Ni un cura arreglaba esto; ni siquiera el oportunismo de Spencer. Era el retorno de Barcelona a La Plata, la ciudad donde adquirió una gruesa porción de su popularidad. Cuarenta y cuatro años después, el recuerdo de la hazaña aún envolvía la atmósfera del partido. Pero el Barcelona que debutó este miércoles en la Libertadores frente a Estudiantes está lejos de aquel que dejó sin dormir al Ecuador en la histórica noche de abril de 1971, cuando rompió el invicto del tricampeón de América con asistencia de Spencer y gol de Bazurko. La decena de refuerzos llegados a Barcelona a principios de año no parece mejorar al subcampeón. O al menos les falta rodaje y ensamble con sus compañeros para dar forma a un equipo sólido y competitivo. No era fácil el grupo ni el rival inicial, tampoco la condición de visitante. Jugar por Libertadores en la Argentina es complicado. El rival, cualquiera sea, puede no jugar bonito, pero todos muestran una gran actitud, entrega, ambición, fuerza. Y juego.

Barcelona tenía ante sí una prueba magnífica para saber dónde está parado, cómo puede ser su año, porque Estudiantes siempre es un rival temible. Desagradable es la comprobación: lo superó en todo el once estudiantil; el 3-0 está bien. Tuvo una semana más que la mayoría Barcelona para alistarse de cara al estreno copero. No le sirvió. Mostró flaquezas en todas las líneas. Deficiente Banguera en el primer gol, dando un rebote demasiado largo, que frente a un depredador como Carrillo se paga a precio de oro. Luego le tapó un mano a mano al mismo atacante, pero ya no era tan significativo: el marcador cantaba 2 a 0. La defensa no brindó seguridad. Cedeño se salvó de la expulsión por una patada grosera de atrás a Cerrutti; el árbitro no la vio. A Checa lo pasó por encima Carrillo en el segundo gol, como si un avión a baja altura hubiese sobrevolado su cabeza; Lamas estuvo muchas veces salido de posición (de entrada se desentendió de Carrillo, se lo largó a Checa) y por la punta de Nazareno Estudiantes encontró la banda para desbordar. Conste que al “Pincha” le faltó el uruguayo Diego Vera, otro goleador importante que hace dupla con Carrillo. Con él pudo haber sido peor.

El espíritu de lucha de Frezzotti y Alemán disimuló en parte las fallas del medio, pero no pudo evitar el desequilibrio albirrojo en esa zona, donde se ganan y se pierden la mayoría de los partidos. Aparte faltó la chispa creativa que encendiera una esperanza de gol. Alemán es seguramente la incorporación de mayor jerarquía torera. Un zurdo pletórico de vitalidad, que aporta despliegue, ida y vuelta, tesón y buen disparo (marcó 9 goles en 19 partidos en el último semestre en Arsenal). Pero no es un abrelatas, no el diez clásico que hace jugar al resto. Él lleva la bandera; para hilvanar acciones de ataque se necesita otro tipo de volante, más parecido a Damián Díaz. De lo que hay, podría ser Álex Colón. Cuando él y Blanco ingresaron, sin hacer nada deslumbrante, mejoraron levemente la imagen del cuadro.

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El “9” estaba tocado, dicen, y por eso no estuvo de arranque. Pero si un jugador está sentido, lo está para el primer tiempo y también para el segundo. Sin él, Barcelona luce famélico ofensivamente. Cuando entró ya estaba todo decidido. Y Marlon De Jesús no desequilibra, no hace diferencia en la red ni en el mano a mano frente a un defensa. Nos pareció que el cambio de Blanco era más por De Jesús que por Esterilla. Este, aunque diminuto, se veía movedizo y con mejores recursos técnicos. Tal vez Israel sopesó la cuestión física: Estudiantes tiene cuatro tanques atrás, Esterilla parecía un juguete entre ellos. Pero no se achicó, pedía la pelota y trataba de romper la última línea rival. No anotamos una sola jugada de peligro en favor de Barcelona, detalle que califica su actuación.

Rubén Israel tiene mucha tarea por delante: darle solidez a su equipo, seguridad defensiva, generación de fútbol en el medio, contundencia arriba (más allá de lo que pueda lograr el oportunismo de Ismael Blanco). Y una línea más definida de juego. Con todo respeto, no se vislumbra la idea. Demasiada tarea cuando ya están en disputa los torneos. Lo que no cierra es que un equipo que fue subcampeón nacional hace apenas dos meses sume diez jugadores nuevos. Con lo cual hay que empezar todo de nuevo.

El último juego barcelonista del 2014 fue el 0-3 en la final ante Emelec. El comienzo de esta copa 2015 repite el amargo resultado. Antes se culpó a Alex Bolaños; ahora no está más. Hay otras causas.

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“Para Estudiantes fue como un paseo de compras”, subtituló el diario “Olé”, y calificó el juego 'pincharrata' como “demoledor”. Guido Carrillo descarriló al cuadro amarillo con dos goles de atropellada y un cabezazo matador, fulminante. Estudiantes es paradigma de lucha, de garra, de coraje copero. Mas ahora, que está intentando disimular con la mayor eficiencia posible la ausencia de Joaquín Correa, la luz creativa del equipo, transferido en diciembre a la Sampdoria de Italia en 10 millones de dólares por el 50% del pase. El mismo Carrillo es otro que está con un pie en Europa. Todos se van, y aún en el error de vender y vender, hay un mérito de los clubes argentinos, el de buscar siempre mantener la competitividad.

Frente a Independiente del Valle en Sangolquí, el once platense había sido claramente superado, tuvo una noche fantasmal y comenzó a elaborar el duelo por la partida de Correa, pero enseguida volvió a su normalidad, que es esta, jugar con todo.

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A Barcelona le tocó uno de los grupos más peliagudos de la Copa. Estudiantes ya se manifestó: es bravo. Libertad domina el fútbol paraguayo desde hace 15 años de manera casi hegemónica; siempre da pelea. Y Atlético Nacional es el mejor embajador internacional del fútbol colombiano desde hace tres décadas, un club privado, propiedad del segundo grupo económico más poderoso de su país, que siempre arma planteles fuertes. No va a ser simple ubicarse entre los dos primeros. Recién comienza la Copa, pero no da para ser muy optimistas. (O)