Donald Trump llegó a estar cerca de la Casa Blanca –o, más precisamente, al alcance de Comey y Putin– gracias al apoyo abrumador de votantes de la clase trabajadora blanca.
Esto es lo que pasa en cada ciclo electoral: los especialistas demandan que los políticos ofrezcan nuevas ideas al país.
Se tiene que ser seriamente friki para emocionarse cuando el Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés) da a conocer un nuevo montón de estadísticas.
La riqueza puede ser mala para el alma.
¿Acaso el acuerdo de París sobre el clima salvó a la civilización? Quizá. Eso puede no sonar a un respaldo enérgico, pero, de hecho, son las mejores noticias sobre el clima que hemos tenido en muchísimo tiempo.
Hace un par de semanas, el presidente Barack Obama ridiculizó a los republicanos que se le han echado encima a Estados Unidos, y reforzó su mensaje al dejar una impresión bastante buena del gato Grumpy.
Quienes visitan Japón a menudo se sorprenden por lo próspero que parece el país. No tiene la pinta de una economía profundamente deprimida.
En general, los intentos por explicar los movimientos accionarios cotidianos son tontos: con una encuesta levantada en tiempo real, sobre la caída de las acciones en 1987, no se encontró ninguna evidencia de ninguna de las racionalizaciones que dieron economistas y periodistas a posteriori, pero, en cambio, sí se encontró que la gente estaba vendiendo porque, sí adivinaron, se estaban cayendo los precios.
China es gobernada por un partido que se hace llamar comunista, pero su realidad económica es de un capitalismo rapaz de compadrazgos.
El viernes, el gobierno de Puerto Rico anunció que estaba a punto de no hacer el pago de los bonos. Dijo que por razones técnicas legales no se trataría de incumplimiento, pero eso es una distinción sin diferencia.
En febrero, Wal Mart, el mayor empleador de Estados Unidos, anunció que aumentará los salarios de medio millón de empleados.
Los lectores habituales saben que a veces ridiculizo a “las personas muy serias” –políticos y especialistas que repiten solemnemente las creencias populares que suenan duras y realistas–.
El lunes, el presidente Barack Obama hará un llamado a un incremento considerable en el gasto, revirtiendo los duros recortes de los últimos años.
La creciente desigualdad en naciones industrializadas en el 2014 captó finalmente la atención que merecía, a medida que Capital en el siglo XXI, de Thomas Picketty, se convertía en una sorpresa (merecida) entre los libros más vendidos.
Supongamos que, por alguna razón, usted decide empezar a golpearse la cabeza, repetidamente, con un bate de béisbol. Usted se sentiría bastante mal.
Si usted es el tipo de persona que considera impresionante las poses de macho, Vladimir Putin es su tipo de hombre.
La semana pasada participé en una conferencia organizada por Rethinking Economics, una organización estudiantil que espera promover, adivinaron, un replanteamiento de la economía.
Con base en un reciente informe publicado en el Times, hay disensión en la Reserva Federal: “Una minoría cada vez más vocal de funcionarios de la Reserva Federal (Fed) quiere que el banco central se retire más rápidamente” de sus políticas de dinero fácil, mismas que, advierten, generan el riesgo de causar inflación.
Aunque los enemigos de la reforma sanitaria nunca lo van a admitir, la Ley de atención asequible tiene cada vez más el aspecto de un gran éxito.
Durante gran parte de los últimos cinco años, a los lectores de noticias políticas y económicas les quedaron pocas dudas de que los déficits presupuestarios y la deuda creciente eran los problemas más importantes que enfrentaba Estados Unidos.
El domingo, Henry Paulson, el exsecretario del Tesoro y republicano de toda la vida, publicó un artículo de opinión sobre la política climática en The New York Times.
Pasaré los siguientes días en un foro patrocinado por el Banco Central Europeo cuyo tema de facto –sin importar lo que diga el programa– será el destructivo lío monetario causado por la prematura adopción de una sola moneda en el continente.
Desde cualquier punto de vista, la política económica a partir del inicio de la crisis financiera ha sido un rotundo fracaso.
Capital en el siglo veintiuno, el nuevo libro del economista francés Thomas Piketty, es un genuino fenómeno.
Le estamos dando cantidades enormes al sector financiero, pero recibimos poco o nada a cambio.
Es posible afirmar con seguridad que Capital in the Twenty-First Century, la obra maestra del economista francés Thomas Piketty, será el libro de economía más importante del año y, quizá, de la década.
Es probable que la mayoría de las personas, si se las presiona sobre el tema, estarían de acuerdo en que una extrema desigualdad en el ingreso es algo negativo, aunque una cantidad considerable de conservadores cree que se debería prohibir todo el tema de la distribución del ingreso en el discurso público.
La realidad de la creciente desigualdad estadounidense es cruda. Desde finales de los 1970, los salarios reales de la mitad de hasta abajo de la fuerza laboral se han estancado o caído, en tanto que los ingresos del 1% de arriba casi se cuadruplicaron (y los del 0,1% de hasta arriba aumentaron todavía más).
De pronto, está bien, hasta es imperativo, que los políticos con ambiciones nacionales hablen de ayudar a los pobres.
El problema de la pobreza se ha vuelto parte del problema mayor de la creciente desigualdad en los ingresos, de una economía en la cual todos los frutos del crecimiento parecen ir a una pequeña élite, dejando atrás a todos los demás.