AFP-REDACCIÓN
CARACAS .- Plantada en la puerta de su casa, en un modesto barrio de Caracas, Iliancel hacía sonar con frenesí una vieja olla en rechazo al resultado de la elección en Venezuela. A pocos metros, su vecino Darío prendía un petardo en apoyo al presidente electo Nicolás Maduro.

Es la guerra sonora que vive el país, luego de que el opositor Henrique Capriles, que perdió por escaso margen los comicios, llamó al "cacerolazo" y, en respuesta, Maduro pidió a sus simpatizantes un "cohetazo" a la misma hora.

"Me uno al cacerolazo porque el que no lucha no gana y yo quiero una mejor Venezuela para mis hijos y sé que (Capriles) lo puede hacer", dice a la AFP Iliancel García, mientras se suma al intenso ruido de cacerolas en el barrio La Pastora, en el municipio Libertador, principalmente oficialista.

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Capriles cambió las movilizaciones en las calles por los cacerolazos este martes, en el segundo día de protestas para exigir el recuento voto a voto. El lunes las protestas derivaron en violencia y Maduro prohibió las marchas opositoras en Caracas.

Origen del cacerolazo
El 'cacerolazo' es la protesta generalmente contra un gobierno en la que el descontento se manifiesta mediante el ruido producido al golpear una olla o cacerola con algún objeto.

Se cree que se originó en Chile, donde este tipo de protesta se popularizó entre 1971 y 1973 contra del gobierno de la Unidad Popular dirigido por Salvador Allende. En los 80 se repitieron, pero con otra ideología política, contra la dictadura de Augusto Pinochet.

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En Venezuela esta protesta se popularizó en los años 90 duranet las masivas protestas del pueblo venezolano que exigía la renuncia del presidente Carlos Andrés Pérez, en un estallido social que provocó el surgimiento del entonces teniente coronel Hugo Chávez en el panorama político venezolano.

El 'cacerolazo' también es popular en Argentina donde lo han sufrido los gobiernos de Carlos Saúl Menem en 1996 y de Fernando de la Rúa en el 2001 y se retomarán este jueves en una nueva protesta convocada contra las reformas judiciales y los supuestos actos de corrupción  en el gobierno de la presidenta Cristina Fernández.

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Confrontación
"El que no la debe no la teme y si Maduro está seguro debería salir y dejar que hagan el recuento de votos", agrega esta niñera de 31 años, apoyada en la desvencijada puerta de su casa mientras levanta la cabeza para ver cómo estalla uno de los petardos que encendió uno de sus vecinos y sin dejar de hacer sonar su olla.

Tres casas más allá, Dario Gutiérrez encendía en el centro de la calle un fuego artificial. "Yo estoy lanzando el cohete en contra del cacerolazo", afirma a la AFP, mientras algunos de sus vecinos ponen a todo volumen música de la campaña de Maduro para opacar, sin conseguirlo, el incesante sonido de las cacerolas.

Ni bien las luces de color verde y amarillo se esfuman en el cielo, este taxista afirma: "Cacerola no tumba gobierno y cohete mata cacerola". "Yo salí para expresar mi apoyo a Maduro, que la oposición sepa que no nos gusta su sinvergüenzura. Es falso que hubo trampa, que asuman que perdieron", dice convencido.

Capriles convocó esta semana los cacerolazos, especialmente el viernes, cuando Maduro jurará como presidente.

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Para José Antonio Navas, de 51 años, en La Pastora también hay gente trabajadora de clase media que apoya a la oposición. "No es como dicen, no fueron solamente los burgueses los que votaron por Capriles, somos nosotros, la clase media y los que él (Maduro) llama pata en el suelo (sin zapatos). Queremos saber la verdad", expresa.

"El cacerolazo es su manera de contradecir al gobierno, pero nosotros hace 14 años estamos luchando por una revolución, lamentablemente Hugo Chávez murió, pero dejó un legado e intentaremos darle una oportunidad a Maduro para que pueda hacer algo por el país", dice de su lado Marlene Bermúndes, una asistente de administración de 27 años.

Pese a la evidente división entre chavistas y opositores, García afirma que los vecinos de esta zona de La Pastora se respetan. "Con mis vecinos nos respetamos, no hay pleitos, sólo nos chalequeamos (bromeamos) de vez en cuando", concluye.