Patricio Hernández (59 años) dirigió a Barcelona en 1996, sin éxito. Sacó del retiro a Gerardo Martino para que sea refuerzo torero. Entre 1973 y 1993 fue volante de Estudiantes de La Plata, River Plate, Argentinos Juniors, Huracán, Instituto, Cruz Azul, Torino y Ascoli. Fue al Mundial 1982, pero no actuó. Diego Borinsky lo entrevistó en El Gráfico y habló su paso como torero y de su relación con Isidro Romero Carbo.

¿Qué técnicos le gustan?

Me gustó Alejandro Sabella en la selección argentina, después de Carlos Bilardo era al que más fe le tenía para llegar entre los cuatro primeros (en un Mundial). Me gusta mucho el Tata Gerardo Martino, también Pedro Troglio. Hay una generación de gente joven que deberá solidificarse, pero el fútbol argentino no pudo reemplazar aún a Renato Cesarini, a Osvaldo Zubeldía, a Jorge Indio Solari, a César Luis Menotti ni a Bilardo.

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¿Y de los extranjeros?

Hay varios; al que no le doy los méritos que le da el mundo es a Josep Guardiola. Si al Rampla Juniors (de Uruguay) le ponemos un jugador que mete 90 goles en un año, como Lionel Messi, cualquier entrenador es el mejor.

¿Hay futbolistas que le hacen la ‘cama’ (jugar mal intencionalmente) a un DT?

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En el subconsciente, sí. Muchas veces no das el 100% porque ves que no tienes eco. Corres, pero no con la misma convicción; te falta motivación extra tan importante en el futbolista latino y eso termina con el entrenador echado.

¿El mejor DT que tuvo?

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En mi etapa formativa, nadie como Bilardo. Y en mi etapa competitiva, Menotti, maestro de maestros de fútbol.

¿Cómo lo ve a Martino en la selección argentina?

Extraordinario. Sabella priorizó lo táctico por encima de lo técnico y lo estético, porque se adoctrinó en Estudiantes. El Tata es distinto y le puede dar al equipo la esencia del fútbol argentino sin perder lo táctico.

¿Dónde lo conoció?

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Cuando se retira, yo necesitaba un número 10 y le propuse ir a Lanús, y aceptó. Volvió a dejar el fútbol meses después, y me lo llevé a Barcelona de Guayaquil.

Usted duró poco ahí.

Sí, 30 o 40 días. Isidro Romero, presidente del club, no quería que pusiera a ciertos futbolistas. “Sáquelos usted, yo hago el equipo con lo que mejor tengo”, le contesté. El colmo llegó en un partido. En el descanso bajó al vestuario (Abdalá) Bucaram, presidente de Ecuador, con todos los guardaespaldas atrás. Me avisan, salgo, le doy la mano y me dice: “Pon a este y a este, y saca a este y a este”. Por supuesto que hice lo que creía y me echaron al otro día. Se complicó para cobrar, eso sí.

¿Por qué?

Fui a hablar con el embajador argentino. “Ándate y no pidas nada, son los dueños del país y no te van a pagar, no vaya a ser que termines mal”, me aconsejó. Mandé a mi familia de regreso y fui a las oficinas de Romero. Era un edificio de 15 pisos, cada uno con una empresa. Me atendieron los abogados. “¿Vene a cobrar? Pero si no tiene contrato firmado”, me dijeron. Insistí. “Consultaremos al presidente, venga en diez días”. Volví a la semana. “Usted se tiene que ir porque no tiene contrato”, me repitieron. Y ahí saqué un as de la manga: “Julio Grondona, Menotti y Miguelito Brindisi me dijeron que la palabra de Romero es ley”. Todo mentira, no me habían dicho nada. Oí que por teléfono nombran a los tres y el presidente dijo “páguenle a este cabrón y que se vaya”. Era mucha plata. Llamé a mi mujer: “Ahora con todo esto nos vamos a Miami a festejar una semana”. Le tendría que haber dado un porcentaje a Menotti, Grondona y a Brindisi. (D)

Para mí no existen los códigos del fútbol, me suena a código mafioso. Para mí existe una moral sana o noPatricio Hernández, DT argentino