Domingo 13 de mayo. 20:30, en Coaque, Pedernales, casi todos duermen. A esa hora el sonido del motor de una avioneta causa sorpresa a quienes aún están despiertos. A los pocos segundos hay un fuerte estruendo que incluso despierta a quienes ya descansaban. Horas después se conoce que la avioneta que oyeron pasar muy cerca a los techos de sus rústicas viviendas había caído, que murieron dos personas y que se había hallado más de un millón de dólares.

A la madrugada siguiente hallan un laboratorio de droga a pocos kilómetros de ahí, en Salto de Bigua, del cantón Sucre. Ambas situaciones han acabado con la paz de esas poblaciones manabitas, que están en la mira de autoridades y de los ‘colombianos’, como ellos llaman a la gente que creen está relacionada con el narcotráfico.

Roxana Lara, un poco más tranquila que el pasado domingo, relata que no imaginó que el fuerte ruido que alteró su sueño esa noche iba a ser el punto de partida para que, en horas posteriores, decenas de policías y desconocidos lleguen a su casa e invadan su privacidad.

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Ella habita con su esposo y su madre a orillas del estero Taiche, a unos 200 metros del sitio donde la aeronave se estrelló y por ello las autoridades creyeron que su familia pudo haber tomado algo del dinero que transportaban los extranjeros.

Cuenta que un habitante de la zona, curiosamente, llegó a pedirle una ayuda económica para hacer atender a un hijo enfermo. “Pero le dijimos que no teníamos; después vino con los policías”. Ella cree que su vecino fue usado como carnada para averiguar si tenía el dinero.

Horas después llegaron por separado dos grupos de personas vestidas de civil, quienes sin ninguna orden judicial ¬asegura¬ incursionaron en su vivienda y revisaron todo. “Les dije que levanten el colchón para que busquen, pero dijeron que buscaban unas maletas...”.

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Desde entonces se siente vigilada, pero no sabe si por policías o por los ‘dueños’ del dinero hallado. Cuando algún extraño se aproxima a su domicilio, la campesina se muestra amable, pero su rostro refleja mucha preocupación y miedo.

Una vecina de ella, Santa Sosa, dice que solo se percató del hecho cuando la Policía llegó al sitio y le pidió que abriera la puerta de ingreso al predio. Es la encargada de vigilar la entrada de la propiedad. “No sabía nada de lo que estaba pasando”, dice y asegura que a raíz del accidente aviatorio por esa zona se ha acercado gente extraña.

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A un kilómetro del lugar, en el sitio conocido como La Playita, un pescador de aproximadamente 55 años y quien prefiere omitir su nombre, asegura que la zona está abandonada y por eso se presta para cualquier actividad ilícita, aunque no se atreve a revelar si están relacionadas con el narcotráfico.

La pista en la que se presume querían aterrizar los tripulantes de la nave está a pocos metros de su casa y es propiedad de la familia Dueñas, a quienes también pertenecen los predios donde cayó la aeronave.

A unos 50 kilómetros de esa zona, otra población está inmersa en el temor, la incertidumbre y el silencio: Salto de Bigua. Sus habitantes recuerdan la madrugada de terror, el pasado miércoles, cuando incursionaron de forma imprevista decenas de hombres vestidos de negro, con capuchas, cascos y armas de fuego.

Eran elementos de los grupos élite de la Policía que localizaron un laboratorio para procesar droga en medio de una quebrada entre la vegetación, el que se cree está relacionado con la avioneta siniestrada.

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Pero ese operativo costó el llanto de niños y vejámenes a sus padres, algunos de los cuales fueron sacados de sus casas en ropa interior. “Yo nunca he visto tantos carros y cuando se bajaron me preguntaron si había visto un laboratorio, les dije que no sabía”, asegura el agricultor Genaro Reyes. Aunque en el sector se rumora de la presencia de colombianos, prefiere decir que no los ha visto.

El ‘fantasma’ de los colombianos se evidenció tras la incursión policial. Un habitante del sitio, quien prefirió la reserva de su nombre, sostiene que los niños del sector se niegan a ir a la escuela Isauro Domínguez, donde estudian, situada junto al predio donde fue hallado el laboratorio. “No quieren salir de sus casas, están nerviosos porque ellos vieron cómo sus padres fueron sorprendidos por los policías armados; si alguien se acerca a sus casas, gritan que vienen ‘los colombianos’”.

En un recorrido que este Diario realizó por las zonas de Pedernales y Jama, constató la presencia de extranjeros a bordo de motocicletas. Édison Velásquez Echeverría ¬un detenido¬, en su declaración a la Fiscalía, reveló que supuestos colombianos le propusieron instalar un laboratorio de droga a cambio de diez mil dólares por mes y que después del convenio ellos llegaban cada ocho días, por la noche, para descargar el material para la construcción.

Los hechos registrados en la parte norte de Manabí revivieron el hallazgo de droga en las playas de El Matal, en Jama, en el 2006. Pescadores recuerdan que entonces aparecieron en el mar sacos con alcaloide que habían sido arrojados por narcotraficantes tras haber sido descubiertos por las autoridades.

Pedro, un pescador, recuerda que ese día volvía de su faena cuando vio dos sacos flotar en el agua, pero asegura que no los recogió. “Cuando llegamos nos dijeron que era droga; otros sí que aprovecharon y compraron pangas (botes), casas, carros”.

Pero el miedo, para muchos en ese tiempo, es el mismo que ahora sienten los habitantes de la zonas donde cayó la avioneta y se halló el laboratorio. “Había gente que se disfrazaba de policías para quitarles la droga a pescadores, los perseguían, los golpeaban”, recuerda Pedro.

Hoy, Roxana Lara teme que desconocidos sigan visitando su casa en busca del resto de dinero que supuestamente transportaba la avioneta. “Les seguiré diciendo que mi casa está disponible para que revisen lo que quieran”, comenta la mujer con preocupación al despedirse.

Reacciones: Incertidumbre
José Navarrete
Morador de Salto de Bigua
“Aquí nos están pidiendo papeles (documentos) hasta de las motos. La gente no sabe nada de lo que ha pasado”.

N.N.
Morador de La Playita
“En esa pista sí suelen aterrizar avionetas; pero el dueño ya no la usa y por eso está así, sin mantenimiento”.