Hay calles en Ecuador que se han convertido en verdaderos prostíbulos. Los burdeles se llenan de meretrices a la espera de hombres deseosos de sexo de pago. Pero, ¿qué empuja a un individuo a ser cliente de la prostitución? La cineasta Gabriela Calvache busca en su último proyecto fílmico entender, a partir de los sentimientos, este tipo de comportamiento en un intento por replantear la masculinidad del hombre desde sus cimientos.

El tercer borrador de esta cinta de ficción de 90 minutos lleva como título La puta realidad (es nombre provisional). La propuesta se presentó en el Foro de Coproducción Europa– América Latina en la última edición del festival de cine de San Sebastián. Un total de 104 proyectos procedentes de dieciocho países se inscribieron en la convocatoria. De la selección de los diecisiete finalistas se encargaron tres especialistas del sector, Federico Veiroj, Sophie Bourdon y Manuel Pérez Extremera. Se fijaron en Calvache porque consideraron su “propuesta y su trayectoria, interesantes”, explica Esperanza Luffiego, una de las responsables de Industry Club.

La ambateña es consciente de que la práctica de la prostitución en el país permanece aún más cerca del tabú que de la aceptación social. Hace un año arrancó con la investigación. Estima que en cuatro, la cinta llegue al cine. “Me interesaba hacer algo que me llene personalmente para dedicarle cinco o seis años”, relata. La puta realidad es un reto estético y temático. Su intención es la de poner en crisis a un personaje y derrumbarle sus esquemas, pero sin llegar a ser moralista.

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El tribunal valoró la calidad creativa de las historias y su viabilidad (debían presentar un presupuesto y un plan de financiación con al menos un 20% ya asegurado). El coste inicial de la realización del largo asciende a 400.000 dólares. Arrancó con un capital de 10.000 de un premio del Consejo Nacional de Cine y fondos de su productora Cineática Films.

“Buscamos socios a los que les gusten películas que hablen de temas fuertes, que quieran arriesgarse a nivel visual, que les interese emprender una carrera de festivales y estén interesados en entrar cuando el estado de producción es aún temprano”, dice Calvache.

La directora ecuatoriana dispuso de 20 minutos para “vender” su largometraje en San Sebastián. La escuchó una hornada de profesionales de la industria y se entrevistó con cerca de cuarenta, con el propósito de establecer contacto con posibles coproductores y distribuidores para que se sumen al proyecto y garanticen su producción y una mayor viabilidad internacional.

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Si bien en el cine se ha abordado el tema de la prostitución y la trata de blancas desde diferentes ópticas, resultó llamativo que “se escenifique desde lo masculino”.