el excelente Júnior Sornoza y su pegada maravillosa… También agregamos a Ayala, aunque no haya tenido una buena noche. Cabe agregar la solidaridad y entrega de los otros, Julio Angulo, Dixon Arroyo, Orejuela, Núñez… Todos meten, traban, corren, empujan…

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Ahora toca Boca. Y si no era Boca hubiesen sido Nacional de Medellín (más complicado, porque es el mejor de la Copa) o el San Pablo. No hay “accesibles” en estas instancias. Circula, ya, en derredor de Independiente, una corriente de victimización en el sentido de que perderá, “porque Boca maneja el poder político en la Conmebol”, “Porque conviene que gane Boca”, “Porque Boca vende”. Tonterías sin sentido. ¿Y cómo Independiente pudo eliminar a River…? ¿Cómo logró Once Caldas ganarle una final a Boca…?

Es feo llorar de antemano, y muy contraproducente alcanzarle a los jugadores el mensaje de que ya pueden dormir tranquilos con lo que hicieron, que no podrán pasar de allí porque está todo arreglado. Independiente Del Valle se ha destacado por su bravura, su entereza, su casi heroísmo en algunos pasajes. Triste sería que abandone tan altos valores por acogerse a una postura de autocomplacencia. Hay que revertir el mensaje: a Boca se le puede ganar porque Independiente no es menos futbolísticamente. Que, además, es una estricta verdad. Los jugadores boquenses tienen mejores contratos, pero por lo visto en esta Copa, no mejores condiciones.

También existe la posibilidad de que Boca gane, y gane bien, siendo mejor. Por eso sería muy poco honorable ensuciarle el triunfo de antemano. (O)

Ahí, estando 2-0 abajo y con diez hombres afloró la grandeza de este equipo al que nadie tenía fuera del Ecuador y que ahora se ganó un reconocimiento en América.

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