Patricio Caicedo Ríos es filántropo por vocación y por herencia. A sus 51 años aún tiene el cabello negro, sin ningún destello blanco, y en su rostro todavía no aparecen profundas arrugas; el tiempo parece estar a su favor.

Vive en Los Ceibos, nació un 5 de febrero y heredó de su ya fallecido padre, Rafael Caicedo Román, las ganas de ayudar a sus semejantes y el fez o gorro oficial de Shriners International, fraternidad masónica benéfica a la que pertenece desde el 2007, pero que se fundó en 1872, en Estados Unidos.

La misión de esta cofradía es ayudar a niños, desde recién nacidos hasta los 18 o 21 años, que padezcan afecciones ortopédicas, quemaduras, traumatismos de la médula espinal, labio leporino o fisura palatina para que puedan ser operados, sin costo, en uno de los 22 hospitales Shriners distribuidos en Estados Unidos, México y Canadá.

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Como fundador y expresidente de Ecuador Shriners Club, Patricio es el encargado, junto a 25 miembros, también llamados nobles, de gestionar el envío de niños ecuatorianos a esos hospitales para que puedan recuperar su salud y mejorar sus condiciones de vida.

Al conversar con Patricio cualquiera puede notar su sencillez. Confiesa sentirse muy agradecido con los padres que han confiado en su labor filantrópica, la que a su vez ha sensibilizado su noble y solidario corazón.

Recordar haber sido testigo de la desesperación de muchos padres, quienes buscan restablecer la salud de sus hijos, lo entristece pero pronto su alegre espíritu –regla para todos los shriners– lo estimula a recuperarse.

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Explica que para poder formar parte del programa benéfico de esta organización primero se debe evaluar el caso. Si este cumple con los requisitos se llena una serie de aplicaciones que son enviadas a los Estados Unidos junto al historial médico, exámenes y radiografías para que los galenos de allá puedan evaluar la situación del paciente. “La fraternidad no ve condición social, sea rico o pobre, cualquier estrato social califica para nosotros”.

Cuando el hospital acepta el caso manda una carta y con ella los shriners ayudan a los padres con los trámites de la visa en el Consulado, incluso a costear los pasajes (con la ayuda de autoridades y la empresa privada) de quien no cuenta con los recursos suficientes, ya que uno de los requisitos es que los niños viajen con uno de sus padres o con un apoderado.

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Aunque esta hermandad es masónica, no todos los masones son shriners. Patricio sí lo es, al igual que su padre, y a partir de su mandato dentro de la cofradía, la labor de esta empezó a promoverse más en el país. Los interesados pueden escribir al correo electrónico pecshriner@gmail.com.

Hasta la fecha, alrededor de 20 niños se han beneficiado con esta labor, incluyendo a Frank Baus, el joven que a los 15 años (en el 2006) sufrió quemaduras en todo el cuerpo por salvar a su abuelita de la erupción del volcán Tungurahua. Él recibió tratamiento por parte de los hospitales Shriners hasta que cumplió 21 años.

Al respecto, Patricio destaca que la ayuda no termina con la operación porque sus beneficiarios reciben tratamiento hasta que se recuperan totalmente y señala que esto es posible por lo siguiente: “El 50 o 70% lo hace la parte médica pero la más importante, aunque en menos porcentaje, es la parte familiar”.

Su familia
Otro pilar fundamental para la actividad que realizan estos caballeros es la colaboración de sus esposas. Clemencia Gallo lleva 32 años siendo la compañera de vida de Patricio, con quien tiene tres hijos: Patricio (30), Jorge (23) y Daniel (22). Ella forma parte del voluntariado de Acorvol y él asegura que se han compaginado muy bien porque ambos luchan por servir a la comunidad sin esperar nada a cambio.

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Dicen de él
“Mi papá significa mucho para mí. Con él aprendí el valor de la amistad, la ayuda al prójimo y la importancia de la familia”.
Jorge Caicedo
Hijo