El martes 28 de abril el Club Sport Emelec estará de fiesta grande. Se cumplen 86 años de su fundación como club y para conmemorarlo se inaugurará su museo en Puerto Santa Ana. Se cumplirá así una de las tantas metas que en beneficio de Guayaquil y del deporte ha emprendido el alcalde Jaime Nebot Saadi.

Los seguidores del club eléctrico podrán hacer aquello que cierto “periodismo moderno” niega en su valor espiritual y simbólico: conocer la historia y saber cuándo y cómo se fundó esa divisa y lo que hicieron sus deportistas para engrandecerlo desde 1925 en que se creó un equipo de fútbol con su nombre para luego convertirlo en un club deportivo en 1929, impulsado por ese dínamo arrollador que fue George Lewis Capwell.

El alcalde Nebot entendió el valor que tienen los museos como inyectores de orgullo ciudadano –por lo que representan Emelec y Barcelona, en este caso– y decidió planificar y financiar con fondos municipales las dos obras al final del tradicional barrio de Las Peñas, en el sector donde antes estuvo la Cervecería Nacional.

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Los emelecistas se encontrarán con un dato descubierto por los que hurgamos desde hace muchos años los orígenes de nuestro deporte. Cuando la Municipalidad de Guayaquil firmó el contrato de provisión de energía eléctrica para nuestra ciudad con la Empresa Eléctrica de Guayaquil Inc. En mayo de 1925, empleados y trabajadores decidieron formar un equipo de fútbol para participar en el torneo programado por la Unión Deportiva Comercial, una entidad fundada en 1923 para promover el deporte en el ámbito laboral.

Con el apoyo del caballero estadounidense Hiram S. Foley, Alejandro Ponce Elizalde, funcionario de la empresa dio el respaldo a la iniciativa accediendo al pedido de Enrique Villacís Páez, centro medio y capitán del equipo. La campaña de sus jugadores Alfonso Calero Benítez; Eduardo Ortega y Humberto Mariscal; Guillermo Serra, Villacís Páez y Gustavo Dávalos; Octavio Arbaiza, R. Guzmán, Germán Lince Sotomayor, Manuel Poveda y Pedro Yuan fue exitosa. El 24 de octubre de 1925, en la pedregosa cancha del American Park, se midieron Emelec con Anglo Ashton en la final con el arbitraje del cónsul inglés Mr. Urquhart. El partido a finish terminó empatado a un gol. Cuando se ordenó que se jueguen dos tiempos adicionales, los de Anglo Ashton decidieron retirarse por agotamiento dejando el título en manos de Emelec por lo que, en palabras de Miguel Villacís Gómez, eléctrico a morir, hijo de Enrique Villacís Páez: “Fuimos campeones antes de nacer”.

En 1926 la Empresa Eléctrica trajo a Guayaquil a George Capwell Cronin y con él nace no solo la historia del club sino la riqueza deportiva de Guayaquil. Temperamental, de físico robusto y grandes aptitudes deportivas Capwell, con la ayuda de Víctor Hugo Peñaherrera y Lauro Guerrero Varillas, convocó a una asamblea constitutiva del Club Sport Emelec y el 28 de abril de 1929 se daba paso a la fundación de esta entidad llamada a ser un paradigma en el deporte de la ciudad y del país. Ese mismo año conquistó el título de campeón de básquet de la Federación Deportiva del Guayas con un plantel que encabezaba Capwell y lo integraban Peñaherrera, Guerrero, Nathan Myers, Rudolf Oetting, Aníbal Santos, Januario Palacios, Francisco Quintero y Agustín Jaramillo.

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La natación, los saltos ornamentales, el baloncesto, el béisbol y el boxeo eran los deportes predilectos de Capwell. Los practicaba y fomentaba a diario.

En el boxeo creció la tradición emelecista con sus grandes punchadores: el propio Capwell y un cuarteto que acaparó las coronas en sus categorías en la década del 30: Juan Orellana Junco, Eloy Carrillo Avilés, Rufo López y Manuel Gómez.

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Para que la natación creciera en el club y en Guayaquil, Capwell construyó una piscina de 25 metros al lado de la planta eléctrica que se inauguró el 2 de febrero de 1930. En ese sitio se levantó también un elegante club social, una cancha de baloncesto y se instaló un ring de boxeo, donde –según contaba risueño el inolvidable Mojó Barreiro– un día Francisco Quacker Jaramillo tumbó a Capwell en un combate y este decidió no volver a calzar guantes.

Emelec armó en sus primeros años un gran equipo de béisbol que llegó a campeón en 1935, cuando pasó a sus filas el lanzador estrella de LDE, Mojó Barreiro. Con Capwell como receptor y jugadores estadounidenses como John Spiller –de quien se decía había jugado en su país en Triple A– y Rancho Grande Tarfingler, más los nacionales César Carrillo, Luis Enrique Baquerizo, Galo Yépez, Alberto Márquez de la Plata y Walter Jouvin, dominó con largueza los años 30.

La cada vez más creciente grandeza de Emelec fue vital para que Guayaquil reafirmara su condición de capital deportiva del país. Todos querían ganarle al club de Capwell. Así se cimentó la rivalidad con Barcelona en el boxeo. Con LDE y el mismo Barcelona en el béisbol. Llevó a sus filas a dos nadadores que integraron la delegación campeona sudamericana en Lima en 1938: Tomás Ángel Carbo y Pablo Coello. Anita y Cristina Coello fueron múltiples campeonas bolivarianas en natación en Bogotá en 1938.

La rivalidad hizo que naciera en los años 30 lo que considero es ‘La década de oro del deporte guayaquileño’.

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Capwell era un constructor. Desde un campito de béisbol que hizo levantar en el antiguo Jockey Club divisó unas manzanas fangosas un poco más al norte. Nació la idea de levantar un estadio. Consiguió la donación de los terrenos, los hizo rellenar, procuró donaciones en materiales y en octubre de 1945 se inauguró el primer estadio con césped que tuvo la ciudad y que fue bautizado con su nombre. Capwell lo concibió para béisbol, pero luego lo ganó el fútbol.

Hay mucho para escribir sobre Emelec, una columna no basta. Estamos preparando un libro con toda la historia que ojalá encuentre auspicio para su publicación. Tantos grandes deportistas que dieron lustre al deporte nacional, al de Guayaquil y a la divisa azul y plomo tendrán desde el martes un sitio desde donde, gracias a la historia y al alcalde, hablarán sobre el brillante pasado y el lujoso presente del actual bicampeón del fútbol nacional. (O)

La cada vez más creciente grandeza de Emelec fue vital para que Guayaquil reafirmara su condición de capital deportiva del país.