El formato de talk show nocturno es tan antiguo como la propia televisión. Estamos acostumbrados a ver transmisiones de antaño acompañadas de un blanco y negro deteriorado donde se distinguen presentadores, invitados y variedades de toda índole. Que exista un programa como No culpes a la Mofle habla mucho de nuestro medio y su audiencia y cómo dicho formato se ve reducido a un sketch prolongado de un personaje idolatrado.

Pero, ¿podemos culpar a la Mofle? Una impecable Flor María Palomeque hace su aparición en un set cuidado al mínimo detalle, con recreaciones de cuadros famosos, meseros y almohadones con el rostro de la diva de doscientas libras de sensualidad. Para un personaje tan colorido, resulta un poco sorpresivo que la iluminación sea algo opaca y por momentos sombría.

Ver a Palomeque y a su creación es un espectáculo. Dejando de lado al número musical que aparece al inicio del programa, la Mofle se alza con cada palabra, cada broma improvisada y preguntas que brindan un desarrollo afable a una conversación donde lo que menos importa son sus invitados.

Publicidad

A pesar de no sentir que esta faceta de la Mofle sea una evolución propia o natural del personaje, es imposible no sonreír ante la presencia de este monstruo cómico. La Mofle bien podría permanecer estática en una silla durante horas y el público no pararía de verla. Como bien dice la canción, “Es la Mofle Bich”.

(*) Domingos, 21:30 por Teleamazonas.