La situación se repite una y otra vez desde que llegamos a Brasil. La gente se reúne frente a un televisor y lo que hay en la pantalla siempre gira alrededor de un tema: el mundial de fútbol.

Justo antes de dar el último sorbo de la taza de café previo a visitar a la selección en Vila Ventura, Viamâo, una claqueta de un noticiero local llamó mi atención y la de otras personas en la sala. 61% de los brasileños están conformes con la realización de la copa del mundo en el país, decía.

En ese momento todos los presentes empezaron a comentar sobre las noticias e imágenes que desde semanas atrás venían viendo de manifestaciones y greves (huelgas) en el país que es casi la mitad del continente sudamericano.

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En Rio Du Sul, estado gaucho de la parte sur del país, no se palpa mucho este rechazo. Probablemente se deba a que este es un estado económicamente muy estable en relación al resto. Cuenta con el cuarto PIB más grande del país, un desempleo del 2,8%, un PIB per cápita que supera al estatal en casi un 23% y es el tercer estado brasileño que más exporta.

Nos subimos al taxi y es imposible no conversar con uno de aquellos personajes que todo lo sabe (o por lo menos dice hacerlo) sobre la vida de una ciudad: el conductor. Alfredo, el chofer de turno, es un tipo de unos 40 años que habla un español mordido como muchos en este estado cercano a Uruguay (cercano es un decir porque todo acá está muy lejos) y que dice no estar de acuerdo con el mundial.

De hecho, ni siquiera es fanático del fútbol. A pesar de esto dice que no puede quejarse porque con los periodistas y uno que otro turista que se ha arriesgado a viajar hasta este poblado en las afueras de Porto Alegre, puede llegar a hacer unos $200 o $300 al día y cobrar en dólares que le resulta ventajoso si juega con el tipo de cambio.

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En el centro de Viamâo, un pueblo parecido a Manglaralto como mencionó una periodista ecuatoriana, se ven banderas y carteles que dan la bienvenida a la selección del Ecuador, pero no hay ecuatorianos.

Algunos vendedores locales como Roger tienen pensado mejorar sus ventas en un 30% durante el mundial pero hasta ahora dice la afluencia de turistas es baja.

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Ambos están conscientes de que el mundial dura un mes y los problemas como la salud pública y los impuestos volverán una vez que suene el silbato del árbitro el 13 de julio y un nuevo equipo se alce con la copa. Sin embargo, no les queda de otra ahora sino sacarle el jugo hasta lo que más se pueda al evento y prepararse para la época de vacas flacas.