El peor defecto de un periodista es la desinformación (no tener un bolígrafo también). En eso podríamos llegar a estar todos de acuerdo. Es como un camarero que desconoce el menú: ¿Qué tiene para cenar...? “No sé”. Pero, ¿cómo estar desinformados en nuestro tiempo, con las nuevas tecnologías que nos ponen al alcance la noticia casi en el momento de producirse...? Habría que estar inconsciente para no recibir novedades continuamente. O perdidos en medio del mar. Pero sin celular... Van apareciendo herramientas y aplicaciones nuevas que revolucionan la forma de informarnos. En tal sentido, el Twitter es verdaderamente genial (¡aun con la limitación de los 140 caracteres...!). Y revolucionario. Tanto que cambió el modo de informar. Avisa de todo. Da cuenta de cosas de las que no estábamos pendientes. Nos informa a través de los demás. Los presidentes avisan por Twitter. Las instituciones, ministerios, empresas, entidades de todo tipo comunican por esta vía. Los futbolistas hacen sus declaraciones por Twitter.

El periodista Daniel Pachter, del Buenos Aires Herald, lanzó por Twitter la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman (uno de los sucesos más conmocionantes de la historia argentina). Eran las 03:00. El Herald del domingo, un matutino, ya estaba impreso. La bomba que tenía en sus manos era tan devastadora que no quiso depositarla en nadie (y lo bien que hizo, pudieron haberla bloqueado). No podía esperar la edición del lunes. Pachter la lanzó por Twitter en plena madrugada y ya nadie la pudo parar. Ni el director del diario. Ni el gobierno argentino.

“Por velocidad y efecto contagio, Twitter era la opción correcta. La información era tan sólida que nunca dudé de mi fuente, a pesar de uno o dos colegas que desconfiaron porque tenía tan solo 420 seguidores. Ahora ese número superó los 10.000”, relató el colega días después, ya refugiado en Israel. Esto nos transporta al pasado. Recuerdo cuando García Márquez me narró cómo escribió Relato de un náufrago. “La empezamos a publicar en El Espectador. Y como era tan apasionante, el diario comenzó a multiplicar sus ventas. Llevábamos ocho o nueve capítulos. Entonces vino el director Guillermo Cano y me pidió, lo más campante, que hiciéramos 100 capítulos. ¡Una locura! Todo tiene un final, le dije. Además, si me lo hubiese dicho antes, yo habría podido estirarla más. Así y todo la dejé en catorce episodios… Cómo la hicimos fue otra locura. Luis Alejandro Velasco, el náufrago, un muchacho de Bogotá, venía al diario, nos sentábamos, tomábamos un tinto y hablábamos. Se iba a su casa, volvía al día siguiente y así. Si hoy tuviéramos al protagonista de esa historia, no lo dejaríamos mover hasta que contara todo…”.

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Era otro mundo. El tweet fue tema de debate en un ciclo de conferencias sobre periodismo al que asistimos en Guayaquil. Se lo trató casi como un nuevo género periodístico.

Alejandro Fierro, joven cronista de EL UNIVERSO (las nuevas camadas), testimonia su relación con la red social de moda: “Navego en Twitter prácticamente desde que despierto y hasta antes de dormir. Así me entero de lo que hacen los grandes clubes de fútbol, lo que acontece con el tenis y otras disciplinas. No hay herramienta más rápida para obtener detalles; las notas se actualizan en microsegundos. Es una herramienta periodística fundamental hasta en mis días libres, aunque hay una brecha muy corta entre la certeza de la información y el rumor. Solo las cuentas oficiales o certificadas me sirven para argumentar, sin embargo, no minimizo a las personas que sigo; me sirven como referencia para enterarme de otros hechos deportivos que no están a mi alcance. Después, mi siguiente paso es consultar a mis fuentes y corroborar”.

Santiago Neumane, especialista en periodismo electrónico y también de este Diario, da otra visión: “Twitter ha cobrado fuerza a nivel mundial por ser un medio a través del cual la gente se informa y comunica de manera inmediata”. Instantánea, corregiríamos. “Ya no hay tantas primicias –sigue Santiago–, porque muchas veces la organización (sea el Estado, una ONG, clubes, instituciones) las da en esta red para todos los usuarios. De modo que aquí cabe ir más allá de la noticia que se informa por Twitter. Los medios y periodistas están obligados a buscar datos estadísticos o notas relacionadas que lleven a ofrecer una mejor información para sus comunidades, sin caer en la repetición. Casi no hay medio, o periodista en el mundo que no tenga una cuenta en esta red social. Pero atención, que cualquier usuario puede enviar datos errados y si un medio o periodista los retuitea, informa con base en ellos o los da como seguros sin confirmar, puede perder a la comunidad que los sigue”.

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Es tan fabuloso el tweet que uno teme convertirse en un adicto. Pasó también con el chat. Fue una fiebre; la gente en los trabajos desatendía sus tareas por estar chateando. Muchas empresas decidieron desactivarlo. Ahora es el WhatsApp.

Ahora bien: ¿es necesario estar informados todo el tiempo sin parar...? ¿Para qué...? En Maracaná, la tarde de Alemania 1, Francia 0 comprobamos esta locura por la información: muchos periodistas, demasiados, estaban tuiteando (curioseando), otros se tomaban fotos con el celular y las subían al Facebook, unos más hablaban por teléfono... Pocos miraban el partido. Lo volvimos a observar durante la final del Mundial 2014. Estaban pendientes de sus celulares, de sus tabletas y computadores, no del juego.

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¿Para qué tanta información...? Nos estamos volviendo adictos a ella. Hace ya un siglo, el fabuloso Vicente Blasco Ibáñez, autor de La barraca, bellísima novela, definía al público como un niño que pide al periodismo un cuento nuevo cada día: “El periodista satisface el mayor deseo humano después del hambre: la curiosidad”, afirmaba. Y en ello parece estar la clave: Twitter es furor más por curiosidad que por necesidad. ¿Por qué no prestamos atención a lo que estamos haciendo y cuando volvemos al canal, a la radio o al diario nos enteramos de las cinco o seis noticias verdaderamente trascendentes que necesitamos saber...?

Estar informado es bueno, aunque tal vez se nos esté yendo de la mira lo esencial. Twitter es una herramienta para desarrollar mejor nuestro trabajo; el problema es que no estamos trabajando, ¡estamos revisando Twitter...! (D)

El peor defecto de un periodista es la desinformación (no tener un bolígrafo también). En eso podríamos llegar a estar todos de acuerdo.