Desde las costas caribeñas hasta las junglas del sur, pasando por la abrasadora sabana, las mesas de votación están abiertas desde las 06.00 (10:30 GMT) hasta las 18:00 (22:30 GMT del lunes), aunque el horario podría prolongarse si hay todavía filas de gente por sufragar.
 
El voto no es obligatorio para los casi 19 millones de ciudadanos habilitados a sufragar y la elección se decide por mayoría simple.

Todo el continente sigue de cerca la transición política del país con las mayores reservas de crudo del mundo, especialmente los países aliados de Chávez que se beneficiaron por acuerdos en los que reciben petróleo en condiciones ventajosas.

Venezuela decide este domingo si prosigue en la senda socialista de la mano del heredero de Hugo Chávez o cambia radicalmente de rumbo, en una elección presidencial que la población vive más con el corazón que con la mente.
 
Después de una furibunda carrera electoral el discípulo de Chávez, Nicolás Maduro, llega como favorito frente al opositor Henrique Capriles, que en los últimos días acortó la ventaja en las encuestas y buscará que su segundo intento por llegar a la presidencia de la potencia petrolera sea la vencida.
 
Sin el carisma ni la oratoria de su mentor pero mostrando un religioso fervor por él, Maduro promete prolongar a dos décadas su "revolución socialista", en medio de la ola de emotividad desencadenada hace un mes con la muerte de Chávez por un cáncer.
 
Apelando al constante recuerdo del líder, el autoproclamado "hijo" y "apóstol" de Chávez buscó erigirse como garante de la continuidad de los descomunales planes de asistencia social directa que fueron la base de popularidad del "chavismo".
 
"El pueblo tiene un juramento de su alma con el legado del comandante Chávez, sin lugar a dudas. Trasciende ese juramento este tiempo, trasciende coyunturas electorales o de cualquier tipo", dijo el sábado en un acto el ex chofer de autobús y sindicalista que creció hasta ser canciller y vicepresidente.
 
Pero la cruzada socialista también cosechó en el camino el odio y la aversión de las clases medias y altas a las políticas intervencionistas que distorsionaron la economía, la extendida criminalidad y las fallas en los servicios públicos.
 
Capriles, un joven abogado soltero nacido en el seno de una familia acomodada, promete un camino de apertura económica sin dejar de lado el acento social, acabar con décadas de corrupción endémica y reconciliar al dividido país.
 
Acusado por Maduro de ser un representante de la oligarquía, Capriles llamó a los venezolanos a votar para acabar con lo que tildó de una "elite de ladrones, vagos y mentirosos".
 
"Somos muy optimistas de lo que va a expresar nuestro pueblo", dijo Capriles el sábado en rueda de prensa. "Yo le he pedido a los venezolanos tres cosas: esperanza, fe y valentía (...) con esas tres cosas ustedes verán qué va a pasar mañana".

Publicidad

El gobernador del estado de Miranda fue derrotado hace seis meses por Chávez en las presidenciales. Aunque perdió por amplio margen, fueron las mejores elecciones de la oposición en los 14 años del líder socialista en el poder.
 
Quien sea que gane el domingo, deberá enfrentar unas finanzas muy dependientes de los precios del petróleo, una inflación galopante y un sector privado mermado por los controles de cambio y de precios.

Ambos candidatos prometieron atacar la delincuencia, asegurar el abastecimiento de alimentos, mejorar la eficiencia del Estado y continuar con los programas sociales de Chávez que llevaron educación, salud y viviendas a los más pobres.

Los dos bandos han jurado y perjurado que respetarán la decisión que emane de las urnas, pero un resultado cerrado podría encender chispas en comicios donde las pasiones encontradas por el fallecimiento del mandatario pesan más que las propuestas para resolver las asignaturas pendientes.