“Era ejemplo de modestia y sencillez. De 1,70 metros y 74 kilos, de espaldas anchas, curtido por muchos años de competir en carreras por carreteras y caminos rurales. Tenía el cabello ralo y unos ojos de color azul grisáceo de mirada penetrante. Trataba a todo el mundo con calidez y naturalidad, lo mismo a los mecánicos que a los miembros de la realeza”.

Así describía en 1997 el británico Stirling Moss a su excompañero Juan Manuel Fangio (1911-1995), multicampeón argentino de Fórmula Uno.

El hombre modesto y sencillo al que se refería Moss, que “cuando estaba en la pista podía ser el rival más implacable del mundo (...), que casi alcanzó la perfección en su oficio”, fue el primero en obtener cuatro veces consecutivas el campeonato mundial de Fórmula Uno, mantuvo durante 45 años la marca de más títulos ganados (5, rota por Michael Schumacher en el 2002, quien luego súmó dos más). El argentino, nacido en Balcarce, fue también el primer ídolo de la máxima categoría del automovilismo.

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“30 años después de su retiro, su presencia aún calaba hondo en el ánimo de la gente. Corredores que ni siquiera habían nacido cuando él abandonó las pistas se apiñaban a su alrededor. ¿Qué tenía Fangio de especial? Sin duda, su gran estatura moral: un sentido del honor rara vez visto entre los deportistas de hoy”, explicaba Moss.

Incluso, 18 años después de la muerte del mítico Chueco, el apodo de Fangio, los récords siguen cayendo. El Mercedes-Benz W196 que piloteó para consagrarse en 1954 fue vendido en mayo anterior, en $ 29,6 millones en Londres, precio que pulverizó los $ 16,4 millones que se pagó por un Ferrari Testa Rossa 250 de 1957.

Fangio se adueñó de su primera estrella en 1951, al volante de un Alfa Romeo y luego quedó a la sombra, dos años, de Alberto Ascari, de Ferrari. Pero en 1954 empezó la dictadura en las pistas del corredor gaucho.

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El primer eslabón en la cadena del tetracampeonato lo consiguió con Mercedes, al imponerse en seis de las ocho carreras de la temporada. En 1955 llegó el segundo título al hilo, con Mercedes; ganó cuatro grandes premios. En 1956, con Ferrari, volvió a ser el mejor, y en 1957, con Maserati, en el GP de Nürburgring, tras una remontada espectacular, concretó su cuarto éxito seguido.