Arrodillada, Narcisa Ramos reza en silencio el jueves pasado ante la capilla del Santísimo de la iglesia Catedral durante más de una hora. Tras persignarse, se levanta. La leyenda de su camiseta negra dice con letras blancas “Con Jesús no hay imposibles” y sobre esa frase resalta un rosario rojo que cuelga del cuello.

Tiene 34 años de edad y 20 de ser una fiel católica con la tradición de visitar las siete iglesias del centro de la ciudad el Jueves Santo.

“Desde que hice la primera comunión a los 14 sentí más amor hacia Jesús del que me habían inculcado mis padres. Por eso lo sigo, trato de cumplir todos sus mandamientos y ese Jueves Santo lo acompaño en su recorrido... Él es parte de mí”, sostiene el ama de casa y estudiante de Comercio Exterior de la Universidad de Guayaquil.

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El ritual lo hacía en las mañanas, pero desde el año pasado lo cambió a la noche. Salió a las 20:00 con un grupo de fieles que se congregaron para este fin en la iglesia Catedral. Acudió con su esposo y sus cuatro hijos, de 13, 11, 8 y 7 años.

“Vamos en peregrinación, felices, rezando. Es poco lo que hacemos por Él, nos da todo lo que necesitamos: salud, un pan, trabajo, vestuario, todo. Mientras caminamos, reflexionamos en la cruz que Él nos ayuda a cargar...”, expresa la habitante del centro de la ciudad.

Este ritual católico simboliza de forma dramática la búsqueda de Jesús el Jueves Santo. Es el día en que Jesús es tomado preso. En las iglesias se hacen unos monumentos para representar una especie de prisión.

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“Cuando lo toman preso, lo llevan donde Herodes, Pilatos, Caifás, Anás, ese recorrido es para saber dónde está Jesús. Se lo hace en siete iglesias porque en Roma lo hacían al principio en siete colinas para acompañarlo, como una romería o peregrinación nocturna, y después se extendió en el mundo entero”, explica el padre Rómulo Aguilar, rector de la Catedral.

El párroco sostiene que para acentuar esa ofensa hacia Jesús, en las iglesias se deja el Sagrario sin las hostias. “Hay que recordar con cariño que Jesús fue apresado y que lo encontramos en la hostia consagrada, en el último templo que se visita”, señala.

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El recorrido de Ramos empieza a las 20:00 en la iglesia San José, donde se quedan unos quince minutos rezando. Los siguientes templos que visita son el de San Alejo, San Francisco, La Merced, San Vicente, San Agustín y el último es el Sagrario de la Catedral.

El año pasado, el ritual se extendió hasta la 01:00 del Viernes Santo, hora en que iniciaron la vigilia pascual y a la cual no pudo quedarse la familia de Ramos. “Los bebes estaban muy cansados y no pudimos continuar. Pero la experiencia es reconfortante... He cumplido casi todos los sacramentos, solo me falta el del matrimonio, por eso, buscarlo a Él (Jesús) en las iglesias es una forma de penitencia por ese sacramento que sé que Él me ayudará a cumplir”, expresa la mujer, quien realiza la procesión desde la iglesia La Asunción, en José Mascote entre Huancavilca y Cap. Nájera, el Viernes Santo.

Zoila Toaza, de 63 años, recuerda con alegría a su madre, quien cumplía con las fechas católicas. “Desde pequeña me llevaba los domingos a misa y los jueves a rezarle al Santísimo. No comemos carne los miércoles y viernes durante la Cuaresma; el Jueves Santo visitábamos las iglesias del centro, y lo sigo haciendo en su mayoría, solo he cambiado la última parada, cercana a mi casa”, dice.

A las 15:00, desde la iglesia San Vicente de Ferrer, inicia el recorrido junto con su esposo. Pasan por la San Agustín, La Merced, la Catedral, San José, Corazón de Jesús y terminan en la Santa María de El Paraíso, ubicada en la ciudadela que lleva ese nombre. A esta última se movilizan en Metrovía.

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“Termino más de las 20:00, no siento dolor de estar arrodillada en cada iglesia, se siente algo hermoso. Hacer el recorrido es poco para lo que Él hace por cada uno de nosotros...”, asegura.

Cumpliendo el ayuno, Mery Verdesoto, de 40 años, sale a las 06:30 desde su vivienda, en el km 6,5 de la vía a Daule, hasta el centro de la ciudad. En la iglesia Nuestra Señora del Carmen, en la av. Quito y Clemente Ballén, inicia su recorrido.

Rezar un padrenuestro, un avemaría y meditar forman parte de la peregrinación que realiza junto con su esposo, dos hijos (10 y 4 años), su madre y tres hermanos en cada templo. Mientras caminan, esta familia reza el rosario.

Las otras iglesias que visita son la San Francisco, el Sagrario de la Catedral, La Merced, Santo Domingo, San José y la capilla de la de San Alejo.

“Vamos despacio, nos tomamos entre tres y cuatro horas. Al terminar, en vez de estar cansados nos sentimos bien, es motivador, a toda mi familia nos entusiasma, es una forma también de unirnos más como familia, de integrarnos”, expresa Verdesoto.

Seguir esta tradición de los católicos “es una forma de demostrar mi devoción hacia Él y es también una penitencia”, asegura.