PEKÍN

Los líderes de China han tratado con homenajes y ofrecimientos de altos puestos a Ai Weiwei. Han tratado con la cárcel, las multas y con una golpiza tan brutal que el artista disidente necesitó cirugía de cerebro de emergencia. En su desesperación, las autoridades le han rogado que se comportara. Pero nada da resultado.

¿Qué va a hacer el Politburó con una superestrella como Ai Weiwei, que tiene una amplia audiencia en todo el mundo, que hace un video en el que baila el Gangnam style con esposas en las manos –parodia del Estado chino– que rápidamente tuvo más de un millón de espectadores en YouTube?

¿Cómo debe reaccionar el comité central del partido Comunista cuando Ai Weiwei publica un autorretrato desnudo, luciendo un animal de peluche en lugar de la tradicional hoja de parra? El título era “pasto-lodo-caballo en el centro”, juego de palabras en chino que se refiere a un insulto vulgar contra la directiva central del partido Comunista. O, más exactamente, contra sus madres.

Una cosa que el partido detesta más que ser denunciado es ser objeto de burla y el humor es la característica de los ataques de Ai Weiwei. Otros disidentes, como el gran escritor Liu Xiaobo, premiado con el Nobel de la Paz y actualmente en prisión, escribe con elocuencia sobre la democracia, pero tiene poco arrastre entre los chinos comunes. El trabajo artístico de Ai Weiwei también es incomprensible para muchos, pero los chistes obscenos sobre pasto-lodo-caballo tienen más atracción y son difíciles de reprimir.

“Creo que las autoridades no saben cómo tratar a alguien como yo”, señaló Ai Weiwei en una entrevista. “Como que se rindieron en tratar de controlarme”.

Para el partido Comunista, uno de los problemas es que Ai Weiwei, de 55 años, es uno de los más grandes artistas del mundo. También viene de una familia con lazos estrechos con la revolución comunista. Y sus padres tuvieron amistad con los padres del nuevo dirigente máximo de China, Xi Jinping.

El surgimiento de Ai Weiwei como emblema de la resistencia representa un progreso en China, un reflejo de un pluralismo no oficial que está ganando terreno. China me recuerda cada vez más a Corea del Sur y Taiwán a principios de los años ochenta, cuando una clase media con estudios se alejaba poco a poco de la dictadura.

Hay auténticos progresos en China, reconoce Ai Weiwei, y señala que espera que para el 2020 llegue la democracia a China, si bien lamenta que haya tardado tanto tiempo. “Se desperdició toda una generación de jóvenes”, precisó.

La irreverencia de Ai Weiwei parece influida por la docena de años que pasó en Nueva York, puliendo su reputación artística. Regresó a China en 1993, a la edad de 36 años, y al principio se comportó bien políticamente y participó en el diseño del espléndido estadio Nido del Ave para los Juegos Olímpicos del 2008 en Pekín.

Un factor que lo cambió fue el terrible terremoto del 2008 en la provincia de Sichuan, en el suroeste, donde las escuelas se derrumbaron y el gobierno reprimió a los padres que protestaron por las malas construcciones. Ai Weiwei apoyó a los padres de los niños muertos bajo los escombros de sus escuelas y empezó a exigir más apertura en el gobierno.

Irritado por su antagonismo, las autoridades mandaron golpear a Ai Weiwei y después destruyeron su estudio en Shanghái. El año pasado, el gobierno lo detuvo durante casi tres meses.

Las autoridades le siguen impidiendo los viajes al extranjero, por lo que no pudo asistir a una importante exhibición de su trabajo que se está llevando a cabo en el museo Hirshhorn del Smithsonian en Washington.

La presión le ha hecho sentir a Ai Weiwei, con más fuerza que nunca, que uno de los mayores problemas de China es el gobierno autocrático. Pero él se volvió más directo, no menos.

“A cada paso, ellos me empujaban hacia esto. Yo les decía que son ellos los que crean a gente como yo”, declara.

Después de ser puesto en libertad, Ai Weiwei se mantuvo discreto pero pronto reanudó sus bromas políticas. Burlándose de las autoridades que instalaron quince cámaras para vigilarlo, él transmite por internet la “weiweicam” pública, con las escenas de su dormitorio, para que el gobierno pueda vigilarlo aun más de cerca.

“Casi me rogaron que la apagara”, revela sonriendo.

Al término de una larga plática, le pregunté a Ai Weiwei si tenía algo más que decir.

“China sigue necesitando la ayuda de Estados Unidos”, afirmó. “El papel de Estados Unidos es insistir en algunos valores. Ese es el producto más importante de la cultura estadounidense. Cuando Hillary Clinton habla de la libertad en internet, creo que eso es realmente hermoso”.

Ahí hay un mensaje para los estadounidenses. Estados Unidos tiene unas fuerzas armadas poderosas, claro, pero el “poder fuerte” de los misiles suele ser superado por el “poder suave” de las ideas. Defender nuestros valores en todo el mundo invariablemente plantea cuestiones de hipocresía e incongruencia. Pero es mejor ser un defensor incongruente de la democracia y los derechos humanos que ser un defensor congruente de nada.

Espero que la Casa Blanca escuche la respuesta que dio Ai Weiwei cuando le pregunté si el presidente Barack Obama estaba actuando para despertar la conciencia por los derechos humanos.

“No sé qué esté haciendo bajo el agua”, repuso. “Pero en la superficie no se ve que haga mucho”.

© The New York Times 2012