Los ambientes más apropiados para educar a las personas considero que son las comunidades familiares, escolares y religiosas.

En ellas deben hacerse presentes de manera clara e interesante y con el ejemplo las razonadas explicaciones de la razón de ser de las virtudes y los valores, así como los sabios consejos para practicarlos.

Una forma de presentar manera amena y sencilla de comprender lo positivo del buen obrar y lo equivocado y dañino de lo contrario, fue el uso de las fábulas. Una vez aprendidas permanecen con nosotros.

Tantas veces traídas al presente, hasta ahora recuerdo lo que le pasó a la serpiente que entró un día en casa de un cerrajero, pretendiendo sin razón derribar al más fuerte, o a la mona que se subió a un nogal, cogió una nuez verde y luego abandonó su intento de comerla porque halló una dificultad a vencer.

Hace pocos años conocí otra manera de formar, también por medio de la lectura.

En la revista Aguiluchos, que editan mensualmente los Misioneros Combonianos, empezaron a presentar una sección denominada ‘Los consejos del Abuelo’ que contiene diálogos, reflexiones, interpelaciones, consejos y aceptaciones de cambio de conducta.

En el caso de un amigo que no quiere ir a jugar con el grupo, el Abuelo explica a su enojado nieto Ángel en qué consiste la comprensión y concluye manifestándole que debe respetar los motivos del amigo y, sobre todo, acompañar su actitud con acciones y palabras, ayudándolo a recuperar la alegría y también la confianza en el grupo.

Al explicarle el esfuerzo le dice que cada día debemos aplicarnos en nuestras tareas cotidianas, y más si hay que hacer sacrificios, todo lo cual ayuda a mejorar el modo de ser.

En cierta ocasión le dice que no todas las personas saben tener calma y serenidad cuando se enfrentan a situaciones difíciles, pero si pedimos a nuestros padres o amigos consejo, seguro podemos actuar de mejor manera.

Otro día le hace notar que el altruismo es propio de las personas que se sacrifican en beneficio de otras, como cuando el pequeño Ángel ha dejado de ver series favoritas o de jugar fútbol, para quedarse a acompañar al abuelo enfermo.

Es interesante cuando expone en qué consiste y la importancia que tiene la puntualidad y le manifiesta que al practicarla se reconoce que toda persona, evento, reunión o actividad merece su propio espacio, tiempo y respeto y que si se convierte en un hábito nos ayuda a organizar nuestras actividades y realizarlas con mayor eficacia y confianza.

Siendo necesario y conveniente, para las comunidades en las que intervenimos, que nos responsabilicemos de hacer presente y fomentar la práctica de las virtudes y valores, me parece conveniente apostar a las maneras más sencillas, pero efectivas, que faciliten su trasmisión y compresión, a pesar del mundo que nos rodea.

Si es así: ¿habrá quien lo haga?, ¿cómo hacerlo? ¿Sería tan amable en darme su opinión?