Un deportista, que no quiso que su nombre se conozca, reveló su historia en un entrevista concedida a la agencia de noticia The Associated Press (AP).

La historia de cómo fue que casi me dopo en la Unión Soviética comenzó en 1967, cuando tenía 17 años y acababa de regresar a mi casa de un período de entrenamientos, enormemente decepcionado porque no me había clasificado al equipo juvenil de pista de mi país.

Era campeón nacional de los 100 y los 400 metros en la categoría de hasta 17 años en Georgia, que por entonces era una de las 15 repúblicas de la Unión Soviética.

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Decidido a ser parte de la selección, que incorporaba a cuatro corredores en cada distancia, cambié de técnico y empecé a trabajar con uno que acababa de venir de Rusia.

Mi nuevo técnico quería que fijase récords nacionales en Georgia en los 100 y los 200 metros antes de cumplir 18 años. Había perdido un poco de terreno en los 200, en los que terminé segundo, pero las distancias cortas seguían siendo mi fuerte.

Fui parte del equipo de Georgia que ganó la medalla de bronce en el relevo de 4x100 en los primeros juegos nacionales juveniles, llevados a cabo en Kiev, siempre en 1967.

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Para bajar el récord de Georgia de los 100, tenía que correr una décima de segundo más rápido. Pero no importaba lo que hiciese, no lo conseguía. El problema era el arranque, demasiado lento.

Mi nuevo entrenador sugirió que comenzase a tomar esteroides anabólicos para ganar la masa muscular necesaria para despegar más rápido. Yo estaba dispuesto a hacerlo, especialmente después de que me aseguró de que todos los atletas, sobre todo los de pista, tomaban esteroides. Me dijo que quedaría sin dudas en el equipo nacional y me prometió conseguirme drogas importadas, que eran de mejor calidad que las producidas en la Unión Soviética.

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Si bien yo estaba convencido, decidí preguntarle a mi madre, quien era una conocida médica. ¡Se horrorizó! Me prohibió categóricamente tomar esteroides. El principio me habló con dureza, pero al ver que yo estaba decidido cambió de táctica y me dijo que los esteroides anabólicos pueden causar impotencia. Eso decidió todo. Me negué a tomar esteroides y empecé a entrenarme más intensamente todavía.

Pronto comencé a notar que mis rivales de la Unión Soviética mejoraban mucho sus tiempos. Mi técnico lo atribuyó al dopaje. Pero la autoridad de mi madre fue superior.

Seguí corriendo en el equipo de Georgia, en la categoría de hasta 19 años, incluso después de entrar a la Universidad Estatal de Georgia en Tbilisi. Dejé de correr cuando decidí no seguir levantando pesas porque me estaban afectando la vista.

Completé mis estudios de periodismo y llegó la hora de iniciar una nueva carrera y de tener hijos. (D)

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