En 1920, en los torneos que se hacían en la Plaza de La Concordia, en el equipo llamado Sucre, empezó a destacarse Luis Garzón, un zaguero trigueño, espigado, de exquisita técnica. Era veloz y con un juego de cabeza que llamaba la atención. Paraba los centros dominando el balón con la testa, recorría un largo trecho esquivando rivales y lo bajaba con elegancia a sus botines; era impasable por alto y sus despejes de cabeza eran siempre con destino a un compañero.

En 1922, al fundarse la Federación de Foot Ball del Guayas, apareció el Sporting Packard, cuya mayoría de jugadores lo integraban choferes profesionales del llamado Control San Francisco, que se apostaban al pie de la plaza del mismo nombre en 9 de Octubre y Pedro Carbo. Los partidos se cumplían en la Plaza de La Concordia, ubicada donde luego se construiría la Piscina Olímpica y la pista atlética, y eran muy concurridos por un público que se solazaba con la dureza de los actores al grito de “¡Punta y taco que no hay paco!”

En 1924 los equipos que jugaban en La Concordia decidieron integrarse a la Federación Deportiva del Guayas, que realizaba sus certámenes en Puerto Duarte, donde poco más tarde se levantara el Campo Deportivo Municipal y el estadio Guayaquil. El principal dirigente del Packard, Enrique Guzmán Aspiazu, convenció a Garzón para que pasara a formar parte de su club a fin de formar pareja de defensas centrales con otro elemento de gran técnica y fortaleza: César Arditto.

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Packard cumplió una aceptable campaña en el año de su debut en Fedeguayas. Garzón fue seleccionado para integrar la representación guayaquileña en la segunda disputa del Escudo Cambrian. Se formó entonces una célebre dupla defensiva con el también técnico, pero recio, Efraín Llona Jouvin, del Racing Club, a quien por su temperamento bautizaron como Pantera Blanca. Llona había surgido como figura en 1922 en el Washington. Fue desde allí que fue a Racing y luego a Patria.

El 4 de septiembre de 1925 Packard jugó contra Liga Deportiva Universitaria un ardoroso encuentro que terminó empatado. Francisco Rodríguez Garzón, de diario El Telégrafo, dijo antes del partido: “Contra ellos (los de LDU), en lucha decente y emocional, como sabe siempre hacerlo, actuará el back de la maga cabeza, alma y aliento de su equipo, Luis Garzón”. Fue ese día que se le calzó el apodo con el que pasaría a la historia: Cabeza Mágica.

Aquel 1925 Garzón volvió a ser parte de la selección de Guayaquil al Cambrian. El periodista Rodríguez volvió a destacar la manera cómo Garzón llevaba el esférico pegado a su cabeza en largos trechos, aparte de despejar de testa con gran elegancia. El 8 de octubre, ante el conjunto riobambeño, Garzón hizo varias de sus acostumbradas maniobras y al día siguiente el cronista de El Telégrafo destacó: “Se llevaban jugados 20 minutos cuando Garzón, al detener un tiro de Torres, el delantero centro, tiene ocasión de ganarse una ruidosa ovación al cabecear avanzando cuatro veces seguidas la bola, que logra entregar a sus delanteros”.

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Con la solvencia defensiva de Garzón y Arditto, Packard fue campeón de 1925 y 1926. Cabeza Mágica debutó internacionalmente en 1926 ante los chilenos del Gimnástico Arturo Prat como defensa del Packard, vencedor de los visitantes, y de la selección de Guayaquil siempre en pareja con Llona, que había pasado al Patria. También estuvo Garzón en la primera expedición de futbolistas ecuatorianos que salió en diciembre de 1926 fuera de las fronteras, a Costa Rica.

Sin el aporte de Guzmán Aspiazu, quien fue a entregar su esfuerzo y su dinero para hacer poderoso al General Córdoba, el Packard perdió hasta su nombre: participó en 1927 como Diablos Rojos, pero no era ni la sombra de aquel equipo invencible de los dos años anteriores. En septiembre 4 de 1927 Garzón dirigió una carta a la directiva del club haciendo saber que se alejaba de la actividad deportiva. “Al retirarme de Diablos Rojos quiero dejar especial constancia del empeño que puse siempre por obtener triunfos y prestigio a sus colores”, dijo en varias líneas. Su amor por el balompié pudo más. En octubre regresó el Arturo Prat y los dirigentes federativos convencieron a Garzón para que integre el combinado guayaquileño al lado de Llona en la retaguardia. Cabeza Mágica jugó los tres partidos victoriosos que se programaron.

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El 11 de diciembre se produjo un hecho anecdótico que reflejó el gran espíritu deportivo de Luis Garzón. Su equipo jugaba la promoción con Barcelona. El crack, ya retirado, se hallaba en la tribuna y faltaba el arquero de Diablos Rojos. Los que habían sido sus compañeros fueron hasta Garzón para pedirle que entrara a la cancha con ellos, esta vez como portero, y este aceptó. Diablos Rojos ganó 2-1 y esto dijo EL UNIVERSO al día siguiente: “Empezó a descollar a gran altura la labor que a muchos sorprendió del internacional Luis Garzón que dejando su habitual colocación de defensa izquierdo, pasó a defender al cuadro, a cuyo seno va a regresar después de larga ausencia, como arquero. Fue tan eficaz su desempeño y tan lucidas intervenciones tuvo el célebre Cabeza Mágica que podemos decir, sin temor de no interpretar la verdadera sucesión de los hechos, que fue él, principalmente, el factor del triunfo de su cuadro”.

Diablos Rojos desapareció en 1928 y Garzón decidió seguir en la brega, esta vez con la divisa del Rocafuerte. Con ese cuadro cumplió una gran campaña en 1929, pues disputó el campeonato con el General Córdoba. En 1930 pasó a las filas del Italia, el equipo que había ganado el derecho a jugar en la primera categoría. Fue el canto del cisne para el gran Cabeza Mágica. Después de esa temporada en un equipo discreto, Luis Garzón dijo adiós al fútbol. Se fue a trabajar al campamento minero de Ancón y allí estaba cuando un accidente provocó un incendio que se llevó la vida del legendario Cabeza Mágica.

Tuvo dos sucesores: sus hijos, Carlos y Víctor Garzón, formados en el Panamá y militantes del Everest de los primeros años del profesionalismo. Hoy, Víctor forma parte de la tertulia de la esquina noreste de 9 de Octubre y Escobedo, donde charlará mañana lunes sobre la historia de su padre, el famoso Cabeza Mágica, cuyo apodo heredó el gran Alberto Spencer Herrera. (O)

Su apodo lo heredó el gran Alberto Spencer. Los hijos de Luis Garzón, Carlos y Víctor, se formaron en el Panamá y también militaron en el Everest.