Juan José Ripalda, un joven de 24 años, durante cuatro meses subió en canoa, buses u otros vehículos, acompañado de amigos o familiares, para recorrer mercados, el centro, discotecas, bosques, barrios, la isla Santay y otros lugares, para recopilar lo que él más identifica de su ciudad: los sonidos.

Así, luego de obtenerlos creó el primer mapa sonoro de Guayaquil, que consta en internet en www.mapasonorodeguayaquil.com . En él, al señalar algún lugar, se podrán escuchar con nitidez los sonidos particulares de Guayaquil. Por ejemplo, al ubicarse en el estadio Monumental se oirán los sonidos reales de los festejos de la última Noche Amarilla; lo mismo ocurrirá al registrar el Capwell: saldrán los efectos sonoros originales de la Explosión Azul.

Son doscientos sonidos, entre ellos los de los pájaros del Bosque Protector Cerro Blanco, las ranas de los esteros, los pitos de los carros y las sirenas que pasan por la avenida Quito.

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En Chile, donde logró su título de ingeniero en sonido y que para obtenerlo presentó como proyecto final el mapa sonoro, sus compañeros de universidad al ver en una pantalla una representación con colores de cómo se comporta el sonido se sorprendían de los cambios de estos y creían que eran efectos alienígenas.

Este joven identifica el cantar de los caciques o tilingos y otras especies de aves de la ciudad.

El río Guayas, el parque Centenario, el sector de la iglesia San Francisco con el sonido de las campanas y los loteros cerca de la Junta de Beneficencia.

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Expresa que el objetivo del mapa sonoro es reflejar un paisaje no visual y “ver” no solo lo que está sonando alrededor, sino “qué es lo que está en el interior de lo que se escucha. Cada espacio tiene sus marcas sonoras que a la larga influyen en la cultura y le dan una identidad al territorio”.

Durante tres meses recorrió la ciudad con un equipo de audio que compró para registrar sonidos específicos y luego en un mes los editó sin alterarlos.

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Cuando acudía a un sector llegaba con una referencia de lo que esperaba escuchar, sin embargo, encontraba sonidos que llaman más la atención y que le dan identidad a ese lugar, con ruidos sencillos como el pito de un vigilante de tránsito.

Ripalda explica que este trabajo podrá servir incluso como referente histórico, porque el mapa puede cambiar como ha ocurrido con los cantos de pájaros que antes se escuchaban en la ciudad y que ahora ya no se oyen porque migraron a bosques que rodean a Guayaquil. “Ahora –la ciudad– suena así, no sabemos cómo sonará después”, expresa.

Está consciente de que el trabajo lo realizó él, sin embargo, este joven no lo considera así porque dice que en realidad le pertenece a Guayaquil. Su aspiración es que el mapa sonoro se amplíe y divulgue a la mayor cantidad de guayaquileños.

Su trabajo incluyó los momentos cuando fue a un concierto a la discoteca Fiss (quedaba en la cdla. Kennedy Norte), atrás de esta escuchó un sonido particular de las especies en un ramal del estero Salado y logró incorporarlo al mapa.

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“La idea de grabar la acústica de Guayaquil significa no intervenir mucho en el espacio, había que actuar con naturalidad, hay que ser lo menos invasivo. Cuando reproduzco los sonidos en audífonos suenan en tres dimensiones”, detalla.