DANIELLA GINATTA
dginatta@gmail.com.- Después del arroz y el aceite vegetal, el ajo debe ser uno de los alimentos con más presencia en la cocina de nuestra tierra. Originario de Asia, viajó por el globo a través de los siglos y llegó a América para labrarse un futuro como condimento estrella.

De sabor pungente, el ajo fue utilizado tanto para consumo alimenticio como medicinal en la India, 3.000 años antes de Cristo. Entre los usos que se le dieron destacó su capacidad antivírica y su utilización durante la peste, ya en los siglos XIV y XV en Europa. Personalmente, el sabor del ajo me es atractivo.

No obstante, he conocido a quienes su sabor no agrada, e incluso quienes refieren intolerancia hacia el alimento. Es conocido que el ajo puede causar reflujo en algunas personas.

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Desde un punto de vista nutricional, el ajo puede no solo disminuir el colesterol de un individuo en hasta el 10%, sino que, además, puede mitigar las lesiones causadas en las arterias por el mismo colesterol. Para lograr este beneficio es común recomendar el consumo de ajo fresco en dosis de 1 o 2 unidades por día.

Asimismo, se aconseja el ajo en casos de gastritis por Helicobacter pylori, ya que la aliicina, compuesto elemental de ajo, puede impedir la proliferación de la bacteria.

Del ajo conocemos mucho, y lo nuevo que aporta la ciencia es el consumo de ajo crudo, o la combinación del cocinado por igual cantidad, ya que este último mantiene los beneficios mencionados al estar alejado del calor.