Fue hace dos meses. Rafinha estaba jugando como puede jugar Rafinha… O quizás menos de lo habitual. Muchas imprecisiones, casi todos los pases hacia atrás, lo que siempre hemos definido como “fulbito”. O sea, nada positivo, productivo. El narrador y el comentarista lo notaban (¡era tan notorio…!), pero apenas se animaban a deslizarlo, a sugerirlo en puntas de pie, casi con culpa... Triunfaban en ellos las aprensiones. No se atrevían a afirmar con todas las letras: “Mala tarde de Rafinha”. Y, sobre todo, explicar por qué. Entonces nos preguntamos el motivo, ¿cuál es el temor de decir algo tan simple y elemental, inherente a la función del analista…?

No estamos hablando de descalificar, ridiculizar, herir o crucificar al protagonista, sino de remarcar lo que el juego refleja y que el espectador espera: claridad y firmeza en el concepto. Es, cabe recordarlo, la tarea del periodista, consignar lo bueno y lo malo del espectáculo. A su vez el protagonista, en tanto profesional, es consciente de estar sometido al escrutinio del público y de los medios de comunicación.

Advertimos que la avalancha de exfutbolistas devenidos en periodistas está afectando la opinión, llevándola a una blandura desabrida. O, directamente, no hay opinión, que es el plus que distingue al periodista. Los ‘ex’ prácticamente no hacen juicios de valor por las ataduras y códigos a que los acostumbra su profesión.

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“Nunca hablaré contra los jugadores, hagan lo que hagan”, dice un exmediocampista argentino (tosco, por cierto), panelista de una cadena internacional de televisión. Y se confiesa claramente opuesto a los periodistas, aunque trabaja con ellos y vive de esto ahora. Es toda una declaración de principios. El problema es que la liviandad en el concepto, o bien la inexistencia de la crítica por parte de los exfutbolistas está arrastrando a los comunicadores en el mismo sentido.

Pero, además, los comunicadores cada vez son menos. Ya hay programas en los que de 5 animadores 3 o 4 son ‘ex’.

Uno recuerda en sus tiempos de vestuarista entrar al recinto de los protagonistas y que uno o más jugadores gritaran al aire: “A ver los periodistas si dicen la verdad sobre los arbitrajes… a ver si se juegan…”. O “¿Por qué no hablan de que nos están perjudicando desde la AFA…?”. Ahora que invadieron los medios, los temas espinosos los dejan para los periodistas. Lo mismo que ocurre con las agremiaciones de jugadores. Solo emiten comunicados para anunciar que tomarán acciones contra tal o cual club que no paga los sueldos o para defender a un jugador al que le incumplieron el contrato. Jamás para condenar una agresión de un colega que fracturó a otro. Defienden lo monetario exclusivamente, no los valores del deporte.

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Vemos transmisiones de fútbol en las que sobran explicaciones tácticas, pero donde falta el peso de la crítica y terminan siendo un caldito inconsistente. El exjugador no tiene frontalidad en el juicio y se olvida del compromiso con el lector o el oyente, el cliente a quien va destinado su producto. Es que jugó en tal club, fue compañero de algún jugador o dirigido por el entrenador del partido que está comentando.

“Mi estilo es el respeto”, “Solo hablo de fútbol”, “Elijo no meterme en la vida privada de los jugadores”, son algunos de los lemas bajo los que se sitúan los exfutbolistas. O sea, jugadores de fútbol que ayer se tomaban a golpes en una cancha, que partían la pierna a un rival en una entrada, que simulaban lesiones o caídas, que hacían gestos descomedidos, amenazantes o descalificadores a los árbitros y tantas bellezas más, han venido a traer el respeto a la profesión periodística. ¡Gracias, bienvenidos…!

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Imaginemos a Pepe, el tierno zaguero del Real Madrid dentro de cinco años, fungiendo de comentarista en televisión y diciendo: “No me gusta el estilo confrontativo, analizo desde el respeto”. Se utiliza esta palabra hasta el hartazgo como un salvoconducto para no opinar con franqueza. También hay otro paraguas: “Yo no hago periodismo, comento fútbol”. Da igual, de eso hablamos, de comentar con rigor.

Hay exfutbolistas que llevan años en los medios, han comentado cientos de partidos, nunca nadie jugó mal.

Abordamos con frecuencia el tema con Ricardo Vasconcellos F., editor de Deportes del Diario EL UNIVERSO. Ricardo posee una visión brillante que compartimos. Dice: “Siempre, o muchas veces, desde un micrófono menosprecian a los mismos periodistas. Dicen que inventamos cosas, que “descontextualizan”, como sostenía Verón en Fox Sports la vez pasada (‘Ustedes siempre hacen lo mismo’, reprochaba). Que no conocemos los ‘códigos’ (los futbolistas y los técnicos creen que los únicos que saben de ética son ellos, el resto de los mortales no) y que se debe hacer crítica ‘constructiva’ y no ‘destructiva’. Para ellos, crítica constructiva es cuando se los elogia y destructiva cuando el análisis de una actuación no los favorece. En fin, el que se preparó, estuvo en redacciones, editó, procesó información, la contrastó, investigó, se rigió por principios de imparcialidad, y más aspectos por el estilo, es un gil porque no se vistió de corto. Es como si para ser crítico de cine antes debí haber sido Marlon Brando, o para ser reportero de política debí ganar una elección e ido a la Casa Blanca. Y lo peor es que a veces son tan cortos de palabra como cuando los entrevistaban y no decían nada”.

No se trata de hacer corporativismo ni de defender puestos de trabajo, siempre lo decimos en las charlas de periodismo, sobre todo con jóvenes aspirantes: si el que viene de afuera es un aporte a la profesión, ¡adelante, pase, lo estábamos esperando…! Pero notamos un efecto inverso: se está dañando el mensaje.

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En los distintos foros y seminarios a los que asistimos instamos al periodismo a hacer lo de toda la vida: opinar, decir sin temores lo que vemos. Sin soberbia, sin agresividad, naturalmente desde el respeto, con solidez argumental, estando informados, con galanura, escrupulosamente. Para ello es preciso capacitarnos, enriquecernos todos los días. Y no olvidarnos nunca que tenemos la libertad de poder opinar. Usémosla, es lo que nos diferencia. (O)

Vemos transmisiones de fútbol en las que sobran explicaciones tácticas, pero donde falta el peso de la crítica y terminan siendo un caldito inconsistente.