Un año antes de que Letizia Ortiz conociera al príncipe Felipe, la princesa se quedó embarazada y abortó. El primo de la experiodista, David Rocasolano, se encargó, a petición de los futuros reyes de España, de recuperar el expediente con los detalles de la intervención y de quemarlo en el fregadero de su casa para evitar que los monarcas, Juan Carlos y Sofía, y la opinión pública conocieran uno de los episodios más comprometedores de la mujer que dos meses después se convertiría en esposa del sucesor de la Corona.

Corría septiembre del 2003. Rocasolano, abogado de profesión, cumplió con el cometido. Pero, no se llevó el secreto a la tumba. Luego de casi diez años, el familiar de Letizia ha decidido airear detalles de este episodio en el libro Adiós, Princesa (editorial Foca). La publicación salió a la venta este lunes, apenas transcurridos cinco días de la imputación a la infanta Cristina, la hija menor de los reyes, por una posible implicación en un caso de corrupción en la que está involucrado su cónyuge Iñaki Urdangarin. Otro frente abierto para una monarquía en caída libre.

El autor de la obra lanza una advertencia desde el inicio: la historia que discurre a lo largo de las 300 páginas no es, en ningún caso, una “historia alegre”. Es el relato, en sus palabras, “del choque de un gran tren expreso, los borbones, contra una modesta caravana de gitanos, los Ortiz-Rocasolano”. Todo un dardo envenenado que muchos han interpretado como un intento de alcanzar notoriedad, una venganza o un ajuste de cuentas que no ha encontrado hueco en los principales medios de comunicación del país europeo.

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Alguien había guardado una copia con los datos del aborto que Rocasolano, dice, destruyó a petición de los herederos. En el libro se reproduce la factura de 240 euros que Letizia Ortiz pagó por la interrupción voluntaria de su embarazo, el 27 de octubre del 2002, en la clínica Dator.

El informe llegó a manos de Ramón Akal, dueño del sello editorial. Buscaron al pariente cercano (hoy traidor) y le propusieron encargarse del texto. “No fue fácil convencerle”, sostiene a este diario el subeditor, Jesús Espino. Adiós, Princesa vio la luz doce meses después. Una dosis más de morbo a la cadena de escándalos protagonizados por miembros de la Casa Real.

Desde su óptica, la inclusión del documento no vulnera la Ley de Protección de Datos: “No desvelamos un historial médico; publicamos una información que confirma un hecho de hondo calado político en un país donde se está hablando de una reforma del aborto. Ahora, que cada instancia diga lo que tenga que decir”.

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El abogado reconvertido en escritor es uno de los familiares más allegados de la princesa. Fue él quien le tramitó la separación de su primer marido, Alonso Guerrero (la sentencia de divorcio también consta en el libro). Y fue a él a quien consultó sobre las capitulaciones matrimoniales que debió firmar antes de llegar al altar: “En caso de separación debe renunciar a la custodia de sus hijos”.

En su opinión, la incorporación de la periodista a la realeza terminó por arrasar a su familia “como un tsunami”. “Nos hemos convertido –narra– en marionetas que alternan su existencia entre el papel cuché, las páginas de sucesos y los titulares de corrupción política”.

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Letizia, recuerda, “me llamaba constantemente para prevenir cualquier desmadre del clan. Y el clan me llamaba una y otra vez para informarse sobre lo que pensaría la iracunda Letizia de cualquier cosa que fuéramos a hacer. Nos instalamos en la cultura del miedo”.

Adiós, Princesa relata el origen modesto de los Ortiz-Rocasolano (“no había dinero suficiente ni para encender una estufa”), la clara vocación periodística de la esposa del heredero, pero también sus cambios de personalidad (“la vida en Palacio la había transformado en una persona más controladora y cruel”), su obsesión casi enfermiza por las filtraciones a la prensa (puso a prueba a su familia para comprobar si existía un topo entre sus miembros) o su mala relación con sus hermanas, Telma y Érika, quien se suicidó el 7 de febrero del 2007, y con Ana Togores, la segunda esposa de su padre, Jesús Ortiz.

En la editorial no admiten discusión respecto a la veracidad de los hechos que detalla la obra: “Hay un componente subjetivo, por supuesto, pero los datos narrados se pueden contrastar”.

El repaso fotográfico del libro incluye estampas curiosas: en una es posible ver al príncipe con un casco rosa subido en un triciclo de niños. Letizia también se “unió a la fiesta motera”, reza el pie de foto. Eran las navidades del 2004.

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Espino reconoce que “hubo medios que pese a tener pautada información sobre el libro se retractaron y, en cuestión de horas, prefirieron no hablar de él”, asegura.

La distribución de los 10.000 ejemplares de la obra no estuvo exenta de complicaciones. Corrieron rumores de un posible embargo. “Hubo determinadas presiones para que el libro no tenga una circulación normal aunque los problemas se han solventado con el paso de los días”, añade.

Hasta ahora, la Casa Real no se pronuncia, ni oficial ni oficiosamente.

Datos
La aparición del libro coincide con el debate en España sobre la necesidad de una mayor transparencia en las cuentas de la monarquía, de que exista una legislación que regule su funcionamiento e, incluso, de que el rey abdique en beneficio de su hijo el príncipe Felipe.

Otro escándalo que ha salpicado en estos días a la Casa Real es la herencia de 2,2 millones de euros ($ 2’882.000) que habría dejado al monarca su padre, Don Juan, conde de Barcelona, en Suiza.

A David Rocasolano también se le involucró en un caso de corrupción, el de Ciempozuelos. En la investigación se acusa a dos alcaldes socialistas de la localidad madrileña de ingresar ingentes cantidades de dinero en paraísos fiscales provenientes del negocio inmobiliario.

El primo de la princesa habría extraído presuntamente 385.000 euros ($ 504.350) de la cuenta de uno de los imputados por blanqueo.