La crisis económica empuja a los migrantes a abandonar el país ibérico, donde el desempleo alcanza al 24,44% de la población activa. Algunos han decidido probar suerte en ciudades como Londres, donde se estima que residen 10.000 ecuatorianos, quienes se emplean, principalmente, en actividades de limpieza y construcción.

Miguel Gaona es un ‘españoleta’ a ojos de Gloria Sangucho. Ella se instaló en Londres hace catorce años. Él, en cambio, acumula apenas un puñado de meses. Ambos son ecuatorianos.

La colonia de connacionales afincada en la capital británica se divide entre quienes llevan más de una década y los recién llegados: ecuatorianos, con nacionalidad española, “expulsados” del país ibérico por la crisis económica que ya suma más de 5 millones de desempleados, el 24,44% de la población activa.

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“Nos llaman ‘españoletas’ porque dicen que venimos a quitarles el trabajo”, se lamenta este inmigrante, nacido en Zamora, a los pies de Los Colorados, una tienda de productos latinos ubicada en el centro comercial Elephant & Castle, en el distrito de Southwark. En este barrio de clase obrera reside buena parte del colectivo de ecuatorianos.

Aída Mendoza, oriunda de Santo Domingo de los Tsáchilas, es propietaria de este negocio desde hace catorce años. Cuenta que ve “caras nuevas” todos los días. Más hombres que mujeres. Poco a poco, uno que otro niño. Todos se detienen frente al escaparate tapizado con los anuncios de alquiler de viviendas.

Buscan habitaciones (los precios rondan las 100 y 200 libras por semana, es decir, entre 155 y 310 dólares) para vivir hacinados. Como en los inicios de su proyecto migratorio en España, hace ya más de una década.

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“La adaptación para estas personas es complicada. No son tan jóvenes como cuando salieron de Ecuador. Muchos tienen hijos en plena adolescencia y hasta deben aprender un nuevo idioma. El impacto es brutal”, cuenta Ernesto Ortega, integrante de Teléfono de la Esperanza, una ONG española que trabaja con inmigrantes y tiene también oficinas en Londres.

El quiteño Wilson Andrade, transportista en Alicante (España) hasta mayo del 2011, hoy comparte con un nicaragüense una habitación de 5 m². Ha logrado trabajar en Londres, en labores de limpieza, de 04:00 a 22:00, a cambio de 400 libras por semana (627 dólares). “Son empleos temporales. No es lo mejor, pero es la única manera de sobrevivir en esta ciudad. Me interesa aprender inglés para irme a Escocia o Dinamarca”.

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Mejor les ha ido a Grace García y Lenin Erazo. La franquicia de la panadería Ecuapan, que en el 2008 adquirieron en el madrileño barrio de Pueblo Nuevo, empezó con una facturación de 350 euros diarios (434 dólares). Dos años después, no llegaba a 60 (74 dólares). Los 300 panes por jornada se redujeron a 50.

La acusada recesión asfixió cualquier intento de esta pareja por salvar el negocio. La quiebra fue solo cuestión de tiempo. Invirtieron 20.000 euros (casi 25 mil dólares) y lo perdieron todo. Hoy vuelven a emprender. No. En Madrid, no. En Londres.

Desde el verano pasado regentan el Costa Azul, un puesto de comida ecuatoriana, en el mismo local de Los Colorados. Atienden solo los fines de semana, pero Erazo no se queja. Al mes logran una facturación de 4.000 libras (6.217 dólares). “Las ventas se han incrementado porque cada vez llega más gente”, comenta este quiteño.

En Londres, la llamada Casa Ecuatoriana, de la Secretaría Nacional del Migrante (Senami), constituye un termómetro más de este nuevo éxodo. La plantilla, integrada por apenas tres personas, atiende, con cita previa, a un promedio mensual de 300 individuos. El perfil: personas que han emigrado ¬en su mayoría desde España con pasaporte de ese país¬ en busca de trabajo, con un nivel bajo de inglés y necesidad de solicitar prestaciones sociales.

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Si bien hace un año arribaba el primer miembro de la familia, en estos días la entidad empieza a evidenciar la llegada del resto de integrantes (la pareja y los hijos). Un buen porcentaje deja, además, deudas hipotecarias.

Los desalojos en España alcanzaron un máximo histórico en el 2011, con 58.241 (21,8% más respecto del 2010, según cifras oficiales). Según la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), cada día se produce un promedio de 159 desahucios. Aunque no existen estadísticas por nacionalidad, los ecuatorianos son mayoría entre los perjudicados que la PAH ha contabilizado en la capital española.

Aída Quinatoa, presidenta de la Coordinadora Nacional de Ecuatorianos en España (Conadee), parte de la PAH, cuenta que a la organización ya no solo llegan personas en busca de ayuda para evitar los desahucios. Ahora, también, el Departamento de Asesoría recibe consultas sobre qué se necesita para emigrar a otro país europeo.

“Se van a Londres. Hace un mes despedimos a diez familias de ecuatorianos. Dos compañeros eran presidentes de asociaciones de migrantes. Se van, aunque la pasen mal por el idioma, porque en España no hay trabajo, solo deudas”, señala.

La opción, entonces, es probar suerte en otro lado. Un reciente informe elaborado por Cidalia, una consultora española que se especializa en temas de diversidad, cifró en 10.000 el número de ecuatorianos en Londres. El 36% ha residido entre once y quince años en la capital británica; el 23%, de seis a diez; y el 25%, entre 0 y dos años.

La cifra, según las autoridades diplomáticas, apenas varía a la hora de establecer el volumen del colectivo en todo el territorio británico (el 95% de connacionales reside en la capital).

Los ecuatorianos en Londres se emplean, principalmente, en tareas de limpieza. Ganan 6 libras por hora (9 dólares). “Es lo más fácil por los contactos de los que disponen y los pocos requerimientos que se demandan, sobre todo del idioma”, sostiene Jorge Moreno, de la Senami.

No se exigen requisitos especiales de residencia o trabajo a quienes tienen la ciudadanía española. Solo deben contar ¬al igual que los británicos¬ con un número de la Seguridad Social. Este puede ser solicitado cuando se empieza a trabajar o se tiene una oferta firme de empleo.

La Secretaría no dispone de una bolsa de trabajo. Su labor, añade Moreno, se centra en orientar a los usuarios y derivarlos a otras entidades en función de sus necesidades. Ofertan también cursos de inglés (una hora semanal) y, para quienes trabajaban en el sector de la construcción, talleres específicos sobre los riesgos laborales.

Un buen número llega confundido por las prestaciones que ofrece la Administración. Demandan, sobre todo, ayuda para vivienda, para el cuidado de los niños o por desempleo. “Creen que pueden venir y que les van a ayudar”, comenta Moreno.

Las políticas de recortes sociales en Reino Unido ¬llevadas a cabo por el gobierno conservador de David Cameron¬ también afectan, por supuesto, al colectivo de inmigrantes. “Ahora solo pueden acceder a estas prestaciones aquellas personas que acumulen como mínimo seis meses de residencia”, explica el funcionario de la Senami.

Los preparativos para los Juegos Olímpicos de este año han abierto oportunidades laborales puntuales, por ejemplo, se ha requerido mano de obra. “Hay más posibilidades de trabajo que en España”, apostilla Moreno, “pero tampoco es el Dorado”.

Datos: Comparación
España
Capital: Madrid.
Habitantes: 47 millones.
Desempleo: 5,6 millones de personas, el 24,44% de la población activa.

Inglaterra
Capital: Londres.
Habitantes: 52 millones.
Desempleo: 2,67 millones de personas, el 8,4% de las población activa.