La Capilla Sixtina es una loa a la belleza, a la genialidad y al arte. Su techo (el que más admiración produce) es un cielo de 800 metros cuadrados de pintura creado por el artista italiano Miguel Ángel. 

La bóveda, tesoro de la Ciudad del Vaticano y maravilla del mundo, cumplió 500 años de su inauguración el 1 de noviembre pasado. Fue una obra encargada por el papa Julio II, y cinco siglos después, el máximo representante de la religión católica, el papa Benedicto XVI, celebró una misa en el lugar, en honor a este paraíso artístico que recibe a unos 20.000 visitantes cada día, según datos de http://bbcmundo.com.

A más de sus trascendentes representaciones pictóricas, es conocida en todo el mundo por ser la sala en la que se celebra el cónclave (reunión en la que se elige al nuevo papa) y otras ceremonias oficiales del catolicismo como las coronaciones papales.

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Benedicto XVI afirmó que la capilla es la representación más vívida de la relación de Dios con la humanidad. Su aseveración se refleja en La creación de Adán, esa imagen que logra, por un momento, convertir la fe en una teoría comprobada: una personificación humana de Dios, apenas con la punta de su dedo dándole vida al desnudo primer hombre de la Biblia.

La creación de Eva, el pecado original y la expulsión del paraíso, el diluvio universal, entre otros temas, son expuestos de una forma que parece una existencia real, ese don que era el sello de Miguel Ángel. Como dijo Goethe, escritor y científico alemán: quien no ha visto la Capilla Sixtina ignora hasta dónde puede llegar el hombre.

Los más experimentados viajeros o los aficionados al arte ven en la Capilla Sixtina, un sendero por el que obligatoriamente deben caminar para admirar las paredes con los trabajos de Botticelli, Signorelli, Perugino, Pinturicchio y Ghirlandaio y para elevar su mirada hacia esa bóveda mágica. Los visitantes, que para el ingreso a la capilla deben pagar cerca de $ 20, expresan que en ese lugar pueden mantener un encuentro con su ser interior.

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Este monumento de genialidad, anota http://mv.vatican.va, debe su nombre al papa Sixto IV della Rovere, quien quiso hacer una estructura grandilocuente en el lugar donde surgía la Capilla Magna, aula de la edad medieval, destinada a las reuniones de la corte papal. Sixto IV comenzó a hacer realidad su deseo en 1471, cuando se inició la construcción de esa capilla que hoy es el templo del arte universal.