Esta semana que pasó, doscientos especialistas de 24 países, convocados por el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, debatimos sobre la dimensión territorial de la desigualdad en América Latina. Por medio de ponencias y deliberaciones, buscamos responder tres preguntas: ¿Cuánto condiciona el lugar en que usted nace en sus oportunidades futuras? ¿Bajo qué condiciones se puede escapar de esas trampas localizadas de pobreza y desigualdad? y ¿qué tipo de políticas pueden llevarse adelante para enfrentar esa dimensión escondida de la desigualdad?

Para responder a la primera pregunta se contó con varios estudios minuciosos y de gran calidad académica, incluyendo el Informe Latinoamericano Pobreza y Desigualdad 2011, que mostraron fehacientemente que si usted nace en ciudades como Guayaquil o Quito, tendrá enormes ventajas respecto de quienes nacieron en las zonas rurales de provincias como Chimborazo o Sucumbíos. Al repasar algunos indicadores como mortalidad y malnutrición infantiles, acceso a fuentes mejoradas de agua y saneamiento, analfabetismo, matrícula, calidad de la educación, empleo en rubros no primarios, ingresos o brechas de ingreso entre hombres y mujeres, se llega a la conclusión de que una de las formas más perversas y perdurables de la desigualdad en América Latina está relacionada con el lugar donde usted nace o vive. Son especialmente rezagados los territorios donde habita poca gente, son menos urbanizados, hay más población perteneciente a pueblos originarios o afro-latinoamericanos, población más joven o localizada en zonas más alejadas, por ausencia, entre otros, de carreteras estables.

Una segunda conclusión es que si las políticas públicas no incluyen criterios de diferenciación de base territorial, terminan agudizando esta dimensión de desigualdad. El informe analiza, por ejemplo, las políticas de transferencias condicionadas de ingresos; un análisis minucioso determina que mientras en las zonas urbanas el bono de desarrollo humano en nuestro país contribuye a incrementar la matrícula escolar de los niños de las familias que lo reciben, en las zonas rurales esa asociación no se da. Lo mismo ocurre con la política educativa descentralizada en Chile o los incentivos fiscales para la creación de empresas en diversos países. En otras palabras, políticas ciegas a estas diferencias territoriales agudizan la desigualdad.

Una tercera conclusión es que a pesar de esas limitaciones, el destino no está escrito en piedra y los territorios pueden vencer estos obstáculos estructurales. Hay, claro está, políticas públicas nacionales sensibles a las diferencias territoriales que pueden ayudar de manera significativa a cerrar estas brechas. Tal es el caso del programa El Estado a tu Lado, que ha diseñado Senplades y que fue presentado por Fánder Falconí en el encuentro. Este programa busca equiparar hasta el 2012 los servicios públicos en más de sesenta dimensiones de necesidades básicas, mediante una inversión de 40 mil millones de dólares. Si bien ello es absolutamente necesario, no siempre es suficiente.

Tal vez el elemento crítico más importante para escapar de esta suerte de partida de nacimiento negativa es que se den procesos participativos en los territorios para construir un destino diferente. Múltiples ejemplos fueron presentados en el Encuentro y que demostraron que fueron especialmente exitosos aquellos territorios donde coaliciones transformadoras, en que participaron muy diversos actores y que lograron en forma explícita o no, construir una agenda común, las que pudieron vencer esos obstáculos iniciales. Los casos de Tungurahua y sur de Loja en Ecuador fueron presentados, entre otros, como ejemplos referenciales de América latina.