Había una vez, en un suburbio de Río de Janeiro, un niño llamado Milton al que no le gustaba el carnaval. Pero el poder de la samba convirtió a este empleado bancario de 33 años y 150 kg en el rey de la mayor fiesta popular brasileña.

Hace cinco años que Milton Rodrigues da Silva es el “rey Momo primero y único del carnaval” de Río. Su intención es mantener su “reinado” durante la Copa del Mundo del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016, y después participar de un popular reality show en la televisión local.

Mañana el rey Momo recibirá las llaves de la ciudad de manos del alcalde Eduardo Paes, quien le entregará simbólicamente el gobierno para dar inicio oficial a esta fiesta de cinco días en la que el exceso es la consigna.

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Pero sin los coloridos trajes, las alhajas, la banda y los zapatos de charol blanco, Milton se confunde entre los miles de personas que todos los días toman los trenes suburbanos.

Llueve a cántaros en Río y es plena hora pico. El tren al suburbio de Madureira está lleno. Sus 150 kilos logran hacerse paso entre la multitud y tomado del tubo de acero, conversa y sonríe aunque nadie lo reconoce. “Algunas veces la gente se me queda viendo, se quedan con la duda, pero por lo general me reconocen más cuando el carnaval está cerca porque salgo más en la prensa, en la televisión”, cuenta Milton en el tren camino a casa.

El espíritu del carnaval se apoderó de Milton en 1995, cuando comenzó a colaborar con la escuela de samba Portela. “De niño no me gustaba el carnaval, la samba un poco, pero cuando conocí este mundo me enamoré”, asegura.

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El camino al trono fue largo. Milton participó del concurso para ser rey Momo por primera vez en el 2003 y no ganó hasta el 2008. En el 2012 conquistó su quinta corona consecutiva, que le confiere además un premio de 9.800 dólares. “Y hasta ahora nadie me tumbó”, se felicita.

Para ser rey del carnaval, “se requiere facilidad de expresión, espíritu carnavalesco y saber sambar. El peso ya no es un requisito, antes sí”, comenta.

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Intensa agenda
La agenda de Milton es intensa: asiste a fiestas particulares, desfiles callejeros y principalmente al gran desfile en el Sambódromo, que él abre.

“Soy un enamorado del carnaval. Estar en la avenida abriendo esa fiesta, llevando esa alegría, se me pone la piel de gallina”, dice emocionado.

Al llegar a su casa en Madureira, su hija de 4 años, Sophía, lo recibe con un beso y un abrazo aunque sus bracitos solo logran abarcar su pecho.

Además de su esposa y su hija, Milton vive con sus padres, que tienen una pequeña venta doméstica de cerveza y helados.

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