Por tercera vez desde el 2008, este año hubo un nuevo pico en los precios de los principales productos agrícolas en el mundo. La razón principal este año, parece explicarse por diversos problemas climáticos en varias zonas del mundo: un verano especialmente caliente en Rusia, la sequía en Estados Unidos (que reducirá sus cosechas de maíz, trigo y soya en un 10%) y un verano especialmente lluvioso y húmedo en Europa. En términos agregados la cosecha de maíz, trigo, soya caerá en un 2,3% a nivel mundial y la de arroz no crecerá. Como consecuencia, los precios del trigo en el mercado mundial han crecido en un 25%, los del maíz en un 13% y los lácteos en un 6%.

La situación de precios altos y de volatilidad parece ser la nueva situación normal ahora y no creo que desaparezca de manera inmediata. Las causas estructurales están en el crecimiento de la población mundial, aumentaremos en unos 2 mil millones de personas hasta el 2050, el crecimiento de la economía mundial y sobre todo la del Asia que ha implicado un cambio en la dieta de las personas cada vez más basada en proteína animal y los problemas de cambio climático, sobre lo cual no hay ya duda alguna.

Esto está obligando a varios países a tomar medidas coyunturales y algunas, más de largo plazo. Entre las primeras está la posible limitación de exportaciones rusas de trigo y seguramente otros países sigan ese camino. Entre las segundas están las cuantiosas compras de tierras que se están produciendo, sobre todo en África y en Asia. Estados, sobre todo asiáticos y del Medio Oriente, pero también empresas, con respaldo estatal, compran millones de hectáreas. Se trata de adquisiciones relacionadas fundamentalmente con China, India, Corea del Sur, Arabia Saudita, Catar, Brasil y África del Sur, es decir, economías emergentes. Su objetivo es el aprovisionamiento seguro de alimentos.

De hecho, la información disponible y documentada señala que se compraron entre el 2000 y el 2011, 71 millones de hectáreas, es decir, seis veces la superficie de tierras de Ecuador en fincas. Ello se produjo sobre todo en países con una débil institucionalidad sobre derechos de propiedad y donde el Estado estaba en necesidad de recursos fiscales. De estas tierras, alrededor del 73% se destinaron a la producción agropecuaria y un 27% a proyectos forestales, turísticos y mineros. Estos procesos están disparando conflictos, campañas internacionales y serias violaciones de los derechos humanos.

En este contexto, es imprescindible que pongamos más atención en nuestra producción agropecuaria, para contrarrestar los problemas de volatilidad de los precios internacionales, que de una u otra manera repercuten en los precios internos. El índice de precios de alimentos ha sido más alto que el índice de precios general en lo que va del 2012. Pero también puede ser una fuente importantísima de oportunidades en el mercado exterior.

Esto, sin embargo, requiere transformar el sistema de investigación agropecuaria, mejorar la producción y distribución de semillas certificadas, asistencia técnica de calidad, crédito oportuno, todo ello en el marco de acuerdos entre los diversos participantes en las principales cadenas agropecuarias. Menciono esto último, pues debemos ser capaces de avanzar en la transformación productiva del sector, sobre la base de un esfuerzo público privado, asegurando que tanto agroindustrias, empresas, como la agricultura familiar participen de ello.