Tras muchos años a la sombra de Franz Beckenbauer y Uli Hoeness, Karl-Heinz Rummenigge (60 años) comanda hoy el Bayern Munich con aplomo. El dato dista de ser una mera anécdota para este exdelantero tan sobrio como efectivo, quien ya lleva 34 años ligado al club bávaro, diez como jugador, en los cuales ganó 7 títulos (tres veces la Copa de Europa) y 24 como dirigente, los últimos trece como director general. Fue, con Alemania, dos veces subcampeón del mundo en España 1982 y México 1986.

Cuentan que en su primer año como jugador del Bayern (1974) era usted un chico bastante tímido
Eso no resulta demasiado sorprendente cuando eres un muchacho de 19 años que inicia su carrera profesional en un equipo lleno de estrellas como Franz Beckenbauer, Gerd Müller, Sepp Maier o Uli Hoeness, que además acababan de proclamarse campeones del mundo en Múnich.

¿Qué le dio el impulso necesario para convertirse en uno de los mejores delanteros del mundo?
Por suerte, Dios me había dotado de talento, así que tras un corto periodo de adaptación sentí que tenía el deber de hacer algo provechoso con él. A partir de entonces, las cosas marcharon bastante bien en mi carrera.

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Solo hay que ver los títulos que acumula en su palmarés entre 1974 y 1989.
Mi etapa de futbolista fue estupenda, sobre todo porque cuando estás en el campo siempre tienes más posibilidades de influir directamente sobre el devenir de la competición. Lo que también me resultó muy útil fueron las experiencias en otros países que tuve durante los últimos años de mi carrera, especialmente todo mi paso por el Inter de Milán y Servette de Ginebra. Los años lejos de Múnich se convirtieron en una fuente de inspiración para el resto de mi vida. Todavía ahora, en mi segunda profesión, me sigo beneficiando de aquellas vivencias, ya que mis compañeros y yo tenemos que asegurarnos de que las condiciones económicas sean las adecuadas y que el club se gestione con sensatez y seriedad.

Beckenbauer y Hoeness representaron el corazón y el alma del Bayern. Ellos siempre han gozado de más popularidad que usted y han ocupado el foco de la atención pública. ¿Alguna vez se ha sentido molesto por esta situación?
No soy una persona envidiosa. El carisma de Franz y su filosofía de vida bávara son dignas de elogio, y mi amigo Uli siempre fue la luz que guio a este club. Cada uno recibe la atención que se merece. Para alguien de Westfalia como yo, que soy un poco menos apasionado, siempre ha supuesto una alegría y un enorme placer poder trabajar con ellos.

Usted fue capitán de la selección alemana en 51 partidos y, al igual que con sus clubes, asumió la responsabilidad de ceñirse el brazalete desde muy joven. ¿Le resulta aquella experiencia todavía útil ahora que dirigir un club que cuenta con 258.000 socios, una cifra sin parangón en el mundo, y que factura 540 millones de euros al año?
Sin duda. Cualquiera que tenga una responsabilidad de este calibre debe actuar con suma sensatez y hacer todo lo que esté en su mano por el bien de un gran club como este. Además, en el Bayern contamos con buena gente y con una estructura jerárquica extremadamente sólida. El club está muy bien organizado.

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¿Habría preferido ser futbolista en la época actual?
Nunca me he planteado esa pregunta. Solo sé que en el fútbol de hoy todo ocurre mucho más rápido que en mis mejores años. Una vez le dije a Philipp Lahm, el excapitán de Alemania, que los futbolistas de ahora son mucho más profesionales de lo que éramos nosotros. Actualmente se trabaja con mucha más seriedad e intensidad. A los jugadores de ahora se les exige mucho más en todos los aspectos. Es cierto que cobran mucho dinero más que nosotros entonces, pero también tienen que hacer más sacrificios para ganar ese dinero. (D)